“Una nación sin elecciones libres, es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos.”
Octavio Paz
Vaya festín democrático. Hace meses, iniciamos oficialmente el proceso electoral más complejo de la historia de nuestro país, aunque algunos, con astucia, lo hicieron hace años. Hemos vuelto tan complicada nuestra vida electoral, que por ende se ha tornado cada vez más onerosa, y pongo esto sobre la mesa, porque los costos de la democracia afectan directamente el gasto que bien podríamos invertir para el desarrollo de nuestra sociedad. Una nueva democracia como la nuestra, requiere formas y reglas más sencillas, más confiables.
¿Realmente aprendimos la lección? Para bien o para mal, la vida política de nuestro país continuará su curso, sería importante voltear a ver la factibilidad de la segunda vuelta y la homologación de los procesos electorales. Suprimir los 22 millones 959 mil 180 spots publicitarios por programas de gobierno, evocaría a la reflexión y quizá desvanecería el hartazgo ciudadano. Tal vez me lea muy optimista, pero en la realidad, no se trata de saber pelear o criticar, sino de provocar al México inteligente en nuestro propio beneficio. Un minuto en la casilla cambió la historia de un pueblo. Habría que preguntarle a los políticos cuánto nos cuesta su liderazgo. Nos vendría bien comparar el costo de esta elección contra los verdaderos resultados, cuán interesante sería revivir en pleno siglo XXI, a aquel devoto de la justicia y la vida política considerado uno de los siete sabios de la antigua Grecia, el gran Solón, quién entendía que para gobernar a los demás, era indispensable saber gobernarse a uno mismo, pero Solón, ya es historia, a vivir la realidad, lo que tenemos, es lo que hay.
Claudia Mollinedo
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