Este periodo de aislamiento social la carga escolar, laboral, familiar y de cuidado personal y habitacional, ha desarrollado cansancio emocional
La pandemia por Covid-19 ha representado un gran reto socio-emocional para muchas personas, quienes han tenido que lidiar con el encierro, la incertidumbre laboral y económica, la extra demanda de actividades familiares y una oleada de información constante sobre un virus que acabó con la normalidad que conocíamos.
Estos factores han provocando que se problemas que afectan la salud mental de cientos de personas que manifiestan agotamiento crónico, insomnio, irritabilidad, estrés y ansiedad.
Algunas de estas manifestaciones físicas, además de reflejar cansancio emocional también podrían traer problemas de salud a largo plazo, ya que nuestro comportamiento y convivencia con amigos y familiares se ven afectados.
Para saber si es momento de atenderte y buscar ayuda de un especialista, te compartimos algunas señales de alerta del cansancio emocional por encierro.
¿Qué es el cansancio emocional?
El agotamiento o fatiga emocional es un estado de extenuación al que llegamos cuando nos sentimos sobrepasados por una serie de circunstancias en nuestro entorno, ya sea que tengamos el control de ellas o no.
En este periodo de aislamiento social la carga escolar, laboral, familiar y de cuidado personal y habitacional, ha representado una sobrexigencia para muchas personas que buscan tener una casa ordenada, destacar en su trabajo, criar hijos perfectos con comidas más sanas, hacer ejercicio y cultivar la mente.
Sin embargo, exigirnos tanto acaba teniendo consecuencias a la larga ya que vamos acumulando cansancio y tragando emociones, hasta llegar un día en que literalmente ya no podemos más.
Es entonces cuando aparecen los síntomas que veremos a continuación:
- Cansancio físico. Sentimos que nuestro cuerpo no responde como antes. Notamos falta de energía desde primera hora y llegamos al final del día completamente agotados, aunque no hayamos hecho un esfuerzo corporal extra.
- Insomnio. Aunque nos pasemos el día somnolientos, por las noches tenemos dificultar para dormir. Los pensamientos asociados a nuestras tareas y responsabilidades contribuyen negativamente. Además, el insomnio acentúa el cansancio físico.
- Fallos en la memoria y la concentración. Aparecen los olvidos, nos cuesta concentrarnos en las tareas y tendemos a los errores. En muchas ocasiones aparece sensación de irrealidad.
- Falta de motivación. También llamada apatía, que consiste en la pérdida de interés por las actividades. Además, la presencia de pensamientos negativos y desesperanzadores sumados a la falta de motivación nos pueden llevar a sufrir una depresión.
- Irritabilidad. Somos más sensibles a comentarios o conflictos y estamos constantemente de mal humor. Cualquier cosa nos irrita o nos hace llorar.
¿Qué hacer ante el cansancio emocional?
Cuando hemos llegado a la fatiga emocional, por más que lo deseamos no podremos salir rápidamente de él ya que es necesario reconocerlo y disminuir nuestras responsabilidades hasta un nivel que no nos sobrepase, ¿cómo?
- Sé realista. El primer paso para acabar con la presión y autoexigencia es aceptar que eres humano y que los días tiene las horas que tienen. Es necesario ser realista e invertir el tiempo en las actividades verdaderamente importantes. Es necesario priorizar.
- Reduce. No te sientas culpable por eliminar algunas actividades. Reduce tus exigencias.
- Delega. Está claro que llevarlo todo está afectando a tu salud por lo tanto deberás delegar algunas tareas. Cede algo a tu pareja, a algún familiar que se preste o piensa en contratar a alguien que se encargue de una o varias tareas.
- Planifica y gestiona el tiempo. Planifica tus tareas de manera que haya algo de descanso entre una y otra. Y lo más importante: incluye tiempo diario para ti. En el siguiente artículo encontrarás herramientas y técnicas de gestión del tiempo.
- Comparte. Como último consejo, pero no por eso menos importante, desahógate. Busca a alguien con quien compartir tus preocupaciones y tu carga (amigo/a, terapeuta, familiar…). Hablar nos sirve para desahogarnos, relativizar y tener otro punto de vista sobre algo.
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