Amy Coney Barrett considera que una “carrera legal no es más que un medio para un fin…y ese fin es la construcción del reino de Dios”
Con un perfil muy conservador, Amy Coney Barrett es una abogada, jurista y académica estadounidense que fue confirmada como jueza asociada en la Corte Suprema de los Estados Unidos, en sustitución de la fallecida Ruth Bader Ginsgburg.
Nacida el 28 de enero de 1972, Amy Coney Barrett es conocida por sus opiniones católicas, conservadoras y antiabortistas, además de ser señalada de mantener vínculos con un grupo religioso cristiano llamado People of Praise (Gente de alabanza), el cual promueve una visión de superioridad divina que coloca al hombre como “cabeza” de la familia y la fe.
Antes de ser nominada por Donald Trump para ocupar la vacante en la Corte Suprema que dejó el icono progresista y feminista Ruth Bader Ginsburg, ejercía como jueza federal en la Corte de Apelaciones del Séptimo Circuito de los Estados Unidos desde 2017.
Amy Coney Barrett es la mayor de siete hermanos y madre de siete hijos, incluidos dos adoptados de Haití y un pequeño con síndrome de Down, pasó su infancia en Nueva Orleans, en el sur conservador.
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Se convirtió en una de las mejores estudiantes de la escuela de derecho de Notre Dame en Indiana, institución en la que enseñó durante 15 años clases de procedimiento civil, derecho constitucional e interpretación de leyes.
Al comienzo de su carrera como abogada, trabajó como secretaria del renombrado juez conservador de la Corte Suprema Antonin Scalia y adoptó su filosofía “originalista” que entiende la Constitución tal como estaba destinada a ser leída en el momento de su redacción, en contraposición a la interpretación más progresista.
Mientras se desempeñaba como juez en la corte federal de apelaciones de Chicago, Amy Coney Barrett adoptó posiciones a favor del derecho a portar armas y desfavorables para los migrantes y mujeres que pretenden abortar.
Igualmente se ha mostrado opuesta al Obamacare, la reforma de salud impulsada por el expresidente Barack Obama que extiende y mejora el acceso a los cuidados de salud y disminuye el gasto mediante regulaciones e impuestos, misma que los republicanos han intentado desmantelar en los últimos años, cuyo fin afectaría a 20 millones de estadounidenses.
Una de sus conferencias, impartidas a estudiantes en Notre Dame, se usa para criticarla, dado que se presenta a sí misma como un “tipo diferente de abogada”, y considera que una “carrera legal no es más que un medio para un fin…y ese fin es la construcción del reino de Dios”.
Barrett y su esposo pertenecen a People of Praise, cuyos miembros hacen un juramento de lealtad de por vida. Cada uno tiene un asesor personal que les ayuda y aconseja en la toma de decisiones importantes, como pareja, sitio de residencia, trabajo e incluso cómo criar a los hijos.
A nivel político, Amy Coney Barrett cumple con las dos pruebas de fuego que exige Trump a los jueces federales: la voluntad de revocar la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio (Obamacare) y revocar “Roe vs Wade”, la legislación histórica que legalizó el aborto en Estados Unidos.
Dado que Amy Coney Barrett se opone a garantizar el acceso a la anticoncepción, se espera que sea una pesadilla por décadas para la libertad reproductiva.
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