Las diferentes generaciones establecen un sello particular a las relaciones interpersonales, definen cómo debe ser el amor, y la sociedad se adecúa
En la actualidad se vive una estructura de individualismo, en la que no caben las relaciones a largo plazo, sino las superfluas e inmediatistas, por lo que “ya no se cree en el amor”, afirmó Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
La gente no se une “hasta que la muerte los separe”, sino hasta que las redes sociales lo hagan, y en lugar de involucrarnos con otra persona preferimos una relación que sea epítome de nuestro propio placer, por lo tanto narcisista y sin alteridad”,
En ocasión del Día del Amor que se celebra hoy, Trujillo Correa señaló que las diferentes generaciones establecen un sello particular a las relaciones interpersonales, definen cómo debe ser el amor, y la sociedad se adecúa.
Las redes sociales, se han convertido en el altar de uno mismo; no caben las colectividades ni los actos sociales, más que como una simulación: “mientras yo esté bien, lo demás no importa”, expuso el universitario.
Este tipo de relaciones interpersonales no es nuevo, ni exclusivo de los millennials, es la sociedad la que se ha ‘hecho adolescente’, pero en los jóvenes es más evidente lo que construimos durante la era moderna debido a la tecnología.
En la cultura occidental las historias terminan cuando las parejas se unen y viven felices para siempre, pero “no hay narrativa del amor feliz, sino del amor amenazado y condenado por la propia vida, situación que se refleja en historias clásicas como Romeo y Julieta, Tristán e Isolda o en representaciones cinematográficas como Casablanca, Titanic o Bajo la misma estrella”, comentó.
Amar es tirarse al abismo con una sonrisa, un acto de fe contracultural; nuestra sociedad de la información e inmediatez es su veneno, porque se huye de cualquier profundidad y contemplación.
“Por eso el amor es misterioso, porque puedes pasar el resto de tu vida buscando en sus ojos lo que te convoca una y otra vez. Lo más importante es entender que, como la vida misma, es un acto angustiante, que implica un compromiso, tiempo, estética y ser”.
“Nuestra sociedad busca una vacuna contra la angustia, se hace todo lo posible para evitarla, por ello existen relaciones inmediatas, superfluas y sin compromiso emocional: te enchufas y desenchufas sin dolor ni tragedia”.
El amor en sí es trágico, pues conlleva exponer nuestras propias faltas ante otra persona, y eso es comprometedor porque implica dejar el narcisismo, pero es justo cuando los que pierden aciertan, el ser carente es la única posibilidad de ser amado y amante.
Finalmente, a manera de reflexión el especialista citó al filósofo Friedrich Nietzsche, quien decía que la vida es un acto trágico y como tal se debe asumir que todos moriremos; entonces, “ante la más grande de las soledades y de las tragedias, valdría la pena intentar amar”.
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