Aunque el movimiento homosexual ha tenido importantes avances, la homosexualidad en México tiene un tratamiento desigual en cada entidad
El colectivo LGBT lucha contra la discriminación por orientación e identidad sexual, así como por la normalización y reconocimiento de derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero y transexuales, a raíz del «movimiento de liberación LGBT», surgido oficialmente en 1969 tras los disturbios de Stonewall en Estados Unidos.
Teniendo como una de las principales acciones el Día del Orgullo LGBT, en el que multitudes de personas salen a las calles de las principales ciudades del mundo occidental.
En México, el Movimiento de Liberación Homosexual nace a finales de la década de los setenta, mientras el país vivía la hegemonía del partido dominante, la guerra sucia y el crecimiento de grupos sociales independientes, vinculados con la izquierda política, gracias a las reformas al régimen político que se suscitaron en la segunda mitad de la década y que abrieron una grieta a la participación política.
Recordemos que, para ese entonces, la homosexualidad era considerada una enfermedad psiquiátrica, un delito perseguido mas no penalizado y una perversión o desviación de la conducta heteronormada.
Es así que, el 26 de julio 1978, una treintena de homosexuales participan en la marcha de aniversario de la Revolución Cubana, los cuales se identificaron como integrantes del Frente de Liberación Homosexual de México, agrupaciones ocultas y minúsculas que discutían el sentido de la homosexualidad, de forma separada a las glosas sociales del deseo homoerótico que prevalecían en la época.
Después, el 2 de octubre del mismo año, el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), el Grupo Lambda de Liberación Homosexual y el Grupo Autónomo de Lesbianas Oikabeth participaron en un contingente en la marcha conmemorativa de los 10 años de la represión del movimiento estudiantil de 1968.
Pero fue a finales de junio de 1979 que se realizó la primera manifestación a favor de los derechos de la población homosexual, coincidiendo con el décimo aniversario de los disturbios de Stonewall en Nueva York.
Exigiendo la libre expresión sexual y protestando contra de la represión social y policial, cerca de mil personas partieron de la columna de la Independencia, recorrieron la calle de Lerma, ya que la policía del Departamento del Distrito Federal (DDF) los desvió para que no transitaran por el Paseo de la Reforma, y llegaron a la hoy extinta Plaza Carlos Finlay, a unos pasos del Gayosso de Sullivan; asimismo, las agrupaciones de mujeres lesbianas tenían en su agenda la liberación de la mujer y la lucha contra el patriarcado.
El principal antecedente del Movimiento de Liberación Homosexual fue en 1901 con la aprehensión de 41 hombres homosexuales que participaban en una fiesta al interior de una casa ubicada en la Ciudad de México, siendo la primera mirada pública de la homosexualidad.
Se cuenta que la mitad de los participantes vestía ropa de mujer, y entre ellos se encontraba Ignacio de la Torre, yerno del presidente Porfirio Díaz, quien fue exento de ser aprehendido.
Este suceso no pasó de largo, quedando plasmado en los periódicos locales y grabados, realizados por Guadalupe Posada, que caricaturizaban y ridiculizaban a aquellos “maricones, muy chulos y coquetones”.
El hecho pasó al imaginario colectivo y desde entonces, en México el número 41 se relaciona a la homosexualidad.
Pero, ¿por qué los movimientos de la diversidad sexual y de género hablan de un orgullo para referirse a la lucha por sus derechos? Es la pregunta que por años se han hecho muchas personas, dentro y fuera de la comunidad.
La respuesta a dicha pregunta es el principal argumento de quienes critican que “la marcha” ha perdido su esencia, su sentido reivindicativo, para pasar a ser un carnaval al servicio de las marcas comerciales que la ven como una oportunidad de mercado.
Entendamos que el orgullo es un proyecto político que surgió para contrarrestar las ideas negativas sobre las personas homosexuales y trans; es decir, hacer frente a los prejuicios que las concebían como patológicas, anormales, amorales y perversas, teniendo como principal tesis, enunciar con orgullo y dignidad la existencia de las personas LGBT+, contra el estigma, satanización y discriminación.
De esta forma, la visibilización de las personas de la diversidad sexual -que muchos años era impensable más allá de los titulares de la prensa amarillista que estigmatizaba a homosexuales y travestis-, partió de un planteamiento sobre liberar a la humanidad mediante un cambio social en las conciencias alrededor de la sexualidad.
Los esfuerzos de los colectivos se han centrado en modificar los discursos y percepciones sociales sobre la homosexualidad, posicionamientos a políticos, medios de comunicación y el clero, para que se manifiesten en contra de los actos de discriminación y exclusión social, y a favor del reconocimiento de los derechos elementales.
Así, aunque hoy la realidad ha tenido importantes cambios, es necesario entender que la homosexualidad en México tiene un tratamiento desigual en cada entidad, derivado por los contextos históricos, sociales y políticos locales, por lo que, los desafíos legales y sociales presentan importantes variaciones.
IPR
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