
Las familias recurren a generadores para cargar teléfonos o hacen fogatas para cocinar.
Cuba enfrenta su segunda noche sin electricidad tras un apagón masivo. Millones de cubanos atraviesan su segunda noche sin luz, luego de que un apagón generalizado golpeara la isla el viernes por la noche, el cuarto en menos de seis meses. A pesar de los esfuerzos de las autoridades por restablecer el suministro eléctrico, 24 horas después reconocieron que los avances han sido lentos.
La mayoría de los 9.7 millones de habitantes de Cuba sigue sin electricidad tras la desconexión del envejecido sistema eléctrico nacional, afectado por constantes fallas y la escasez de combustible.
Daymi Echenique, residente de Pinar del Río, lamenta no haber tenido ni un instante de luz desde el inicio del apagón. Mientras tanto, Rubén Borroto, un hombre de 69 años que vive en un séptimo piso en el municipio de Cerro, en La Habana, expresa su frustración por la falta de elevador y agua: “Me siento acorralado, muy molesto”.
Según la empresa eléctrica UNE, en algunas provincias se pusieron en marcha microsistemas independientes para abastecer servicios esenciales como hospitales y bombas de agua, beneficiando a las zonas cercanas. Sin embargo, estos sistemas colapsaron en lugares como Santiago de Cuba, dejando nuevamente sin servicio a toda la región.
El apagón se originó el viernes a las 20:15 horas debido a una falla en la subestación de Diezmero, en las afueras de La Habana, provocando una importante pérdida de generación eléctrica en el occidente del país y el colapso del sistema nacional.
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Entre octubre y diciembre, Cuba ya había experimentado tres apagones generales, dos de ellos de varios días. En 2025, los cortes eléctricos se han convertido en parte de la rutina, con interrupciones diarias de cuatro a cinco horas en La Habana y hasta más de 20 horas en otras provincias.
Este sábado, la vida en la capital, con 2.1 millones de habitantes, transcurre con lentitud: pocas personas en las calles, tráfico reducido y familias que recurren a generadores para cargar teléfonos o hacen fogatas para cocinar, en medio de una prolongada escasez de gas.