En el cine mexicano hay grandes joyas fílmicas que al verlas en la pantalla grande te hacen gritar ¡Como México no hay dos!
Las fiestas patrias son el mejor momento para enaltecer la riqueza cultural que tiene nuestro país, desde los platillos típicos, las tradiciones, los bailes, la música, hasta sus monumentos históricos, sus bellezas naturales, y por qué no, el cine nacional que ha dejado huella en el colectivo de un pueblo.
En el cine de nuestro país han surgido grandes joyas que se han convertido en filmes de culto, y cuya proyección en la pantalla grande te hacen gritar sin duda: ¡Como México no hay dos!
Por eso, y sabiendo que el gusto se rompe en géneros, te invitamos a que en estas fechas patrias veas estas 20 icónicas películas y te dejes enamorar con la historia y la cultura de nuestro país.
Como agua para chocolate (Alfonso Arau, 1992)
El lenguaje se convierte en sabores y la comida mexicana consigue su protagonismo en este romance de toques fantásticos donde existe una fuerte alegoría entre el amor, el sexo y el arte culinario.
Profundo Carmesí (Arturo Ripstein, 1996)
Italia, México y Estados Unidos narraron esta misma historia basada en hechos reales sobre los asesinos Martha Beck y Raymond Fernández, que en los 40’s aniquilaron casi a una veintena de viudas, pero fue en manos de Ripstein que la versión mexicana apabulló a sus contrincantes ganando el mejor guión en Venecia.
María Candelaria (Emilio Fernández, 1944)
Emilio “El Indio” Fernández alguna vez se declaró como la encarnación del cine mexicano, y su declaración no estaba lejos de la realidad pues junto a Gabriel Figueroa logró captar, estética y narrativamente, las tragedias más notorias y románticas de nuestro cine, historia y evolución social.
Nosotros, los pobres (Ismael Rodríguez, 1948)
La fábula de la desgracia, con esta película Ismael Rodríguez construye un homenaje hacia el pobre, hacia al arrabal, hacia la vecindad. No cabe duda la influencia melodramática que este filme dejó en las consecuentes telenovelas mexicanas. Si quieres conocer a México debes de saber silbar “Amorcito Corazón” y defender la inocencia de Pepe “El Toro”.
El Callejón de los Milagros (Jorge Fons, 1995)
Antes de los amores perros, el desaparecido Jorge Fons comulgaba los cuentos de un barrio y su vecindad para exponenciar la sensualidad y los secretos más íntimos y oscuros de una serie de pintorescos personajes tan conocidos como el vecino, el cantinero, la casera o los jóvenes ávidos por amor.
La Ley de Herodes (Luis Estrada, 1999)
Este divertido, brutal y realista estudio del protocolo gubernamental del llamado “dinosaurio mexicano”, es emblemática gracias a la genial interpretación de Damián Alcazar, con su sátira sobre la corrupción personal, social y económica desde una menor escala hasta una república democrática.
Los Caifanes (Juan Ibáñez, 1967)
El “caifán”, gente de barrio que todo lo puede, entes bandoleros, poetas callejeros y criaturas nocturnas de la Ciudad de México que han forjado su folclor y lenguaje: “Una rubia bien elodia”, “Pasajeros al tren”, “las sobrinas de las otras botellas”, dialectos que solo aquellos que reconozcan el sabor de unos sabrosos tacos de cabeza podrán identificar y/o traducir.
El Ángel Exterminador (Luis Buñuel, 1962)
La oda a la tortura del burgués, aunque los filmes de este director español no son considerados cien por ciento cine mexicano, dado el financiamiento extranjero que en su gran mayoría recibía, el surrealismo de Buñuel refleja el resquebrajamiento del abolengo y encierra en un cuarto a una serie de personajes tan falsos como despreciables, donde el castigo por el boleto de la hipocresía tiene el mismo costo de acceso y la misma hora de salida.
El Santo contra las mujeres vampiro (Alfonso Corona Blake, 1962)
Probablemente sean las películas de culto mexicanas más conocidas a nivel internacional. Las series del Santo contra diversas especies antropomorfas son un legado importantísimo al cine de horror, a pesar de que paradójicamente algunas de ellas parezcan más divertidas que espeluznantes.
