Leonarda Cianciulli es una asesina en serie muy atípica. En primer lugar, porque los asesinos en serie suelen ser masculinos; además, no mataba cómo las mujeres suelen hacerlo, con veneno, medicamentos o con inyecciones letales.
La asesina serial Leonarda Cianciulli nació el 14 de noviembre de 1893 en Montella, en la provincia italiana de Avellino. Pasó una infancia difícil y a los 21 años de edad, en 1914, se casó con Raffaele Pansardi, un funcionario de la Oficina del Registro, y se fue a vivir con él a Lariano, en la Alta Irpinia. La pareja tuvo 12 hijos.
En 1939 un terremoto devastó la región de Irpinia y su casa fue destruida, por lo que la pareja decidió trasladarse, junto al resto de su familia a Emilia, en Correggio.
Asesina atípica
Leonarda Cianciulli es una asesina en serie muy atípica. En primer lugar, porque los asesinos en serie suelen ser masculinos; además, no mataba cómo las mujeres suelen hacerlo, con veneno, medicamentos o con inyecciones letales.
También el móvil es inusual, pues las mujeres rara vez cometen asesinatos en serie motivadas por la codicia.
Y finalmente, sus víctimas tampoco son las comunes: dos terceras partes de las asesinas matan a personas dependientes de ellas (hijos) o adultos entre 26 y 60 años, que son su pareja en el 40% de los casos. Pero Leonarda Cianciulli mataba por interés.
Como decíamos, Leonarda se trasladó a Emilia junto a su marido, Raffaele Pansardi. Sin embargo, no mucho tiempo después, el matrimonio entró en crisis y se separaron.
Leonarda entonces se traslada al tercer piso de un edificio en Via Cavour, y frecuenta la clase media del entorno. Su familia parece normal.
Las “mejores amigas”
Leonarda pasa tardes enteras hablando con sus tres mejores amigas: Francesca Clementina Soavi, Virginia Cacioppo y Ermelinda Faustina Setti.
Clementina era una mujer soltera que se ganaba el pan cuidando de los hijos de las madres trabajadoras de la zona.
Virginia Cacioppo, por su parte, era una ex cantante de ópera; fue una soprano de cierto renombre.
Ermelinda Faustina Setti, finalmente, apodada Rabitti, era una mujer de pueblo, de un extracto social modestísimo y prácticamente analfabeta.
Para las tres amigas, la casa de Cianciulli, que tenía fama de ser una hechicera capaz de predecir el futuro sentimental y profesional, se convirtió en un refugio acogedor para platicar.
La primera víctima
La primera víctima de Leonarda fue la más débil de las tres, Ermelinda. Su personalidad era inestable y sumisa. El 17 de diciembre de 1939, Rabitti desapareció de Correggio. Rabitti tenía prisa por ir a la estación de tren, en busca de algo que la llenaba de alegría. Contó a sus amigas que iba a casarse y que se iba a vivir a una ciudad no especificada en el sur de Italia.
Los habitantes de Correggio vieron por última vez a Faustina Setti cuando entraba en la casa de Leonarda Cianciulli; luego, desapareció para siempre. Aun así, esto no levantó sospechas, ya que todo el mundo veía como lo más normal que la mujer se despidiera de su mejor amiga.
La realidad fue muy diferente: Leonarda Cianciulli hizo creer a Rabitti que iba a encontrar a su futuro marido en Pola, la convenció para salir y para que, mientras tanto, le dejara una carta con poderes notariales para administrar su patrimonio.
A continuación, la atrajo a su casa por última vez y la mató; arrastró el cadáver a un lugar oscuro, le amputó ambas piernas a la altura de la rodilla y la desangró mediante el sistema de poner unos cuencos bajo los dos miembros cercenados hasta llenarlos; finalmente, decapitó con una sierra a la mujer y dividió su cuerpo en dos partes precisas.
El rito se completó cuando la asesina encendió la olla de la colada, metió siete kilos de sosa caústica y derritió las partes del cadáver en agua hirviendo.
Pero Leonarda no hizo simplemente jabón del cuerpo de su amiga. Usó el resto para cocinar deliciosos pastelitos.
Según sus propias palabras, en su libro de memorias Confesiones de un alma amargada: «Eché las partes en una olla, añadí siete kilos de soda cáustica, que había comprado para hacer jabón, y agité la mezcla hasta que las partes [del cuerpo] se disolvieron en una espesa papilla, oscuro, que vertí en varios cubos […] En cuanto a la sangre en el cuenco, esperé hasta que hubo coagulado, la sequé en el horno, la molí y mezclé con harina, azúcar, chocolate, leche y huevos, así como un poco de margarina; amasé todos los ingredientes. Hice un montón de pastas de té crujientes.»
La segunda víctima
La segunda víctima fue Clementina Soavi, cuyo asesinato tuvo lugar el 5 de septiembre de 1940. Poco antes, Clementina empezó a comentar a sus allegados que había encontrado un trabajo como directora de un internado en Piacenza. Clementina no partió sin pasar antes por la casa de Leonarda Cianciulli, donde después de que fuera asesinada, fue transformada en jabón y pastelitos.
La desaparición de Soavi no despertó las sospechas de nadie. Todo el mundo sabía que Clementina Soavi había encontrado un trabajo cerca de Florencia, y que había partido con prisas. La víctima, antes de salir, confió el mobiliario de la casa y todos sus bienes a las capaces manos de Leonarda Cianciulli, para que esta pudiera venderlos y enviar los beneficios a la Toscana.
La tercera víctima
La tercera víctima fue la ex cantante Virginia Cacioppo que, un día, comenzó a decir a sus amigos de Correggio que iba a trabajar como secretaria para un empresario teatral en Florencia. Leonarda le rogó que no contara los detalles a nadie, y Virginia, entusiasmada y agradecida, mantuvo el silencio sobre los datos concretos que su amiga le había dado.
En la tarde del 30 de noviembre de 1940, Cacioppo fue a saludar a su amiga y nunca nadie volvió a verla. Por supuesto, se había convertido en jabón y postres.
Sin embargo, este último crimen fue el que provocó la caída de la asesina.
Detención y juicio de la asesina
Los familiares de Virginia empezaron a preguntarse por qué su pariente se había ido sin dejar una dirección a la que escribir para poder contactar con ella. Así que su cuñada informó de sus temores al superintendente de la ciudad de Reggio Emilia y le contó que la última vez que la vio fue cuando Virginia entró en la casa de Leonarda Cianciulli.
El superintendente inició la investigación y pronto salió la verdad a la luz: se descubrieron Bonos del Tesoro y joyas que pertenecían a las tres víctimas ocultas bajo un ladrillo, así como la ropa de las tres mujeres, que Leonarda Cianciulli, con suma torpeza, había revendido.
Leonarda Cianciulli fue procesada en Reggio Emilia en 1946, y durante el juicio confesó la verdad.
Leonarda prometía a sus amigas un futuro atractivo y las convencía para que no confiaran los detalles de sus proyectos a nadie. De hecho, se sabe que las mujeres hablaban de su inminente partida. En el momento adecuado las invitaba a su casa, les ofrecía una bebida a la que añadía un somnífero que las aturdía y, finalmente, las mataba con un hacha. Luego lanzaba el cuerpo en pedazos a una olla junto con sosa cáustica.
Cianciulli fue encontrada culpable de sus crímenes y condenada a 30 años de prisión y tres años en el psiquiátrico penitenciario de mujeres de Pozzuoli, donde murió por una apoplejía cerebral el 15 de octubre de 1970.
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