El incendiario artículo de investigación publicado por el New York Times sigue repercutiendo en las relaciones institucionales de nuestro gobierno.
Firmado por la jefa de la corresponsalía del New York Times en México, Natalie Kitroeff, y el periodista que cubre los temas jurídicos y de seguridad de México en Nueva York, Alan Feuer, el artículo ostenta vínculos entre el financiamiento electoral del Presidente López Obrador y el crimen organizado. Estas acusaciones son sólo las más recientes en una larga lista de escándalos de financiamiento ilícito que han plagado a esta administración, siguiendo publicaciones como El Rey del Cash o la escandalosa narrativa de Propublica.
Feuer y Kitroeff se basan en documentación de los juicios que se han llevado a cabo en Nueva York sobre personajes de la vida pública de México, sobre todo el del “Chapo” Guzmán, del General Cienfuegos y de García Luna. Asimismo se revela que por lo menos tres funcionarios públicos del gobierno estadounidense corroboraron esta información como fuentes. Se confirma que existen intervenciones telefónicas y videos que apoyan las afirmaciones del diario neoyorkino, y que incluso se conoce el nombre del confidente del Presidente López Obrador que recibió dichas “aportaciones voluntarias” para la campaña del 2018.
Como ya es costumbre, la administración de Joe Biden asomó la cabeza para afirmar que López Obrador no está bajo investigación, sin embargo aseveran que es obligación del gobierno de Estados Unidos investigar cualquier acusación que se hiciera al respecto. De esta manera adoptan una postura protectora de la administración Mexicana, sin descartar la posibilidad de investigaciones a futuro o incluso en el pasado.
Este es el lamentable quid por quo al que ha llegado la diplomacia entre México y Estados Unidos. México hace el trabajo sucio en materia migratoria mientras los Estadounidenses se hacen de la vista gorda ante nuestros escándalos de democracia. A cierta medida es entendible, particularmente en vísperas de temporada electoral. Biden y el partido Demócrata tienen suficientes problemas domésticos como para estarse preocupando por la democracia imperfecta pero funcional de su país vecino. Al confrontar al mandatario mexicano por las acusaciones que lo ligan con el crimen organizado, Biden estaría enemistando a un aliado que, aunque incómodo, ha sido servil ante las crecientes exigencias de seguridad en la frontera.
Más allá de las presentes circunstancias, se sabe que la alianza crimen-Estado no es concepto del sexenio actual. Escándalos siempre ha habido. Dónde hay una contienda electoral, habrá financiamiento ilícito. Es una tragedia irrevocable de nuestro sistema democrático y un hecho que vuelve imperativa la protección de nuestras instituciones de transparencia.
Este martes, Carlos Loret de Mola tuvo su audiencia inicial tras ser demandado por Pío López Obrador por filtrar videos en donde se le observa recibiendo sobres amarillos cargados de billetes. Loret afirma que después de una audiencia de ocho horas, el hermano del Presidente no pudo justificar de dónde salió el dinero. Historias como esta, hay en cada rincón del país. Lo preocupante es la respuesta de nuestro Presidente.
De la manera más autócrata, revela los datos personales de los periodistas involucrados en la investigación. Arremete contra ellos en su conferencia matutina, se victimiza, e incluso despotrica contra YouTube y los conglomerados internacionales por censurar sus ataques personales contra miembros de la prensa. Esta respuesta tan reaccionaria resume nuestra incapacidad de conciliar la crítica. Somos un país de circunstancias, de justificaciones y adjudicaciones.
La disonancia cognitiva con la que enfrentamos escándalos como este se fija enteramente en nuestro anhelo por la superación. El concepto de la transformación que tanto se prometía en el sexenio actual se vuelve cada vez más imprescindible para el mexicano. Podemos dejar de creer en un partido o en una persona, pero no en un ideal. Al final tenemos que volver a la pregunta de Loret. Sea el Presidente López o el Presidente Peña, ¿tomaste dinero en sobres amarillos? ¿Sí o no?