Una persona autista, si bien no lleva una vida como la del resto, si cuenta con un tremendo potencial para ver detalles y patrones que pasarían desapercibidas por los demás
Hay efemérides que entran con calzador en el calendario, pero hoy me llamó la atención una que tiene un punto interesante del cual podríamos aprender mucho. Y es que en el Día del Orgullo Autista, hay quienes opinan que lejos de pensar en una enfermedad, bien podríamos estar frente a un increíble potencial.
Se acuerdan de una de las películas de Superman, donde el pequeño Clark Kent se encerraba en un armario de la escuela, pues al no controlar sus poderes escuchaba, veía, sentía, olía y percibía todo a gran detalle. Un cúmulo de estímulos lo bombardeaba sin que pudiera filtrarlos para organizar sus ideas. Bueno pues algo así le pasa a los autistas.
Personas con una hipersensibilidad a los estímulos, sin la capacidad de filtrarlos o sin poder centrarse en una conversación. Algo así como tratar de escuchar un susurro, en medio de mucha gente y con la música a todo volumen. Una condición producto de un exceso de conexiones en un funcionamiento cerebral distinto.
Y es que leyendo al respecto, encontré el testimonio de Laura Perales, una madre con un hijo autista cuyo punto de vista podríamos aplicarlo para todo el mundo. Ella comenta que vivimos en una sociedad donde nos preocupa más lo que no podemos hacer, que lo que sí podemos lograr.
En las escuelas, no nos fijamos si nuestros hijos sacan 10 en historia, sino por qué sacaron 5 en matemáticas o viceversa. Vemos nuestras fallas, en lugar de potencializar nuestras capacidades. Nos enfocamos en poder hacer lo mismo que los demás, pero no en lo que sólo nosotros podemos hacer.
Esto claro, luego de un proceso de enseñanza, esfuerzo y dedicación. Porque tampoco se trata de decir que la flojera es nuestra mayor aptitud.
Y es que por ejemplo en el caso de un autista, si bien no lleva una vida como la del resto, si cuenta con un tremendo potencial para ver detalles, patrones o imágenes que pasarían desapercibidas por los demás.
Una características muy apreciada en empresas de tecnología o en lugares como Silicon Valley.
Entonces por qué no potencializar nuestras habilidades, en lugar de guardar en burbujas a quienes son diferentes. Por qué pretender que somos todólogos y no especialistas en ciertas modalidades.
Aprendiendo a aprender y escuchando a quien sepa más que yo. Pues un buen orador no siempre será líder o aquel introvertido quizá cambie al mundo.
Desarrollemos nuestras capacidades pero también modifiquemos el rumbo cuando sea necesario. Pues bien lo dice el dicho, que el que corrige, nunca se equivoca. O alguien opina lo contrario, a ver, que levante la mano.
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