
En 1887, Édouard Delamare-Deboutteville protagonizó el primer recorrido automovilístico de la historia, marcando el inicio de una era de innovación y velocidad
Hace exactamente 138 años, un suceso que cambiaría para siempre la forma en que el mundo se movería tuvo lugar en las afueras de París. El 28 de abril de 1887, Édouard Delamare-Deboutteville, pionero francés de la ingeniería, emprendió un recorrido inédito a bordo de su propio vehículo impulsado por un motor de combustión interna. El trayecto, que conectó Neuilly-sur-Seine con Versalles, es considerado como la primera carrera automovilística de la historia.
En realidad, más que una competencia formal, fue una gesta en solitario. “¿La parte más loca? Solo participó él. Literalmente: una carrera de uno”, se recuerda entre anécdotas históricas. Delamare-Deboutteville, enfrentándose únicamente al polvo y a los desafíos técnicos de su rudimentario automóvil, realizó el trayecto sin espectadores, sin banderas de cuadros y sin más recompensa que haber puesto en movimiento una idea revolucionaria.
Aunque pueda parecer un hecho menor, este primer viaje sembró las bases de lo que hoy constituye una de las industrias más importantes y apasionantes del mundo. Sin ese primer impulso hacia lo desconocido, tal vez no existirían los grandes campeonatos de Fórmula 1, las 24 Horas de Le Mans o los espectaculares eventos de drifting que llenan calles y pistas alrededor del planeta. “Ese viaje silencioso plantó la semilla de un deporte que hoy mueve millones de personas, emociones y motores en todo el mundo”, se rememora.
La hazaña de Delamare-Deboutteville, que podría haber pasado desapercibida como una curiosidad histórica, es en realidad el primer capítulo de una saga que transformó profundamente la movilidad humana y dio origen a la cultura automovilística global.
El nacimiento de la competencia oficial
Aunque el recorrido solitario de 1887 es reconocido como el primer intento de competencia automotriz, la historia señala que la primera carrera oficial llegó siete años más tarde. En 1894, el periódico francés Le Petit Journal organizó el Paris-Rouen: Concours des Voitures sans Chevaux (Concurso de vehículos sin caballos). A diferencia del solitario trayecto de Delamare-Deboutteville, esta competencia sí reunió a múltiples participantes, entre los que destacaron innovadores de marcas como Peugeot y Panhard & Levassor.
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Con un recorrido de aproximadamente 126 kilómetros, desde París hasta Rouen, el evento no solo premiaba la velocidad, sino que también evaluaba la seguridad, fiabilidad y viabilidad de los vehículos como medios de transporte para el ciudadano común.
Este concurso de 1894 consolidó el automóvil como una herramienta práctica, más allá de ser un experimento de ingeniería, y sentó las bases para el desarrollo industrial y social que vendría en las décadas siguientes.
El aporte técnico de Delamare-Deboutteville
Más allá de su histórica carrera, Édouard Delamare-Deboutteville jugó un papel crucial en el desarrollo temprano del motor de combustión interna en Francia. Aunque su prototipo, desarrollado en 1884, enfrentó constantes fallos mecánicos —explosiones internas, transmisiones defectuosas y materiales poco confiables—, su trabajo fue esencial para el perfeccionamiento de las tecnologías automotrices emergentes.
En paralelo, en Alemania, Karl Benz trabajaba en proyectos similares, lo que demuestra que la carrera por construir el primer automóvil funcional fue, desde sus orígenes, un esfuerzo global y simultáneo. Delamare-Deboutteville encarna así la figura del inventor tenaz, dispuesto a lanzarse hacia territorios desconocidos movido por la convicción de que el futuro estaba sobre ruedas.
Su primer vehículo, aunque imperfecto, “simboliza la voluntad de lanzarse a lo desconocido sin certezas, pero con una convicción inquebrantable”, en palabras de los historiadores.
El legado de un impulso solitario
Hoy, más de un siglo después de aquel primer viaje solitario, el automovilismo deportivo es una industria que, según The Business Research Company (2024), genera más de 20 mil millones de dólares anuales a nivel mundial. La Fórmula 1, con su despliegue tecnológico y mediático, se mantiene como la máxima expresión del deporte motor.
Sin embargo, detrás de los podios, los himnos nacionales y los festejos multitudinarios, sigue latiendo el espíritu de Édouard Delamare-Deboutteville: la valentía de iniciar un camino donde no existía ninguno.
Aquel día de 1887, no solo se impulsó una máquina: se impulsó una idea capaz de cambiar la historia. Y es por eso que hoy, al mirar cualquier pista de carreras o cualquier calle transitada por vehículos, rendimos homenaje a quien, solo con su pasión y determinación, condujo el mundo hacia un nuevo destino.