La diva contaba con un sillón en su casa que era de uso exclusivo, el cual estaba posicionado de tal manera que las luces exhaltaban su rostro
Mirar una fotografía de Dolores del Río es adentrarte a un rostro de elegancia, sensualidad y misterio que desborda pasiones y la envuelve en un halo de divinidad terrenal, y quien el día de hoy cumpliría 114 años.
María de los Dolores Asúnsolo López Negrete nació un 3 de agosto de 1905 en Durango, México. Sus padres, adinerados, perdieron todo durante la Revolución Mexicana por lo tuvieron que trasladarse a la Ciudad de México, donde Dolores creció apasionada por la danza y el teatro.
A los 16 se casó con Jaime Martínez del Río, un aristócrata de 34 años, y cuya luna de miel duró un año y medio por Europa.
En España, Dolores bailó en el Hospital de Carabanchel ante los reyes Alfonso XIII y María Eugenia, la reina le obsequió su retrato con una cariñosa dedicatoria que la actriz colocó en la sala de su residencia y lo presumía a sus visitantes.
Jaime la presentó con sus amigos los duques de Medinacelli y el duque de Alba, ella comprendió que el protocolo de la alta sociedad europea, era muy diferente al de su patria.
De regreso en México en 1922, Jaime proyectó dedicarse al cultivo del algodón en la Hacienda Las Cruces, en Nazas. Sin embargo, una estrepitosa caída en el mercado mundial de algodón, provocó una crisis económica en la joven pareja, que sumada a un aborto involuntario de parte de Dolores que puso en riesgo su vida, provocaron que la pareja se instalara en la Ciudad de México bajo el amparo económico de sus respectivas familias.
En 1925, el cineasta estadounidense Edwin Carewe, famoso productor de películas de la First National, se encontraba en México en la boda de los actores Bert Lytell y Claire Windsor en donde conoció a Dolores y a su marido.
Encantado y desesperado por seducirla, Carewe convence a los Del Río a trasladarse a Hollywood para convertir a Dolores en una estrella, filmando en 1926 su primer corto en cine mudo What Price Glory? Dirigida por Raoul Walsh.
Una vez en Hollywood, bajo la tutela de Carewe, Dolores aprendió inglés y actuación, mientras que Jaime incursionaba como guionista sin resultado alguno.
En 1927, Carewe dirige a Dolores en otro éxito, Resurrection, adaptación de la novela de Tolstoi. Pero la fama tiene su precio y ella y su esposo deciden separarse.
Ante esta oportunidad que se le presenta Caraew inicia los trámites para divorciarse también de su esposa, y consolidar junto a Del Río, una poderosa pareja en Hollywood; sin embargo cuando Dolores declara a la prensa que nunca se casará con Carewe, éste toma venganza y filma otra versión de Resurrection en 1931, reemplazando a Dolores.
Dolores no quedaría sola por mucho tiempo. A fines de 1930, se casa con Cedric Gibbons —diseñador de la estatuilla del Oscar— uno de los directores de arte más establecidos en la sociedad de Hollywood, y filma Bird of Paradise (1932), dirigida por King Vidor y filmada en blanco y negro en Hawaii.
Su escena más famosa —Dolores nadando completamente desnuda en el mar durante una secuencia nocturna— escandaliza a los espectadores de la época.
Con los años 30 y el ocaso definitivo del cine mudo, llega el auge de los musicales. Filmada en blanco y negro, Flying Down to Rio (1933) queda en la historia como la primera película que unió a Fred Astaire y Ginger Rogers. Pero Dolores es presentada como protagonista de esta liviana comedia musical.
Interpreta a Belinha, la seductora heredera brasileña que enamora a un compositor estadounidense. Gran éxito comercial para la productora RKO, que justo había tenido la mala idea de terminar su contrato con Del Río.
En agosto de 1934, regresa a México para la inauguración del Palacio de Bellas Artes, junto a Frida Kahlo y Diego Rivera, donde declara que se siente orgullosa de ser mexicana.
Edwin Carewe, descubridor de Dolores, fallece en 1940, a los 56 años. La pérdida afecta profundamente a la actriz, al igual que el posible suicidio de su primer marido años atrás.
Dolores conoce al joven Orson Welles y se enamora de su cultura y sofisticación, comenzando un romance que deriva rápidamente en un segundo divorcio para Dolores.
Ella era 11 años mayor que él y ambos se admiraban incansablemente. Welles las describía como “guapa con locura” y ella como “un genio a la altura de Shakespeare”. Sin embargo la relación termina abruptamente cuando Welles viaja a Río de Janeiro e ignora los telegramas de la actriz.
Sola en un país agobiado por la Segunda Guerra Mundial y habiendo perdido el apoyo de su público, Dolores decide filmar en México Flor silvestre (1943) con el director Emilio “El Indio” Fernández, el iluminador Gabriel Figueroa y el actor Pedro Armendáriz, inciando con ello el mito de Dolores en la era dorada del cine mexicano.
La belleza de Del Río fue apliamente explotada por los directores de la época que la elevaron al grado de diva, un estatus que también fue alimentado por la misma actriz quien contaba con un sillón en la sala de su casa que destacaba su “divinidad”.
De acuerdo con declaraciones hechas por Ignacio López Tarso, con quien Dolores colaboró en la obra de teatro “Querido embustero” de Jerome Kilty, en 1963; en una ocasión tuvo la oportunidad de visitar la casa de la actriz y ser testigo de la utilización de un fino sillón que era de uso exclusivo de la duranguense.
Este mueble se encontraba estratégicamente colocado en el centro, de una pared, frente a una ventana cubierta por cortinas de satín que daban la especia de ser un elegante trono.
Ahí, cuando Dolores se sentaba las luces le bañaban el rostro de tal forma que creaban un halo de belleza que “invitaban a cualquiera a quedar absorto como si de una diosa se tratatara”.
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