Al término del mes de julio quiero hacer un humilde homenaje por el 135 aniversario de la fundación de Tijuana, dícese históricamente que fue un 11 de julio de 1889.
Lo que hoy es Tijuana, fue un territorio ocupado más de mil años atrás por asentamientos indígenas Cucapás, Paipais y Kiliwas, cuya existencia inició a documentarse a inicios del siglo XVII, con la llegada de Sebastián Vizcaíno y posteriormente por Fray Junípero Serra, fundando la primer misión de las californias el 16 de julio de 1769, al lado del río San Diego, un edificio bellamente conservado en la actualidad en la ciudad del mismo nombre.
Consecuencia de la guerra con Estados Unidos (1846-1848), se perdieron los territorios del norte y se delimitaron las nuevas fronteras, siendo el rancho de la tía Juana –situado a unos kilómetros de la misión de San Diego–, el nuevo límite territorial de México. Al paso de los años, esta localidad fue estratégica entre las altas y bajas californias.
Imaginemos un pequeño pueblo de escasas y polvorientas casas que recibieron el siglo XX. En 1917 se fundó la municipalidad de Tijuana. La ley seca en Estados Unidos promulgada en 1920 fomentó el crecimiento de la ciudad, al recibir a los gringos en proliferadas cantinas y bares. Para 1924 se inauguró el Casino Agua Caliente, adquirido por quien sería presidente de México, el General Abelardo L. Rodríguez. Sitio considerado como uno de los primeros complejos turísticos del país, preferido por la alta sociedad hollywoodiense como Clark Gable, Jean Harlow, Buster Keaton, Dolores del Río o hasta Al Capone.
La derogación de la ley seca en 1933 y la prohibición de casinos por el General Cárdenas en 1938, cambiaron el perfil económico de Tijuana y el comercio con California fue sustento de la población.
Los años de la transformación del México industrial de 1930 a 1970 tejieron una ciudad con un perfil maquilador, registrando la instalación de diversas industrias y atrayendo flujos migratorios de todas partes del país y paisanos repatriados al término del programa Braceros. El crecimiento urbano obligó a la modernización de la infraestructura, por lo que se construyó una nueva terminal del aeropuerto internacional y el canal del Rio Tijuana en los 70’s, acción que ayudó a combatir la estigmatizada imagen de la ciudad “Cartolandia”.
Durante los años 80’s el proceso de industrialización continuó y la mancha urbana se extendió en una topografía irregular. De 1960 a 1990 la población aumentó 4 veces su tamaño, lo que detonó la necesidad de vivienda, servicios públicos, escuelas y hospitales por ser una de las etapas de mayor crecimiento de la ciudad. En colonias que aparecían como por generación espontánea en las laderas de los cerros y cañones, proliferaron las casas de madera y cartón que restan las pendientes con llantas usadas. Crecieron y se urbanizaron zonas privilegiadas y en 1982 se inició la construcción del Centro Cultural Tijuana (CECUT).
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Para la década de 1990 hay crecimiento de parques industriales y de conjuntos residenciales en la ciudad, como reacción a la gran demanda de vivienda y servicios básicos. Esta situación fue lastimosamente anecdótica por las lluvias registradas en 1993, cuando miles de personas perdieron sus casas ante el fenómeno climático de aquel año. Década complicada pues Tijuana enfrentó una ola de violencia desencarnada; resalto la terrible muerte del Lic. Colosio Murrieta en Lomas Taurinas y los atentados contra el periodismo libre, entre ellos el Semanario Zeta, que anecdóticamente empecé a leer a los 13 años de edad, encontrándome un ejemplar en un puesto de periódico, asombrándome de la crudeza documentada de la violencia en la ciudad que por aquellas fechas me dio cobijo.
Para la década de los 2000, la violencia del crimen fue pan de todos los días, situación que disminuyó inversiones y flujos turísticos, pero no así la llegada masiva de personas de todas las latitudes del mundo en busca de cruzar al “otro lado” o de aquellos en busca de un mejor ingreso. Puedo suponer que esta situación movió las bases sociales y se dinamizó la economía y cultura de la ciudad; ejemplo de ello fue la construcción del Museo Interactivo “El Trompo”. Sin ser dueño de la verdad, personalmente creo que, a partir del año 2000, se gestó en Tijuana un proceso de renovación cultural, que hoy es totalmente palpable y que ha permeado en la música, en la gastronomía, en el arte y en los deportes.
La migración a partir de la década de 2010 a la actualidad es uno de los principales retos que debe abordar el Gobierno Federal, donde hay que destacar la resiliencia de mis hermanos tijuanenses. El cierre de la frontera por el gobierno norteamericano en varias ocasiones, la modernización y ampliación del muro fronterizo y la inacción de los gobiernos de los países de origen, han desbordado cualquier capacidad de atención, provocado además de violencia, condiciones marginales y desamparo para miles de migrantes.
¿Que se espera de Tijuana para la década de 2020?
Tijuana presenta retos muy importantes en materia de seguridad, migración, crecimiento urbano y económico, transporte, salud, educación y turismo, enlisto esto de manera enunciativa, más no limitativa; pero en un ánimo optimista, me oriento a resaltar algunas de las gigantescas oportunidades.
En lo económico – turístico.
Derivado de la pandemia ocasionada por el COVID – 19, la reconformación del tejido económico mundial dio como resultado el nearshoring, donde Tijuana tiene todos los factores para ser considerado como uno de los destinos de la inversión más importantes del mundo, sí…, del mundo. La estructura de costos y la mano de obra calificada de Tijuana la hacen altamente competitiva para el suministro de bienes para Estados Unidos y desde luego California, el estado más rico de la unión americana. Solo con una ligera acotación.
Auguro personalmente que Tijuana transitará paulatinamente de la manufactura y la maquila, hacia la mentefactura. Sinceramente confieso que me encantaría ver a Tijuana como la innovadora sede de la economía naranja en México.
Desde la perspectiva turística, Tijuana es la puerta de entrada para millones de visitantes que ingresan por recreación o negocios. Según recientes declaraciones de la autoridad turística de Baja California, el 60% de la afluencia proviene del gabacho. Imaginemos las oportunidades que brinda esta cercanía.
Auguro a Tijuana integrada a los demás municipios de la entidad para aprovechar una industria que significa para el país más de 30 mil millones de dólares.
Auguro que la tendencia gastronómica de Tijuana y su influencia cultural en el resto del país, continuará creciendo y posicionándose más en el paladar de un turismo selecto. Veamos el caso de Lima en Perú.
Auguro una ciudad más conectada con el resto del país y con el mundo. Hoy su aeropuerto internacional es el cuarto más importante de México. Todo indica que la ciudad irá sobre esta tendencia.
Auguro un desarrollo urbano más incluyente, justo y equilibrado. Un espacio de todos donde se gocen cabalmente los derechos básicos a la seguridad, al agua, a la educación, a la salud, al trabajo y a una vida con bienestar.
En lo personal:
- Auguro ver a una ciudad dinámica y generosa como la conocí.
- Auguro volver a saludar a mis amigos de la adolescencia: a Bertín, José Manuel, Gerardo y Gregorio.
- Auguro cultivar cariño y respeto a nuevos amigos que la ciudad me ha dado.
- Auguro caminar por sus calles y disfrutar de su comida.
- Auguro visitar pronto a mi ciudad añorada. Allá donde todo inicia.
Por: Mario Alberto González S.
X: @SoyMario_Mx
Correo: soymario.mx@gmail.com