A lo largo de dos décadas, Hugo Alfredo Hinojosa se ha distinguido por ser una de las voces más importantes de la dramaturgia contemporánea en México. Su carrera como dramaturgo lo ha posicionado como un autor provocador y comprometido, que busca no solo entretener con cada espectáculo escénico, sino también invitar a la reflexión y al cuestionamiento de la realidad social y política del mundo; esto es gracias a su capacidad para capturar la complejidad de la experiencia humana y su aguda observación de la sociedad.
Por su obra, Hinojosa ha cosechado los premios más importantes de teatro en nuestro país, como el Nacional de Bellas Artes en Teatro y el Premio Nacional de la Joven Dramaturgia, además del prestigioso José Fuentes Mares de Literatura. También ha publicado media docena de libros que concentran parte de su obra. Además de formar parte de la Royal Court Theatre como residente, lo cual sumó mucho a su concepción del teatro, el cine y la literatura al ser brevemente aprendiz de Tom Stoppard y David Hare en Londres.
La reunión de hoy se da porque se anuncia el estreno de la ópera prima del dramaturgo y director de teatro, llamada Ad Absurdum, una sorpresa para todos aquellos que solo lo conocen de la escena nacional. La película, nos cuenta, se hizo apenas con un presupuesto de 10 mil dólares, lo cual llama la atención una vez que vimos el resultado del material, que bien vale la pena ver y que suma a su currículo también el título de director de cine: un sueño hecho realidad, comenta Hinojosa; que le ha valido excelentes comentarios de Jorge Ayala Blanco. Lo encontramos nervioso y con esa sonrisa amable que lo caracteriza. Ya no son tiempos de bajos perfiles, le digo. No lo sé, contesta.
Por Adriana Medina, redacción
¿Qué te inspiró a contar la historia de dos políticos caídos en desgracia en Ad Absurdum?
Pienso que todos somos adeptos a la política sin reconocerlo de raíz. En lo personal, me interesa la política como historia de la humanidad, pero no los partidos; me gusta más el debate y el mundo de las ideas que pueden plantear los protagonistas que luchan por sostener por encima de la masa sus posturas, ideales, convicciones y deseos presentes. No pienso, en verdad, que el futuro sea materia política, es demasiado abstracto.
Cuando escribí Deshonra, pieza teatral de la cual se desprende Ad Absurdum, me interesaba poner en escena la relación entre el crimen y la política, la violencia, el control de la gente, la desesperación por la pérdida del poder y la ambición sin sentido. Recuerdo que David Hare comentó que tuvo que escribir una obra de teatro para explicarse la política de su país; quizá eso fue también lo que intenté lograr. Pero nadie entiende de fondo la política, solo quienes poseen el poder momentáneo porque dictan las reglas.
La película aborda temas oscuros y complejos. ¿Qué esperas transmitir al público con esta historia?
Pienso que no hay temas oscuros ni complejos en el cine o en el arte, sino que se plasma algo de la vida. Entiendo que el cine no es la vida ni la realidad, pero nos ayuda a comprender cierta parte de la naturaleza humana. Me interesaba eliminar, por obvio que suene, cierto romanticismo de la política a través de los personajes. Cuando era niño, pensaba, que los políticos eran personas sublimes y brillantes. Craso error el mío. Los tres personajes de la película apenas rozan lo que puede ser posible dentro del mundo de la política. Inclusive, planteo el guion con un guiño de inocencia para que se cumpla el mundo absurdo de los personajes, donde todo es posible porque ellos son hombres poderosos que necesitan de los límites para sentirse vivos.
Le toca al público tomar aquello que le guste o no. Al final, lo que comenten será lo que les importó. Por ejemplo, en este momento histórico estoy seguro que habrá parte del público que considere que es una película antineoliberal, otros más pensarán que sólo es una exposición de la decadencia humana. No es una película de denuncia.
¿Cómo fue el proceso de escritura del guion? ¿Hubo algún desafío particular en desarrollar la trama y los personajes?
No hubo ningún desafío formal. El proceso de adaptación de la pieza teatral al guion fue natural. Modifiqué solo los espacios para el desarrollo de la película. Por otra parte, tuve la ventaja de contar con el grupo de actores que participó en la puesta en escena y depositaron su confianza en mi [Jorge Luis Moreno, Humberto Solórzano y Fernando Banda]. La generosidad de todo el equipo es lo que sostuvo este proyecto.
Lo que quisimos contar es simple: dos políticos corrompidos se aburren de sus vidas, así que dedican a cumplir sus más oscuros deseos en un lugar donde un tercero les brinda todas las posibilidades de ser libres, de cumplir sus fantasías sexuales, homicidas, et al.
