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Existe una tendencia cada vez más preponderante en la competencia por el turismo, y es el agrupamiento o integración de regiones con vocación turística, sean países, estados, municipios o localidades menores
Esta tendencia responde a la necesidad de ser más competitivos, pues la lucha por los mercados turísticos es abrumadora, y los turistas del siglo XXI exigen una oferta diversificada, mejores experiencias, estándares de calidad, seguridad y un entorno conectado.
En el mundo hay ejemplos de regiones compuestas por países que están plenamente integradas y son muy productivas, como es el caso de la Unión Europea, donde muchos de los visitantes acceden a tours de varios días que incluyen un rápido recorrido por varios países, a veces un país por día. Existen otras regiones que tienen buenas intenciones, pero que se han quedado simplemente en los buenos deseos como es la Alianza del Pacífico que integra a México, Chile, Colombia y Perú.
Existen también ejemplos subnacionales como es la costa oeste de Estados Unidos, que tiene una gran conexión e integración turística de ciudades como San Diego, Los Ángeles y San Francisco en California, con Las Vegas en Nevada, y hasta el Gran Cañón en Arizona; o en su caso Madrid, con Toledo, Segovia, Ávila, Zaragoza y Córdoba.
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En México, podemos ver el paulatino desarrollo de corrientes turísticas que parten de la CDMX hacia la Ciudad de Puebla, Cuernavaca, Querétaro, San Miguel de Allende y Dolores Hidalgo en Guanajuato, por mencionar las ciudades más importantes; sin embargo, estos flujos responden más al azar de la dinámica económica y comercial del turismo, que a políticas turísticas planificadas por quien debe realizarlas.
En este contexto, hay casos de excepción, como es lo que está pasando en los estados costeros del Pacífico, mediante la creación de la Alianza del Pacífico Mexicano. Esta regionalización ha empezado a trascender en el ámbito de la planeación de la política turística entre regiones. Integra a 11 entidades que comparten rutas que se pueden recorrer a través de la creciente infraestructura carretera, aérea y marítima entre Baja California, Baja California Sur, Chiapas, Colima, Guerrero, Nayarit, Oaxaca, Sinaloa, Sonora, Michoacán y Jalisco.
Entre los objetivos de esta iniciativa, está el establecimiento de políticas conjuntas para el desarrollo y crecimiento de la industria turística, la promoción turística conjunta, la atracción de inversiones, el desarrollo de infraestructura interestatal, el fortalecimiento de la actividad aeroportuaria y de cruceros, y algo aún más crucial, que es la visión de fungir como aliados y no como competencia.
Esto conllevará desde luego integrar la colaboración entre los distintos órdenes de gobierno y la iniciativa privada, incluyendo cámaras empresariales, gremios, asociaciones y empresas.
Bajo esta perspectiva, es enorme el potencial al integrar esta región que tiene el 42% de la infraestructura aeroportuaria, 20% de los pasajeros de aeropuertos internacionales, así como el 50% de las marítimas turísticas y 60% de las navieras a nivel nacional, además de tener al alcance a mercados altamente deseables como China, Japón y diversos países de Asia, e inclusive al propio Estados Unidos de América.
Me parece que lo extenso y diverso de la región dificultará una objetiva y pronta integración, a diferencia de lo que ya sucede con la Riviera Maya de Quintana Roo, pero marcará un importante precedente de lo que es ya una tendencia innegable y necesaria.
Lo valioso de la Alianza del Pacífico Mexicano es su visión de planeación, que es replicable para otras regiones; tal sería el caso de las entidades del centro del país que tienen un perfil distinto al Pacífico pero que cuyo valor cultural y natural es único y de alto potencial.
Consideremos en un ejercicio imaginativo una alianza de entidades como: Ciudad de México, Estado de México, Hidalgo, Guanajuato, Morelos, Puebla, Querétaro y Tlaxcala. Ante este supuesto, la región podría ser integrada a través del primer Consejo Metropolitano de Turismo que tenga las funciones de incidir en la planeación de los diferentes estados para impulsar el turismo con una visión compartida y de largo plazo.
Entre los beneficios de una posible alianza, está el desarrollo de infraestructura carretera entre estados, establecer hubs aéreos para atraer turismo internacional y distribuirlo territorialmente, generar estrategias de promoción turística con identidad y marca única, comercialización de los destinos de manera integrada en las ferias más importantes, gestión de inversiones, impulso a esquemas de profesionalización, creación de circuitos y rutas turísticas como La Huasteca (Hidalgo y Puebla), arqueología, cultura, gastronomía, naturaleza, etc., investigación turística, gestión de recursos y presupuestos complementarios del sector público con visión metropolitana, una gestión ordenada del territorio e implementación de políticas de seguridad y protección integral del visitante.
Ante la ausencia de incentivos federales para los destinos turísticos, la necesidad de integrarse en regiones, resulta prioritario y esencial para lograr impulsar al turismo como una actividad fundamental para el desarrollo nacional.
Bien por la Alianza del Pacífico Mexicano. Esperemos pronto la formalización de nuevos bloques, cada uno con una identidad y potencial sinigual.
Por: Mario Alberto González S.
X: @SoyMario_Mx
Correo: soymario.mx@gmail.com