La trata de personas es la esclavitud del siglo XXI que no distingue regiones, está entre nosotros, todos los días, flagelando a millones y robando vidas
La trata de personas es la cosificación del ser humano, reducirlo a nada en su dignidad personal. Es un delito que explota a mujeres, niños y hombres con numerosos propósitos, incluídos el trabajo forzoso y la explotación sexual.
Ésta ocurre cuando una persona promueve, solicita, ofrece, facilita, consigue, traslada, entrega o recibe a una persona con fines de explotación.
Si bien la forma más conocida de trata de personas es la explotación sexual, cientos de miles de víctimas también son objeto de trata con fines de trabajo forzoso, servidumbre doméstica, mendicidad infantil o extracción de órganos.
Así, desde 2014 tiene lugar el Día Mundial contra la Trata de Personas cada 30 de julio, con el objetivo es crear conciencia sobre el problema e insistir en la urgencia de adoptar políticas públicas para combatirlo.
Y es que, de acuerdo con el Informe Mundial sobre la Trata de Personas, elaborado por la ONU, actualmente más de 12 millones de personas son víctimas de trata a nivel mundial; de ellas, poco más del 70 por ciento son mujeres y niñas, y el porcentaje de niños que son víctimas de este delito se ha duplicado con creces entre 2004 y 2016, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
La trata de personas se ha vuelto sumamente rentable para los grupos criminales. Afecta prácticamente a todos los países, ya sea como punto de origen, tránsito o destino, y la gran mayoría de las víctimas con fines de explotación sexual y el 35% de las víctimas con fines de trabajo forzoso son mujeres.
En este contexto, el tráfico de personas es un grave delito y una grave violación de los derechos humanos en el que cada año, miles de hombres, mujeres y niños caen en las manos de traficantes, en sus propios países y en el extranjero.
Los conflictos armados, el desplazamiento, el cambio climático, los desastres naturales y la pobreza exacerban la vulnerabilidad y la desesperación que permiten que la trata prospere pues los migrantes están en el punto de mira de los traficantes que aprovechan esta situación.
Ante dicho panorama, siempre es buen momento para condenar este delito atroz y vergonzoso. Pero hoy, más que otros días, hay que gritar que la humanidad no es una mercancía; que la dignidad no se compra ni se vende.
La UNODC, como garante de la Convención contra el Crimen Organizado Transnacional y los Protocolos al respecto, asiste a los Estados en la aplicación del Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata.
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