En Zaachila, Oaxaca, este pequeño poblado reúne a todos los habitantes para colaboran para llenar de tapetes de arena la calle Coquiza
Los dos primeros días de noviembre, nuestro país se llena de cempasúchil, ofrendas, catrinas, veladoras, pan de muerto; así como tapetes que dan la bienvenida a los difuntos que vienen de visita.
Estos últimos, aunque menos populares que las ofrendas, son un reflejo del sentir popular que hay en estas fiestas. Los tapetes son un reflejo puro del sincretismo. Se inspiran en las tradiciones prehispánicas y en los ritos católicos que trajeron los españoles; por lo que son uno de los símbolos más importantes de lo que representa lo mexicano.
En detalle, su origen tiene dos fuentes culturales. De la prehispánica se dice que los Señores y Sacerdotes de la teocracia utilizaban alfombras de flores, de pino y de plumas de aves preciosas como quetzal, guacamaya y colibrí para pasar.
En tanto que en la segunda, se remonta a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cuando la gente extendió a su paso mantos y palmas. Fue a partir del siglo XIV que se transformó y se empezó a poner en el suelo el ramaje de plantas olorosas como romero, espliego y pétalos de rosas que iniciaba y terminaba en arcos de flores al paso de la procesión del Corpus Christi, Semana Santa, o para festejar a algún santo de un barrio.
Respecto a este uso, estas alfombras o tapetes se realizan sobre un diseño casi siempre pre elaborado, en el cual las imágenes representadas son flores y animales propios de la región; en algunos tapetes se ven representaciones bíblicas o de imágenes del santo a quien va dirigida la fiesta. Generalmente, el elaborar una alfombra significa el pagar una manda, de esta manera se agradece un favor o un milagro concedido.
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Los lugares más famosos por sus festividades con este tipo de tapetes están, entre otras, la de Xico, Veracruz, que celebra a la Santa María Magdalena en donde el tapete se confecciona sobre la calle Hidalgo, al final de la cual se levanta majestuoso el templo dedicado a la patrona del lugar; y el de la feria de Huamantla, que se lleva a cabo en honor a la Virgen de la Caridad.
Actualmente, varios estados realizan tapetes orientados a las festividades del Día de muertos. Se pueden apreciar en plazas públicas de ciudades como Querétaro, Guanajuato, Zacatecas y en el Zócalo de la Ciudad de México. Estos tapetes no buscan dar la bienvenida a figuras religiosas, sino rendir un tributo a los que ya murieron.
En Atlixco, Puebla, por ejemplo, el pueblo mágico es conocido por los arreglos florales de la explanada del Palacio Municipal. Durante Día de Muertos el tapete empieza a montarse el 28 de octubre y se compone de aproximadamente 150 mil flores típicas de la temporada.
En Zaachila, Oaxaca, este pequeño poblado reúne a todos los habitantes para colaboran para llenar de tapetes de arena la calle Coquiza; mismo que va del panteón a la iglesia de Santa María. Se adornan con coloridos motivos de catrinas, búhos, dioses prehispánicos y calaveras.
La fiesta a los difuntos en Tuxtepec, Oaxaca, tiene todas las características tradicionales, como los altares, las flores y las veladoras. Pero si algo distingue al pueblo son sus tapetes temáticos hechos de aserrín. Todos los años se realiza un concurso en el que se exhiben varios tapetes llenos de colores y motivos religiosos, tanto católicos como indígenas.
Sahuayo, Michoacán
Por supuesto, los tapetes no están solo en esos lugares. Los adornos de aserrín engalanan las calles de todo el país.
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CAB