Fue el 5 de julio de 1946 cuando un ingeniero francés de automóviles presentó el bikini y cambió para siempre a la moda
Hoy en día ver una mujer caminando en bikini por la playa es una escena de lo más común, pero hubo un tiempo en el que esto resultaba impensable.
Hace varios años, por lo menos hasta mediados de la década de 1940, las mujeres cuando decidían ir a algún balneario, debían usar bañadores o trajes de baño completos que, taparan lo más que se pudieran.
Sí, eran más descubiertos que los de principios del siglo XX que cubrían incluso brazos y piernas. Sin embargo, la idea de usar este tipo de prendas, podría resultar extraño hoy en día que, estamos muy acostumbrados a ver ajustados bañadores.
Sí, aunque en un primer momento los trajes completos dieron paso a los de dos piezas, siempre se mantenía el recato y pudor, propio de las buenas conciencias. Hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando en el verano de 1946 el ingeniero industrial francés Louis Réard presentó ante el mundo su creación más importante: el bikini.
Un traje de baño femenino en dos piezas que, a diferencia de su antecesor, dejaba por primera vez ver el ombligo de una mujer, al dejar al descubierto el abdomen.
Específicamente fue un 5 de julio de 1946. Motivo por el que ahora se conmemora el Día del Bikini, ya que esa fecha marcó un parteaguas gracias, tanto a Réard como a la stripper y bailarina francesa de origen italiano Micheline Bernardini, quien trabajaba en el Casino de París y que fue la única que se aceptó lucir en público tan atrevida prenda, tras el rechazo de varias.
La parte más conservadora de la población lo consideró como una provocación bastante deplorable para la época, mientras que otra gran parte lo vio como una oportunidad para demostrar la libertad de las mujeres de elegir sobre su cuerpo, sobre cómo mostrarse en público sin importar los centímetros de tela de más o de menos.
Y es que, el bikini no solo marcó un punto de ruptura en la moda, sino en las convenciones sociales, siendo considerado como poco apto para las “mujeres decentes”, un acto de provocación y rebeldía que causó una explosión mayor a la de las pruebas nucleares que se realizaron pocos días antes en las aguas del atolón de bikini en el Océano Pacífico. O al menos así expresó su creador, al revelar que por eso le dio tal nombre.
Así, tras la conmoción inicial, poco a poco más mujeres se decidieron por usarlo. En buena medida, alentadas por estrellas de Hollywood que durante los años posteriores lo lucían en fotos y películas, como Brigitte Bardot, Marilyn Monroe, Ursula Andress, Ava Gardner o Raquel Welch.
Así, el bikini ha tenido siempre detractores como partidarios. Primero por quienes lo veían como un atentado para la decencia y pureza, convirtiéndolo muchas feministas en un objeto de provocación para una sociedad, dejando en claro que eran libres de hacer lo que quisieran con sus cuerpos.
Pero, años después y conforme se extendió su aceptación, las campañas publicitarias lo retomaron como uno de los principales elementos de marketing, recayendo entonces en la crítica de que se cosificaba a la mujer o anteponiendo las condiciones de acoso y violencia sexual predominantes, volviéndola vulnerable.
Como sea, hoy recordamos a esta prenda disruptiva que quien desea portarla es libre de hacerlo, y el resto del mundo tenemos que respetarla pues cada persona puede decidir qué ponerse por gusto y no por imposición.
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