Se extendieron 15 días las labores de salvamento en el edificio que alguna vez tuvo 6 pisos; donde sobrevivieron 28 personas y se recuperaron 49 cuerpos, lo que marcó un precedente histórico
El derrumbe de Álvaro Obregón 286 además de concentrar a los familiares de 77 personas que quedaron atrapadas durante el sismo del 19 de septiembre, también atrajo la atención internacional, porque fue el rescate de mayor duración registrado en la historia de los terremotos. Las labores se extendieron por 15 días. Antes de esta tragedia, los protocolos diseñados para asesorar a los rescatistas internacionales en un desastre natural como éste, incluían procedimientos sólo de 72 horas.
Normalmente una operación de rescate se lleva a cabo en las primeras 72 horas, porque es el tiempo estimado para hallar a víctimas todavía con vida.
“Sin embargo, la instrucción recibida por parte del entonces jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, fue continuar con las maniobras de búsqueda y rescate hasta encontrar a la última persona con reporte de desaparecida”, afirmó en entrevista con Excélsior, Guido Sánchez, comandante del incidente en Álvaro Obregón 286 y director del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas, ERUM.
En este maratónico rescate de 15 días, en el que se rescató con vida a 28 personas (Lucía Zamora fue la última sobreviviente, quien fue liberada de los escombros 36 horas después del siniestro), participaron 11 mil 200 personas entre instituciones y población civil, que incluyeron 14 equipos internacionales de rescate de España, Israel, Japón, Estados Unidos, Ecuador, Corea, Francia, Colombia, entre otros, y 18 equipos nacionales, como los Bomberos de Chihuahua, USAR Jalisco, Mineros de Guanajuato, Bomberos de Tijuana.
También sicólogos, siquiatras, ingenieros estructurales y 95 topógrafos, encargados de monitorear el desplazamiento del edificio colapsado.
A un año del sismo, con el paso del tiempo y con la suficiente distancia para poder revisar los hechos con mayor detenimiento, varias de las maniobras y de la ayuda que improvisaron quienes estuvieron apoyando a las víctimas durante este rescate de dos semanas, ahora deberán ser escritas como un ABC para ser utilizadas en caso de otro desastre natural.
“Álvaro Obregón 286 es icónico en ese sentido, porque nos está permitiendo documentar lo que hicimos intuitivamente durante las labores de rescate y poder dejar para el futuro un protocolo mucho más extenso si se llega a presentar algún desastre similar”, aseguró Jesús Valdez, ingeniero estructural, quien se encargó de evitar que el edificio derrumbado continuara colapsando mientras los rescatistas recuperaban a las víctimas.
En este sitio, por primera vez en México, un ingeniero como Jesús Valdez tuvo la misión de velar por la vida de los rescatistas, junto con otros de sus colegas de distintas nacionalidades, que eran integrantes de los equipos internaciones. Mientras cientos de elementos se concentraban en recuperar a cada uno de los 49 cuerpos atrapados en el edificio colapsado, él y otros ingenieros extranjeros debían garantizar que nadie saliera herido, a pesar de que en el inmueble continuaba el retiro de losas para generar conductos hacia las víctimas atrapadas y de las constantes réplicas.
Apenas habían transcurrido tres días del rescate en Álvaro Obregón 286 y el Servicio Sismológico Nacional registraba 39 réplicas del sismo del 19:S y más de cuatro mil originadas por el temblor del 7 de septiembre.
A finales de 2017, Jesús Valdez, a través de Miyamoto International y en colaboración con el Colegio Nacional de Ingenieros Constructores, el Instituto Tecnológico de la Construcción y la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción certificaron a decenas de ingenieros para enseñarles criterios únicos en la evaluación de daños estructurales luego de un sismo.
Uno de los mayores problemas con los que Jesús se enfrentó al evaluar los daños en las edificaciones, días antes de ser comisionado a las labores de rescate de Álvaro Obregón fue que a un mismo inmueble, algunos ingenieros lo clasificaban de alto riesgo y otros de sus colegas de mediano riesgo.
“Nos hemos concentrado en estandarizar los criterios de evaluación de daños con base en los protocolos de Miyamoto International, una de las compañías más reconocidas en el mundo de ingeniería antisísmica, que tiene 18 sedes en todo el mundo, incluyendo México, Los Ángeles, Nepal, Haití, Japón, Turquía”, explicó Jesús Valdez, quien ha sido invitado a El Salvador, Colombia y Costa Rica para compartir el aprendizaje que adquirió en este inmueble, ubicado en la colonia Roma de la Ciudad de México.
Tampoco, antes de Álvaro Obregón 286, había registro en el mundo del uso de topógrafos para monitorear el desplazamiento del edificio sobre el cual se realizaron labores de rescate.
“Nos dejó grandes enseñanzas el interactuar con los topógrafos, quienes monitoreaban en todo momento el edificio para brindarnos mayor seguridad. Ellos eran los encargados de advertirnos si la estructura se desplazaba o si era necesario volver a apuntalar el inmueble colapsado”, explicó Guido Sánchez, director del ERUM.
El escuadrón de rescatistas liderado por Guido Sánchez se dio cuenta, luego de trabajar 15 días en el edificio con mayores víctimas atrapadas durante el sismo, que debían incorporar en sus entrenamientos búsqueda con aparatos tecnológicos y con equipos caninos, pues estas herramientas podrían facilitar considerablemente su labor.
