Las representaciones son una respuesta dramática y visualmente escalofriante a la desde sus códigos morales y creencias en tiempos de crisis
A escasos días de que se lleve a cabo en nuestro país el Día de Muertos, cabe destacar que la iconografía de la muerte es un tópico recuperado por todas las culturas.
Más todavía, al tiempo que nos atañe, es rescatable otro tipo de representaciones de la muerte, la que viene acompañada de las pandemias.
En detalle, el arte de la muerte es consecuencia del periodo nombrado poéticamente como Otoño Medieval, en alemán (Herbst des Mitttlelalters); es decir, un periodo que se caracteriza por ser la consecuencia de una serie de acontecimientos que estremecieron los paradigmas del medievo y convulsionaron a la mentalidad colectiva; tales como, crisis demográficas derivadas de la Peste Negra (1346-1353), y sus sucesivos rebrotes (13337-1453), la Guerra de los Cien Años (13337-1453) y sus conflictos paralelos.
El otoño medieval es la forma bonita para nombrar un periodo de crisis económica y social; que si pudiéramos englobar en cuatro conceptos serían: peste, guerra, hambre y culpabilidad moral.
Con este contexto de por medio no es de extrañar que el tema de la muerte se convirtiera en un tópico recurrente de la vida; además, del arte; más que nada, como un medio de catarsis ante el miedo constante de morir.
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Es así que el medioevo se volvió una fuente fructífera de alegorías de la muerte. Los artistas de la época establecieron una relación obsesa con su representación y mostraron de manera constante el recordatorio de la mortalidad por medio de iconografías conocidas como “Imágenes de los macabro”.
Las expresiones artísticas más depuradas de la obsesión con la muerte durante este periodo son: encuentro de los tres vivos y los tres muertos, la danza macabra, el transi tomb y el triunfo de la muerte.
Se tratan de una respuesta dramática y visualmente escalofriante a la interpretación de la muerte desde sus códigos morales y creencias en esos tiempos de crisis.
Todas estas expresiones tienen en común la representación de la muerte como un elemento unificador y universal que se lleva de igual manera a todos los hombres.
La realidad de lo macabro tiene como fin dar una lección moral, busca recalcar que las glorias terrenales y la belleza son tan frágiles como banales y que lo único que importa es el buen comportamiento para ganarse una parcela en el cielo.
En otras palabras, es un medio para decir que todo es pasajero, nada perdura y, más importante aún, que si “el santo esperaba la muerte con alegría, los pecadores no”.
Si quieres conocer de qué van estas cuatro iconografías a detalle, así como ver algunas de sus representaciones, te invito a ver si siguiente video que hice en colaboración.
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CAB