Frank Miller está convencido de que la complejidad humana es atemporal, que en ocasiones el fracaso “puede ser el mejor amigo, del que aprendes mucho”
Uno de los grandes momentos de la Feria en todas sus ediciones, como lo definió su directora, Marisol Schulz Manaut, fue la presencia de Frank Miller, el célebre novelista gráfico que ha marcado a generaciones enteras con historias como Sin City, ciudad del pecado, y 300, la historia de los espartanos comandados por Léonidas.
La historia del cómic no podría ser ni remotamente la misma sin la figura de Miller, quien rememoró sus inicios en el dibujo desde muy niño. “Tenía cinco años cuando fui a la cocina a hablar con mi madre, le mostré unas hojas con dibujos, engrapadas, y le dije que iba a hacer eso el resto de mi vida”, señaló el artista, quien sostuvo una charla con el cineasta Francisco Payó González.
Ante la anécdota, Payó preguntó a Miller sobre cómo podía estar tan seguro de que esa sería su vida, a lo que el estadounidense añadió que “a los cinco años puedes hacer lo que quieras. Lo único que quería hacer era dibujar”.
En su caso, estaba determinado a cumplir su sueño, aunque sabía que le llevaría años hacerlo bien, pero si “estás dispuesto a trabajar arduamente y amar lo que haces, no importa lo que sea”, al final se verán los resultados, incluso a pesar de las opiniones en contra.
Vestido con una playera de Superman, Miller reconoció que a lo largo del tiempo su estilo se ha ido ampliando, pues a pesar de su devoción por el cómic, no es aficionado de una historia en particular, aunque más avanzada la charla confesó, mientras se ponía los lentes de Clark Kent, que para un niño flacucho y tímido, como había sido él mismo, era maravilloso poder convertirse en otra persona.
Señaló también que su entrada en el mundo de la ilustración de cómic se dio por la colaboración de amigos suyos comprometidos con llevar sus historias a un público más amplio, como en el caso de Sin City, porque antes se pensaba que los cómics eran exclusivamente para niños. Esto, añadió, es una gran diferencia con la época actual, cuando a la mayoría del público, a pesar de que han crecido, le siguen gustando sus historias.
Esta variable —exponerse a públicos diversos— ha motivado enfoques diferentes en sus obras, sensibilidades distintas y ha fomentado todo un movimiento independiente de los cómics que gira en torno a él, como las editoriales especializadas, ampliando el panorama de trabajo para los creadores.
Al mirar atrás y ver sus obras más antiguas, el creador de Batman: El caballero de la noche regresa y Daredevil, dice no pensar precisamente en la importancia que han llegado a tener y cómo ha cambiado, sino que todo eso le sirve de pretexto para volver a su cabeza a pensar cómo hizo dichos proyectos y revivir el sentimiento de la época, el clima sociopolítico que sirvió de contexto a la creación de sus obras.
En el caso de Batman, resalta que es un personaje que podría ser malo debido a todas las cosas que le han sucedido pero, por el contrario, decide “aportar orden al mundo”.
Miller contó a los cientos de jóvenes que abarrotaron el auditorio Juan Rulfo que para dar forma a 300 llevó a cabo una profunda investigación histórica, mientras que en el caso de Maldita, la novela que presentó en la FIL 2019 en coautoría con Thomas Wheeler, se basaron en la famosa leyenda del rey Arturo, pero reinterpretada desde una perspectiva inesperada, completamente feminista, con una “joven protagonista que enfrenta todos los temores de este tiempo y afronta un gran destino”.
El artista está convencido de que la complejidad humana es atemporal, que en ocasiones el fracaso “puede ser el mejor amigo, del que aprendes mucho, incluso a poder apreciar el éxito”, y aseguró que su “peor temor es aburrirse”.
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