Pues ya sólo falta que liberen a Javier Duarte y todos los ex gobernadores y conocidas ratas estarán en libertad. En suma: ya liberaron a la maestra diabólica, al señorito de los 300 trajes, al Robinson Crusoe Sonorense y del cuche chihuahuense ni sus luces. Lejos de las consideraciones jurídicas que se pueden deber a la Ley, a insuficiencias legales de la PGR en ese entonces, o a la habilidad de los abogados, el mensaje es de suma gravedad para todos los mexicanos.
Es un mensaje de “impunidad” en donde alguien como Padrés quien era dueño de tres clubes hípicos con caballos como “MR” de un valor cercano al millón de dólares, según trascendió, que evidentemente no tiene forma de explicar cómo adquirió, puede robarle a los mexicanos y acabar con una nutrida barba pero con la cartera “rechoncha”.
Esta impunidad, no me queda duda, es la que nos tiene postrada en esta crisis moral y de violencia de la que todo mundo opina de las recetas, pero no de cómo meter el pastel al horno. No podemos andar luchando sin freno en contra de la corrupción y por el otro lado, que estas ratas estén en su casa y a punto de que tengamos, de forma colectiva, que hasta besarles la mano, ofrecerles disculpas y agradecer que nos hayan robado, faltaba más.
Yo veo una sociedad abierta y participativa en el tema de la corrupción, veo mexicanos que están cansados de que nos vean la cara de “pendejos”.
Este fin de semana participé en un encuentro convocado por un empresario hidrocálido comprometido con el país y su estado, Arturo Ávila. Quien de su bolsa reunió a ciudadanos de Aguascalientes para emitir una declaratoria en contra de la corrupción y lograr que sea la primera ciudad del país libre de este flagelo para después escalar al Estado. Me impactó la profunda conciencia y compromiso de los mexicanos en contra de este mal, el frontal rechazo a que seamos corruptos por naturaleza y sobretodo la disposición a trabajar para erradicarla.
Creo que al igual que los hidrocálidos todos los mexicanos estamos hasta la madre de que nos roben. Incluso me atrevería a afirmar que todos estamos en el mismo canal, el que nos robe cuando le otorgamos nuestra total confianza debe de podrirse en la cárcel y no estar en su casa con el pretexto de la edad, disfrutando de lo que se llevaron y de cómo nos vieron la cara. Nunca he visto una septuagenaria tan chingona como Elba Esther, qué pasó de la cama de hospital casi casi de los estertores de la muerte, a la cara estirada e impoluta, con demostraciones de histrionismo dignas de Libertad Lamarque. O sea lo que Zea quiso decir es: “Somos pacientes pero no abusen al vernos la cara”.
De la misma forma me tocó ser juez de un certamen de emprendedores que serán apoyados por el mismo Arturo Ávila. Me queda claro que el camino es el emprendimiento, el desarrollo de ideas y de tecnología. Y es que ya pasó el tiempo de las materias primas y del petróleo, hoy estamos en los tiempos en que el dinero viene de las ideas que no implican materiales, sino innovación y conocimiento. Proyectos que iban desde el desarrollo de alimentos sustentable en todos los sentidos hasta un camión que va a comunidades lejanas a enseñar a los sitios marginados conocimientos tan alejados para ellos como la robótica.
Me quedo con la ilusión y la esperanza que vi en la cara de los hidrocálidos, con sus ganas de luchar contra la corrupción, con sus ideas y su empuje. Estoy cierto de que esa es la respuesta: “la participación y el compromiso”.
Qué viva Aguascalientes y qué vivan las ideas y la innovación, si por ahí nos vamos, podremos darle sin lugar a dudas, una nueva cara a una economía que parece aletargada antes los aromas del huachicoleo.
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