El agua potable es sometida a un proceso de cloración y para algunos bromatólogos, no es adecuada la ingesta diaria de cloro
Todos hemos escuchado que “el agua es vida” y que este líquido debe cumplir con ciertas características para considerarlo potable y así poder cubrir la ingesta mínima para mantenernos hidratados: que sea incolora, insípida e inolora.
Así, en los últimos años hemos sido presa de un boom de las aguas embotelladas que prometen pureza que nos llenará de vitalidad y alegría, siempre al alcance de la mano.
Sin embargo, la mayoría desconocemos que en muchas de estas presentaciones estamos tomando agua de muy baja calidad pues en su promesa de entregar a los consumidores un producto libre de contaminantes, terminan eliminando una serie de elementos que son muy importantes.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), México ocupa el lugar 106 en calidad de agua en un ranking integrado por 122 naciones; lo que nos ubica en el peor lugar de toda Latinoamérica. Esto explicaría el alto consumo de agua embotellada que hemos visto consolidarse en las últimas dos décadas, después de que éramos una sociedad que por años tomó agua directamente del grifo.
Situación que cambió dramáticamente tras el sismo del 19 de septiembre de 1985 en la zona centro del país, así como por la epidemia de cólera que se registró a principios de los años 1990, y a partir de entonces las personas empezaron a desconfiar del agua corriente de la llave.
Escenario que fue aprovechado para empezar a comercializar el agua embotellada, con la principal promesa de entregar un producto sin contaminantes (microorganismos, metales o petroquímicos) que pongan en riesgo la salud.
El inconveniente ha sido que, a diferencia de lo que sucede en otros países, en México no contamos con una regulación para clasificar la calidad del agua en función del contenido de minerales, por lo que “la mayoría de las embotelladoras utilizan agua muy baja en minerales, esto hace que el agua se vuelva ácida, porque no tiene las propiedades que requerimos para hidratarnos”, nos explica Uriel Alvarado Cancino, certificado como Health Coach (Coach de Salud Integral), por el Institute for Integrative Nutrition de Nueva York y cofundador y director del BienFest, que que se realizará el 9 y 10 de noviembre de 2019.
De esta manera, otro de los problemas que Alvarado Cancino nos señala respecto al agua, es la carencia de los cuatro electrolitos más importantes que ayudan a distintas funciones del organismo y mantienen una buena hidratación, que son: calcio, potasio, sodio y magnesio.
Según la Norma Oficial Mexicana NOM-127-SSA1-1994 sobre la calidad del agua potable para el consumo humano, refiere que el pH adecuado debe rondar entre los 7 y 8.5, debe tener un pH neutro o ligeramente alcalino. Situación que para Alvarado no se cumple, asegurando que “se puede decir que ahorita estamos tomando lo que algunos le llaman agua muerta y podemos llamarla agua muerta porque el primer lugar por su falta de minerales”.
Que, si lo agregamos a elementos de la vida posmoderna como el estrés oxidativo y a la oxidación al momento de cocinar varios de nuestros alimentos, se provoca inflamación y de ahí enfermedad y envejecimiento.
Además, que entendiendo que el agua potable es sometida a un proceso de cloración y que, para algunos bromatólogos, no es adecuada la ingesta diaria de cloro, junto con los subproductos asociados a la cloración.
En este sentido, lo ideal sería contar con un filtro de carbón activado de agua en casa para eliminar los problemas de sabor y olor debidos a la cloración y a las partículas en suspensión, pero en lo que llegamos al punto ideal de que estos dispositivos sean accesibles -monetariamente hablando para toda la población-, “la gente que esté interesada en cómo mejorar la calidad del agua que está consumiendo pueden agregar limón y bicarbonato”, además de mantenerla en envases de vidrio.
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