El Rey del Barrio (Gilberto Martínez Solares, 1950)
La espontaneidad en el humor de Tin Tan fue avasallante, y llegó al clímax cuando el “Pachuco de Oro” encarnó al Rey del Barrio, figura que lo posicionaría con toda justicia como el artista cómico más completo dentro de la filmografía mexicana después de Cantinflas. Aquí detonaría sus mayores tablas en el humor físico y en el oral.
Los Tres Huastecos (Ismael Rodríguez, 1946)
Uno es cura, el otro bandido y el tercero es militar que desea atrapar al bandolero, sin saber que éste es su hermano. Este filme exploró nuevas técnicas cinematográficas y musicales y le demostró al mundo que el cine mexicano sabía innovarse pues hasta ese momento, ningún actor había interpretado tres papeles conviviendo de una manera tan natural dentro del mismo cuadro.
Rojo Amanecer (Jorge Fons, 1989)
Fue la primera película en tocar el tema de la masacre de Tlateloco del 2 de octubre de 1968, y fue señalada por sus detractores como una cinta de “débil propuesta, inflada por chantajes político-sentimentales”.
El Violín (Francisco Vargas, 2005)
“Se acabó la música“. Una frase que retumbará en los oídos y en la mente de todo amante del cine mexicano y que se ha vuelto el símbolo de este clásico lleno de neorrealismo sin espacio, atemporal, que puede ser aplicado a cualquier situación o circunstancia de la nación mexicana o latinoamericana de los últimos 100 años.
Salón México (Emilio “El Indio” Fernández, 1949)
Da cuenta de cómo la Ciudad de México se agigantaba y los valores desarrollistas chocaban con las dinámicas del arrabal. Fue el primer encuentro del Indio Fernández con el espacio urbano, y es tanto una tragedia amorosa como un homenaje a la vida nocturna de la capital.
El Vampiro (Fernando Méndez, 1957)
En México, el monstruo macabro, romántico y sexual, proveniente de la mitología de la región eslava se forjó gracias a la imagen de Germán Robles como el icónico vampiro mexicano, nahual con capa y fistol, es un mito vivo y un trastorno de la personalidad.
Mexicanos al grito de guerra (Ismael Rodríguez, 1943)
En pleno apogeo del nacionalismo en el cine mexicano, Ismael Rodríguez realizó esta película con el ídolo del momento, Pedro Infante, quien interpreta a un joven que se alista al ejército mexicano para combatir a los franceses a mediados del siglo XIX.
Ahí está el detalle (Juan Bustillo Oro, 1940)
Monumento a un único e inigualable estilo humorístico basado en la espontaneidad y la agilidad oral, reconocida de manera internacional e incluso aceptada por la Real Academia de la Lengua, esta película es el clímax del “cantinflismo”.
La Sombra del Caudillo (Julio Bracho, 1960)
En el cine nacional nunca se había permitido una historia que hiciera la mínima crítica al Ejército Mexicano; por ello la influyente asociación militar Legión de Honor solicitó al entonces secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, “revisar” de manera privada el filme que “denigraba a la Revolución”.
Macario (Roberto Gavaldón, 1960)
Nuestra celebración y veneración fílmica hacia la figura que nos define como cultura: la muerte. En la conversión surreal y espiritual de Macario convergen todas las creencias populares y simbologías de nuestra raza, dirigidas con soltura por un Gavaldón que sitúa al ángel de la muerte como un ser tan complejo para el adulto como simplista y didáctico para un niño.
Los Olvidados (Luis Buñuel, 1950)
Esta obra engloba de manera fulminante la visión de un México tan trágico como esperanzador.
Tras huir de la Guerra Civil Española y nacionalizarse mexicano, Buñuel deja claro que en su “ficción” no trata la generalidad de un país, sino aquellos recónditos personajes “olvidados” en los que se cimientan la pobreza y el esbozo primitivo de nuestros pecados como nación y sociedad.
Sabemos que nos faltan muchas, pero cuéntanos, ¿con qué película te atreves a gritar “¡Viva México!”?
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