Tras lo ocurrido en el colegio de Torreón, las opiniones no se hicieron esperar y no tardó en surgir aquella frase que deberíamos empezar a limitar: “yo no fui”
El viernes terminamos la semana con una de esas noticias que mueven a un país. Un niño de sexto de primaria acababa con los días de su maestra, lesionaba a algunos de sus compañeros y luego se quitaba la vida, todo esto con un arma de fuego en una primaria de Torreón.
Las opiniones no se hicieron esperar y no tardo en surgir aquella frase que pareciera nos define cada vez más a los mexicanos, una excusa que se usa para todo y que deberíamos empezar a limitar: “yo no fui”.
Las autoridades decían que la sociedad, sociedad que familia, familia que amigos y amigos que videojuegos, el caso es que al final del día todo mundo había resuelto el misterio, dejando como responsable a una equipo electrónico como culpable de esta masacre o quizá también por las decisiones de un político de sexenios pasados.
Pero qué creen, la culpa es de todos, tanto directa como indirecta, pues la indiferencia también ha creado las peores atrocidades.
La responsabilidad no es sólo del descuido de los padres que pasaron desapercibidas muchas cosas. O de la persona que pone un arma en manos de un menor.
Esto es una bola de nieve producto del ensimismamiento que tenemos como sociedad. Dentro de un pensamiento que basa su lógica en aquella máxima que dice que mientras algo no me afecte, no tiene por qué hacerme cambiar.
Estamos ante un libre albedrío sin educación que está acabando con nosotros mismos. Nos olvidamos de la contención bien dirigida. De la llamada de atención a tiempo sin importar la edad.
De enseñarle a las personas que no es no, y de dejar de buscar la forma en cómo transgredir la ley. Pues olvidamos que el derecho de hacer lo que tu quieras no es libertad, si este no va acompañado de un beneficio real para la sociedad.
Perdemos de vista las perspectivas y tomamos nuestras realidades como únicas y verdaderas. Quizá por eso si se trata de bolsas de plástico, las quitamos en lugar de trabajar por un consumo responsable.
Si el tema es con los perros, entonces no digamos nada para no ofender a los dueños. O si se trata de violencia infantil, echémosle la culpa a los videojuegos, en lugar de buscar cómo mejorar el tejido social.
No podemos simplificar los errores de una sociedad compleja. Ni solucionar un problema que no se analice desde distintas vías. Y dejemos a un lado las soluciones por estereotipo, pues qué creen, Oliver Twist no terminó siendo terrorista.
Apaguemos por un rato las redes sociales y empecemos a propiciar los cambios en persona. Seamos tolerantes y empáticos. Y de paso, velemos por nuestros niños, pues propios o extraños, ellos serán quienes construyan la próxima sociedad.
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