También fue evidente que los 80 elementos certificados con estándares internacionales de búsqueda y rescate (USAR, Urban Search and Rescue) del ERUM eran insuficientes para atender una emergencia. A lo largo de este año, se capacitaron a otros 48 rescatistas, bajo estos parámetros.
Everardo Tolentino, uno de los integrantes del ERUM y líderes en 286, desde aquel 19 de septiembre que encabezó las labores de rescate a la fecha ha bajado 10 kilos de peso, pues recuerda que en ese momento se le dificultó desplazarse en ciertos huecos del inmueble y se tardó más de un mes en lograr recuperarse físicamente, sin que le doliera el cuerpo por el esfuerzo físico, luego de 15 días de rescate ininterrumpidos.
Ahora él y sus compañeros entrenan con el uniforme puesto, bajo la lluvia, bajo el sofocante sol y bajo las peores condiciones climáticas con el objetivo de mejorar su resistencia en caso de otra emergencia.
Por ejemplo, alrededor de ese 19 de septiembre, nuestro país se enfrentó a un embate continuo.
La naturaleza jamás se había ensañado con un territorio tanto como lo hizo con México en esa ocasión. Desde que las catástrofes son registradas en el mundo, nunca habían ocurrido en un mismo sitio y en menos de 90 días –de agosto a octubre de 2017–: cinco huracanes, dos tormentas tropicales y dos terremotos (uno de magnitud 8.2 y otro de 7.1). Cambio climático, que le llaman.
Otra de las enseñanzas que les dejó a los rescatistas tantos días de labor fue el cuidado que debían tener en su alimentación mientras buscaban a las víctimas.
Al principio recibían la comida que les llegaba a sus manos, como los tacos, tortas y refrescos, pero mientras fueron transcurriendo los días, descubrieron que debían limitar su consumo de alimentos para evitar las ganas de ir al baño y tratar de evitar perder tiempo vital.
Así que conforme avanzó el rescate, para ahorrar tiempo, Everardo Tolentino y los demás rescatistas, se limitaron a consumir el mínimo aporte de calorías.
“Bebíamos polvos vitamínicos, masticábamos amaranto o barritas energéticas. Consumíamos solamente las calorías necesarias para mantenernos con la fuerza suficiente para operar herramientas de entre 10 y 30 kilos de peso”, dijo.
El acompañamiento que hicieron expertos en salud mental con familiares de los 49 muertos en el inmueble de Álvaro Obregón 286 también marcó un precedente.
Debido al hermetismo por parte de las autoridades federales y capitalinas con los familiares, un grupo de tres sicólogos y siquiatras (Mariana Castilla, Emmanuel Santos y Sebastián García) por voluntad propia, decidió aglutinar a todos los afectados que esperaron durante dos semanas a que les entregaran a un padre, a una hermana o una madre; levantó una carpa a un costado del inmueble y se quedó a lado de cada uno de ellos hasta el 4 de octubre, cuando recuperaron a la última víctima del inmueble, Rodolfo Molina.
“Estamos planeando crear un manual de intervención sicosocial para desastres, pues no tenemos ninguna guía escrita, cuando es muy importante establecer cómo deber ser el abordaje hacia los familiares de las víctimas o cómo llevar a cabo una entrega digna de los cuerpos”, aseguró la sicóloga Mariana Castilla.
Luego del 19S también se creó un colectivo llamado Memorial 19S, porque tanto las personas que intervinieron en este rescate como la población civil han llegado a la conclusión de que Álvaro Obregón 286 debe de ser un sitio que se mantenga presente en la mente de los mexicanos.
Además de ser el inmueble con el mayor número de víctimas atrapadas, en donde se les había advertido a las autoridades, por lo menos desde hace 20 años, sobre las irregularidades en esta construcción de seis pisos (y a pesar de las denuncias continuó operando), también fue el último sitio en donde se concluyeron las labores de rescate en el terremoto del 19 de septiembre.
“Del tercer al quinto piso del edificio se estaba llevando a cabo una remodelación para hacer un centro de negocios. 15 días previos al terremoto ya se iba a inaugurar el tercer piso, pero por fortuna se retrasó, si estos pisos hubieran estado ocupados el 19 de septiembre como se preveía, la tragedia hubiera sido aún más grande”, aseguró Carmen Pardo, sobreviviente de AO286 y quien se encontraba trabajando en las labores de remodelación del tercer piso durante el sismo.
Sergio Beltrán-García, integrante del colectivo Nuestro Memorial 19S, busca que en Álvaro Obregón se construya un memorial, más no un monumento como en un principio lo anunciaron las autoridades, porque a 33 años del terremoto del 85 nadie recuerda el monumento que se construyó en lo que era el hotel Regís en homenaje a las víctimas de aquella tragedia.
Mientras un Memorial tiene la finalidad de crear nuevos espacios públicos para que los ciudadanos tomen acciones para prevenir tragedias, los monumentos no.
“Los monumentos sólo son objetos para recordar el pasado, pero un memorial es un sitio en donde se debería de capacitar a los rescatistas y a los ingenieros y en el que podría incluirse el acopio de herramientas que sirvieran para atender próximos eventos similares”, concluyó.
Trabajo especial de Excélsior
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