Esta historia es sólo una pequeña muestra de la bondad impresa en los seres humanos, y llama a la sociedad a entender a las personas con discapacidad
Una pareja en Reino Unido ha tenido que fortalecerse entre sí después de recibir numerosas críticas en su contra por su “irresponsabilidad” al adoptar nueve niños con Síndrome de Down.
La historia de Pam y Gerald Patterson inició durante la década de los setenta cuando ambos decidieron realizar un voluntariado en el Club Getaway, Birmingham, un hogar que acoge niños con necesidades especiales.
La pareja se enamoró y se casó decidiendose a adoptar únicamente menores con esta característica, después de haber aprendido mucho sobre su comportamiento y forma de desarrollo en su voluntariado.
Pam es una enfermera jubilada y su marido Gerald es un ex oficial de policía, ambos se han abierto paso entre injurias y críticas para poder proveer a estos pequeños un hogar cariñoso en la que el amor y comprensión son inagotables e incondicionales.
Fue así que la pareja, que ya tenía dos hijos biológicos, Emma y Chris, decidieron adoptar a James(32), Alice(28), Molly(26) y Riley (10); sin pensar que su ejemplo serviría de influencia para el hermano de Pam, Roger Bull y su esposa Leigh, quienes adoptaron a David(35), Timothy(28) y la pequeña Marie(4).
Además la sobrina de los Patterson, Jenny, quien es hija de Roger, también adoptó a Isabel de seis años y, más recientemente, a los gemelos, George y Tomás de tres años de edad.
La experiencia de adoptar, dicen los Patterson, ha enriquecido sus vidas. Pero, admiten, no ha sido un camino fácil ya que turnarse para cuidar de sus hijos resulta ser agotador.
Además, constantemente tienen que escuchar insultos de los transeúntes, comentarios de los médicos e incluso de sus propios familiares. Uno de ellos incluso preguntó “por qué arruinaban sus vidas y la de sus hijos biológicos”.
Entre la búsqueda de conseguir dinero suficiente para mantenerlos a todos, Pam se cuestiona también por lo que sucederá a sus hijos cuando ella y Gerald mueran.
Algunos adultos con síndrome de Down pueden vivir solos, pero Pam espera que sus hijos adoptivos continúen viviendo en el hogar familiar con sus cuidadores, aunque ella no espera ni quiere que sus hijos biológicos se muden y cuiden de ellos.
“Adoptaría otro mañana pero, ahora que soy mayor, no puedo darles el compromiso que necesitan”, dice. “Para nosotros, no es extraordinario. No somos santos, no somos perfectos. Es solo nuestras vidas y lo que hemos elegido hacer y no lo cambiaríamos por nada del mundo “, aseguró.
Esta inspiradora historia es sólo una pequeña muestra de la bondad impresa en los seres humanos, y llama a la sociedad a entender a las personas con discapacidad
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