“Al amanecer, el aroma no es a incienso, las calles no están llenas de cempazúchitl; huele a orines y las banquetas parecen un basurero”
El día 2 de noviembre, los habitantes del pueblo San Andrés Mixquic, siguen el llamado de las campanas de la parroquia; es el momento para el retorno de sus santos difuntos al camposanto.
Ellos los acompañan desde sus altares hasta el panteón en un ritual íntimo y espiritual, siempre y cuando, el turismo lo permita.
Son miles las personas que cada año visitan este pueblo originario de la alcaldía de Tláhuac en la Ciudad de México, tan solo el año pasado, se reportó una afluencia de más de 25 mil visitantes.
La cifra irá en aumento y aunque esto podría hablar de una región favorecida gracias a la tradición, existe mucho más detrás del “Día de Muertos”.
Al llegar a la Parroquia de San Andrés Mixquic, la construcción y piezas de piedra, son testimonio del pasado prehispánico del lugar. Sin duda la tradición data de muchos años atrás, pues desde su fundación existen vestigios del culto que los primeros habitantes tenían hacia la muerte: Miquiztli.
Entonces, ¿cómo se puede conjuntar el misticismo con el turismo en masa que llega a partir del 31 de octubre?
Conversamos con Carlos Ayala, el sacristán de la parroquia, para entender la forma en la que el pueblo ha logrado vivir su tradición dentro de un contexto que empuja a convertir un ritual íntimo en una fiesta cada vez más comercial.
En el área que guarda las piezas prehispánicas, ya habían comenzado todos los preparativos, empleados del gobierno de la Ciudad de México corrían de un lado a otro buscando el mejor ángulo para colocar la escalera e instalar las luces alrededor de la parroquia.
Carlos acercó una silla para poder platicar; prendió un cigarro y lo primero que dijo fue: “para nosotros es un día muy importante, muy sagrado, porque tenemos la creencia de que nuestros difuntos vienen a convivir”.
— Es algo que viven al interior de sus casas, en sus ofrendas, por lo que la gran mayoría no tiene actividad comercial esos días.
Contrario a lo que se pensaría, los puestos de comida, artesanías y micheladas, son vendidos y ocupados por personas que provienen de otras delegaciones de la ciudad, incluso del Estado de México; y es que, para los oriundos de Mixquic, dejar sus hogares y salir a atender un puesto, implicaría dejar solos a quienes vienen de visita: los muertos.
Incluso, el sacristán nos platicó que en alguna ocasión se dejó convencer de vender algo durante la celebración, por lo que 31, 1 y 2 de noviembre, estuvo en un puesto.
— Yo me sentí fatal, tal vez sí redituó en lo económico, pero me sentí fatal de verdad a — aseguró.
Entonces, ¿será mejor que se vayan los turistas?
Pues no. El encargado de la iglesia ha podido reflexionar acerca del turismo que llega cada año en día de muertos.
— sí, que vengan, pero que vengan de manera ordenada y que realmente se lleven lo que es Mixquic, porque ni siquiera saben realmente el por qué del Día de Muertos aquí.
— La tradición viene desde siglos atrás, después de la conquista, entre 1525 y 1540 cuando llegaron los primeros agustinos y fundaron San Andrés Mixquic, pueblo originario que pagaría después tributo a los mexicas, logrando así que sus creencias fueran respetadas.
— Mucho de la historia relatada por cronistas, no se transmite a los turistas. La celebración se ha ido transformando, llegan visitantes disfrazados fuera de contexto, la venta de cerveza excesiva, reggaetón a todo volumen; hacen que la esencia mística se diluya.
— Al amanecer, el aroma no es a incienso, las calles no están llenas de cempazúchitl; huele a orines y las banquetas parecen un basurero.
Un pequeño precio a pagar por las ganancias económicas que deja la fecha, pues tampoco la venta de espacios para comercios está a cargo de un patronato seleccionado por la alcaldía de Tláhuac, es decir, que mucho del recurso que entra, no llega a las manos de los habitantes.
Incluso unos minutos antes de que Carlos se sentara a platicar con nosotros, se peleaba con la alcaldía porque no podían enviar una pipa de agua. Con este hecho ejemplificó su aseveración — Mixquic es uno de los pueblos más olvidados — sentenció.
El sacristán nos dijo que no hay un recurso destinado al mantenimiento del panteón, ni de la parroquia, a pesar de ser un punto turístico tan promocionado por la ciudad.
— Los recursos usados para hacer arreglos, salen de las limosnas de los feligreses y de un patronato conformado por pobladores, como el señor Alfredo Flores, quien es pensionado y apoya esta organización con su dinero.
Si en este día de muertos asistes a algún panteón en cualquier punto del país, para presenciar esta celebración, hazlo con respeto, recuerda que no es una representación, es un ritual que para mucho mexicanos tiene un gran significado místico y espiritual.
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