La tragedia dejó a 20 niños huérfanos y nueve viudas.
Chautipan vivió su primer sepelio colectivo para despedir a 11 personas asesinadas. Bajo una lona azul en el patio de una vivienda modesta, los ataúdes fueron colocados en fila sobre mesas para que sus familiares pudieran darles el último adiós, entre lágrimas y gritos de justicia.
El comisario local, con el rostro cubierto, afirmó que las víctimas eran personas honestas y trabajadoras, cuyo único “error” fue viajar a Chilapa para vender sus productos, algo que llevaban haciendo por más de una década.
Durante la ceremonia, los deudos reiteraron su petición a la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, y a la presidenta Claudia Sheinbaum de no cerrar el caso y de seguir buscando a las seis personas que aún están desaparecidas, entre ellas un niño de 14 años, hijo de una de las madres que también perdió a su esposo y a otro hijo en el ataque.
El viernes llegaron los cuerpos y fueron velados en un servicio público; dos de las víctimas fueron despedidas en una casa cercana. La tragedia dejó a 20 niños huérfanos y nueve viudas. Entre los fallecidos había dos mujeres (madre e hija, la hija también era madre) y cuatro menores, además de cinco hombres adultos, todos ellos unidos por vínculos familiares y comunitarios.
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A las 2 de la tarde, los 11 féretros fueron trasladados al cementerio en camionetas, acompañados por unos 500 habitantes. Al llegar, la gente cargó los ataúdes, y debido a la magnitud de la ceremonia, contrataron una retroexcavadora para abrir las fosas, en lugar de excavar manualmente como suelen hacer en el pueblo.
La ceremonia fue sencilla pero cargada de dolor, y cerca de las 4 de la tarde, se dio inicio al entierro, en medio de la constante demanda de justicia por parte de los asistentes.