Regresando al guion, la composición del drama es igual entre cine y teatro. Me refiero al guion, a la pieza, a la creación del universo. Entiendo que puede haber detractores de esto que planteo, pero en principio la escritura de un guion es de raíz literaria que comprende tiempo, espacio y preguntas que se contestan dentro de la trama. En el caso del guion, te apoyas en la construcción de imágenes. Los primeros guiones de cine solo eran descripción y esa descripción terminó por ser estructura aristotélica. Una pieza dramática responde a lo mismo: tiempo, espacio y a la respuesta de preguntas. Si así lo deseas, puedes plantear las imágenes que suman a tu drama, pero en la ejecución, ya sea llegar a la película o a la puesta en escena, lo que importa es la lógica de lo que se cuenta.
¿Qué influencias cinematográficas o literarias consideras que han tenido un impacto en esta película?
El trabajo de Lars von Trier, David Mamet, Alfred Hitchcock y John Cassavetes me inspiro bastante para este trabajo particular. La teatralidad ligada al cine que manejan los cineastas me ayudó a comprender que deseaba hacer y cómo lo deseaba. La independencia de éstos y su genialidad artística me impulsaron. Revisé mucho al primer Stanley Kubrick, por ejemplo. De todos admiro la independencia creativa hoy tan acotada, en tiempo de correcciones políticas y pieles extra sensibles. No puedes acotar las expresiones artísticas, pero vamos hacia allá, lo cual es deplorable; hoy el cine, el arte en general, se ve ajustado a talles ideológicos sinsentido, parece que todos queremos ser niños y negar el contenido para adultos en su significado más profundo.
Ad Absurdum se realizó con un presupuesto de diez mil dólares. ¿Cuáles fueron los principales desafíos de trabajar con un presupuesto tan limitado?
Hace unos años, Graciela Cázares y yo [juntos fundamos Calypso Producciones], tocamos la puerta de Denis Elizalde, un gran amigo, mi hermano y cómplice. Le dijimos: “Te venimos a proponer algo que te va a pegar en el bolsillo, y probablemente nunca veas ese dinero de vuelta. Ayúdanos a hacer una película”. Aceptó y aquí estamos. Él puso una buena parte del dinero, y el resto lo pusimos tanto Graciela como yo. Los actores y el pequeño equipo técnico apenas ganaron algo. Denis nos prestó una cámara y utilizamos dos Canon 5D Mark III. Así lo hicimos.
Las limitantes fueron en todo caso técnicas, no tuvimos más que las cámaras, tubos PVC y hasta zapatos prestados para los actores. Todos apoyamos en todo. Como anécdota puedo decir que el día de inicio del rodaje nos dejó colgados quien iba a grabar el sonido, así que buscamos también micrófonos prestados; las pistolas eran reales, y traían los tiros… cada escena que pasaba contábamos las balas para saber que no había ninguna en las armas.
Cuando tuve la idea de hacer la película, primero lo platiqué con Graciela [genio de la producción y mi cómplice desde hace más de una década], luego con Jorge, Humberto y Fernando, con Paloma, Édgar, Alberto, Maricarmen, Jonathan, Aida y algunas otras personas que decidieron apoyarnos, luego tocamos a la puerta de Denis. Lo que quiero decir con esto es que primero quise estar seguro de contar con un equipo de gente que tuviera la iniciativa y las ganas de lanzarse al vacío conmigo. Aprendí a hacer teatro entre la arena del desierto en Baja California, al aire libre y sin dinero, entonces, dije, podemos hacer una película con ese presupuesto. Robert Rodríguez lo hizo en los 90, hagámoslo nosotros. La tecnología fue nuestra aliada, sin duda. Además, el hecho de tener un recorrido escénico nos eliminó trabas.
¿Hubo algún momento durante la producción en el que pensaste que el proyecto no se podría completar? ¿Qué te motivó hacer la película?
Nunca dudé en completar el proyecto. Como director y guionista observas el proceso muy diferente. Eres quien tiene la idea general y solo tú sabes si se va cumpliendo el objetivo, y también sabes dónde hay fallas. El resto del equipo tenía más bien curiosidad por saber cómo quedaría el material final. Pienso que en ese momento de rodaje solo me preguntaba qué vendría después. Pero si nosotros pudimos hacerlo, estoy seguro de que hay jóvenes que ya lo están haciendo y que vengan más que trabajen con estos presupuestos… a ver qué pasa.
Hicimos el proyecto en cinco fines de semana, 15 días. Fue agotador. Fue un gran acierto dar con José Luis Salazar el postproductor recomendado por Cristina Velasco, fue el encargado de poner punto final a un proyecto que necesitó de una mirada ajena para concretarse y aquí estamos. Hoy, gracias a Arturo Castelán, director del Mix Film Fest la película podrá ser vista, él tuvo fe en nuestro proyecto y por eso le estaremos siempre agradecido, es una de esas buenas personas que necesita nuestra cultura; además fue muy sincero en su apreciación de la película, me dijo las fallas y los aciertos.
