
En los últimos seis años, las hospitalizaciones por fentanilo en México han aumentado un 4,300%, un fenómeno preocupante que ha afectado especialmente a los estados del norte del país, como Baja California, Sonora y Chihuahua, además de la Ciudad de México.
Este incremento ha pasado de un promedio de 10 casos anuales en 2018 a 430 en 2023, lo que refleja la creciente demanda de atención médica por consumo de esta peligrosa droga sintética.
El fentanilo, un opioide sintético 50 veces más potente que la heroína, es una de las principales amenazas para la salud pública en México. A pesar de que los niveles de consumo en el país aún no alcanzan los de Estados Unidos, el incremento de hospitalizaciones es alarmante. El gobierno mexicano está intensificando esfuerzos para rastrear la producción ilegal de esta sustancia y frenar su tráfico.
La creciente presencia de este opioide en México no solo preocupa por su alta mortalidad, sino también por la velocidad con la que se ha incrementado su uso en los últimos años. En 2019 se registraron 25 casos, y para 2020, la cifra subió a 72. En 2021 se alcanzaron los 184 casos, mientras que en 2022 la cifra aumentó a 333, llegando a 430 en 2023. Estos datos evidencian la rápida expansión del problema.
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Los estados fronterizos como Baja California, Sinaloa y Chihuahua han sido los más afectados por esta crisis, concentrando la mayoría de los casos. Estos estados presentan una situación particular debido a su proximidad con los Estados Unidos, lo que facilita el tráfico de fentanilo, un factor que contribuye al aumento en la demanda de tratamiento.
El informe del Observatorio Mexicano de Salud Mental y Adicciones (Omsma) señala que, aunque el consumo de fentanilo no es uniforme en todo el país, el fenómeno es evidente principalmente en el norte de México y la Ciudad de México. La creciente preocupación por esta situación se debe a la falta de una estrategia clara para controlar el tráfico y consumo de este opioide, lo que plantea desafíos para la salud pública y la seguridad.