
La práctica de pinchar a personas con agujas en lugares concurridos, conocida como “needle spiking”, ha generado preocupación internacional debido a sus implicaciones en la seguridad y salud pública.
En los últimos años, se ha reportado un incremento en los casos de “needle spiking”, una forma de agresión que consiste en pinchar a individuos con agujas en entornos como discotecas, bares y eventos masivos. Las víctimas, en su mayoría mujeres jóvenes, describen sentir un pinchazo seguido de síntomas como mareos, confusión y pérdida de memoria. Este fenómeno ha sido documentado en países como Reino Unido, Francia, Bélgica y España, generando alarma entre las autoridades y la población.
A pesar de las numerosas denuncias, las investigaciones han enfrentado desafíos significativos. En muchos casos, los análisis toxicológicos no han detectado la presencia de sustancias conocidas, lo que ha llevado a cuestionamientos sobre la existencia de una droga específica utilizada en estos ataques. Algunos expertos sugieren que ciertos casos podrían atribuirse a episodios de pánico colectivo o a la sugestión, aunque no se descarta la posibilidad de agresiones reales.
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El modus operandi de los agresores varía, pero comúnmente aprovechan la aglomeración y la distracción en los lugares públicos para llevar a cabo los pinchazos sin ser detectados. Las víctimas suelen notar el pinchazo minutos después, cuando ya presentan síntomas adversos. La falta de evidencia física y la dificultad para identificar a los responsables complican la labor de las autoridades en la prevención y persecución de estos delitos.
La respuesta institucional ha incluido campañas de concienciación y medidas de seguridad en lugares de ocio. En el Reino Unido,