Respecto a qué me motivó, a decir verdad siempre fue mi objetivo profesional hacer cine. La vida me llevó en principio a trabajar, estudiar y aprender el quehacer teatral, a desarrollarme en ese ámbito. Estudié filosofía porque necesitaba desarrollar un pensamiento crítico y porque además me permitía estar cercano al teatro, Albert Camus y Jean-Paul Sartre fueron grandes filósofos y dramaturgos. No pude estudiar cine por cuestiones económicas y familiares; pero descubrí la dramaturgia y eso me movió a continuar creando desde la literatura dramática. La escritura me abrió la puerta de otros tantos mundos.
Luego me di cuenta de que existe un divorcio extraño entre gremios en México, cosa que no ocurre en Londres, por ejemplo. La gente que hace teatro lo mismo va hacia el cine, produce, escribe, dirige, viceversa. Me parece que en nuestro país existe una separación que no logro entender, en la medida que los creadores de una u otra disciplina se piensen superiores se aniquila la potencia de nuestra cultura. “Zapatero a tus zapatos”, dicen, pero la creación no tiene hormas. ¿Acaso un guionista no puede escribir una pieza dramática?, o ¿un director de cine no puede dirigir una pieza teatral y viceversa?, la esencia es la misma, cambia el formato, cuando mucho.
Dirigir es entender el tiempo, la imagen, la historia, saber trabajar con los actores, en la escena o la locación, para mí la diferencia está en la magnitud de la aventura, el teatro puede ser más íntimo, una película necesita de más gente, pero el ejercicio es el mismo. A final, debes hacer para aprender, es fundamental. Sé cuáles son mis limitantes en este momento, pero no me detienen, necesito hacer y hacer, soy muy crítico con mi trabajo. En lo personal me molesta la actitud de pensar que solo fuera de México las cosas pueden hacerse. David Mamet, Ingmar Bergman, John Cassavetes, Tom Stoppard, entre otros, viajan y viajaron del cine al teatro sin problema, se les aplaude y reconoce. Necesitamos más de esas figuras en nuestro país.
¿Te da miedo lo que dirá la crítica?
No. Lo que se diga, está bien. No puedo, nadie debe, dejar de hacer las cosas por las críticas negativas o incluso positivas. Las críticas negativas nos pueden inmovilizar y las críticas positivas nos pueden dañar por exceso de confianza. Prefiero seguir trabajando. Toda obra artística es susceptible a mejorar. Ad Absurdum podría mejorar. No obstante el resultado que vemos es lo único que pudo ser en este momento histórico. Toda película o espectáculo podría mejorar. Por ejemplo, he visto grandes espectáculos de Cirque du Soleil donde puedes ver con claridad las costuras y dónde cojea la historia que cuentan, pero la carencia de la fábula se contrarresta con la acrobacia. No diría que está mal, es lo que se pudo hacer y debemos respetar el trabajo del otro.
El miedo a la crítica se reduce al “qué dirán [la gente, las personas]”… no podemos disminuirnos a eso.
¿Qué consejo le darías a otros cineastas que están tratando de hacer películas con presupuestos limitados?
Entender, en principio, por qué quieren hacerlo. Por ejemplo, hace unos días me preguntaron si hice la película para tener fama. No hay nada más efímero que eso y realmente no tiene un uso práctico, por lo menos para mí. Respondí que no me interesa la fama, sino contar con proyecto finalizado, y muestra, que me permita acceder a otro tipo de apoyos y sobre todo a ganar experiencia, a colaborar o pedir apoyo de IMCINE. Esta es una película política, pero tengo en mente proyectos de hadas y de niños, del espacio y el medievo, no hay que encasillarse.
Hoy la tecnología es nuestra mejor aliada, hace 30 años cuando quise hacer cine, pensar en un cortometraje era incosteable. Hoy las cámaras son baratas, los softwares, todo. Lo que todo cineasta, escritor, director, hacedor de historias debe preguntarse, pienso, es si en verdad “necesita” crear. Si todos los días piensas en tu proyecto, si lo sueñas, lo respiras y lo vives es que lo necesita tu espíritu. Si solo deseas que “la gente” te reconozca, quizá puedes dedicarte a otra cosa. Es lo que también le digo a mi hijo, Diego Alfredo, que compuso la música de Ad Absurdum, eres tu propio límite y debes saber por qué deseas hacer música.
Por encima de todo, no debemos ser mezquinos. Nuestro país, nuestra cultura, necesita de buenas personas… mucho que pensar.
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