Críticos y expertos dejaban ver sus argumentos sobre las consecuencias que traerán las decisiones tomadas aquel jueves en Culiacán
Durante el fin de semana siguieron los dimes y diretes por lo que pasó en Culiacán. Por un lado, el gabinete y allegados cerraban filas con el Presidente y dejaban ver su apoyo en cuanta red social era posible.
Algunos más alejados aplicaban aquello de que a río revuelto ganancia de pescadores, y a través de sus comentarios, esperaban ser vistos por el Ejecutivo, más por el poder de su labia que por el de sus acciones.
Por otra parte críticos y expertos, dejaban ver en medios e internet, sus puntos de vista y argumentos sobre las consecuencias que traerán las decisiones tomadas aquel jueves que para bien o para mal quedará en la historia de este sexenio.
Y mientras esto pasaba detrás de un púlpito, desde un escritorio o bajo la seguridad de Twitter, qué sucedía en el campo de batalla, ahí donde las decisiones se quedan, donde los soldados seguirán destacados y en donde el fuego no entiende de política.
Por lo pronto, ha trascendido que alrededor de 60 familias de la Unidad Habitacional Militar de la colonia 21 de Marzo, se mudaron a otras sedes castrenses o con parientes y conocidos por miedo a represalias luego de que el jueves integrantes del Cártel de Sinaloa se acercaron a la zona y realizaron disparos al aire.
Una situación complicada para muchos militares quienes en cumplimiento de su deber, ahora deberán tener a sus familias lejos por su propia seguridad. Por ello, va desde aquí un homenaje a nuestras fuerzas armadas, quienes desde sexenios pasados se han mantenido firmes a su juramento con honor, valor y lealtad.
Y para quienes dudan del actuar de los soldados al no repeler las agresiones en Culiacán, me gustaría leerles algo del reglamento general de los deberes militares:
Artículo 2. El principio vital de la disciplina es del deber de obediencia. Todo militar debe tener presente que tan noble es mandar como obedecer y que mandará mejor quien mejor sepa obedecer.
Artículo 3. Las órdenes debe ser cumplidas con exactitud e inteligencia, sin demoras ni murmuraciones; el que las recibe, sólo podrá pedir le sean aclaradas, cuando le parezcan confusas, o que se le den por escrito cuando por su índole así lo ameritan.
Así que antes de decir que tenemos un ejército arrodillado, o unas fuerzas armadas que retroceden, debe quedar claro que en este país tenemos a una milicia que sabe seguir órdenes, que se guían por un código y que jamás atentarán contra su nación.
Y ojalá, también quede claro, que nunca será lo mismo tomar una decisión desde un escritorio, que llevarla a cabo desde el campo de batalla.
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