
Por: Hugo Alfredo Hinojosa
La llegada de Donald Trump al poder ha generado una revolución económica no solo para México, sino para el resto del mundo. El Plan México, presentado hace algunas semanas, pretende generar un movimiento económico para posicionar al país como una de las economías más fuertes del orbe. Conversé al respecto con Juan Antonio Reboulen, director de Relaciones Institucionales y Comercio Internacional en Deacero, con el objetivo de comprender la propuesta de la Presidenta de la República para el resto del sexenio.
HAH: Nos gustaría escuchar, con base en tu experiencia, cómo es que podemos transmitir la esencia del Plan México a la población.
JAR:Cuando uno analiza a fondo los documentos, las propuestas y, en general, la visión con la que está formulado el Plan México. En mi opinión, para los industriales mexicanos, simple y sencillamente es música para nuestros oídos dada su importancia estratégica; es decir, por primera vez en muchas décadas, el gobierno de México, desde el nivel más alto del poder ejecutivo, establece como una política de Estado el impulso a la manufactura nacional, a la generación de valor agregado nacional y a la producción manufacturera con cada vez mayor contenido nacional.
Como sabes, esto implica un cambio en el enfoque de la política económica y comercial del país. Creemos que con este plan la presidenta Sheinbaum está a la vanguardia, no solo respecto a sus pares latinoamericanos, sino incluso de muchos gobiernos en el mundo, poniéndose al día en el cambio de modelo económico que ya está operando a nivel global. Exactamente desde la llegada de Trump, dentro de estas corrientes cíclicas de la economía mundial, es claro que estamos entrando a un cambio de época. Es decir, estamos transitando de las cadenas globales de valor del modelo offshore a las cadenas regionales de valor del modelo nearshore, y este plan se inserta en el centro de este cambio, que es de carácter internacional y geopolítico.
Ahora bien, este es el valor estratégico que vemos a nivel macro, en el plano de las ideas, propuestas y proyectos. A nivel de política pública y de aplicación concreta, como todo buen proyecto, hay que ver cómo se ejecuta. En este punto, los detalles serán los que cobren relevancia por la cantidad de inversión que el gobierno pueda destinar y la forma en la que se incentive el desencadenamiento de la inversión nacional, sobre todo considerando que esta es once veces superior a la inversión extranjera directa.
Cabe mencionar que, en el paradigma económico anterior, lo más importante era atraer inversión extranjera y exportar a como diera lugar, incluso “exportar importaciones”, como se decía por ahí. Hoy, el modelo es diferente: se busca sustituir competitivamente —y subrayo “competitivamente”— todas esas importaciones de Asia y fomentar una producción manufacturera regional; sin embargo, será un trabajo sumamente complejo que requerirá planes no solo nacionales, sino regionales, con la participación de Canadá, Estados Unidos y México en conjunto. Estados Unidos no podrá hacerlo solo, y mucho menos México, debido al atraso tecnológico, la deficiencia en infraestructura y la gran inversión que se necesita en ciencia, desarrollo y capacitación de mano de obra, entre otros factores.
Entonces, a mi parecer, la idea está muy bien planteada; el reto será lograr despertar el interés de apostarle a este plan y contar con la capacidad suficiente para convencer a los sectores privados, tanto nacionales como extranjeros.
HAH: Me parece muy interesante el comentario de que dependerá de muchos factores para que la iniciativa se pueda promover y llevar a cabo. Ahora bien, más allá de filiaciones o ideologías políticas, considero que el paradigma político que representó López Obrador como agente de cambio para el país, de una u otra forma, era una sacudida necesaria para ver cómo reaccionaba el aparato mexicano. No obstante, creo que uno de los grandes errores de ese sexenio fue la mala transmisión de las ideas y el deficiente aterrizaje de los planteamientos.
Planteé la pregunta del inicio porque, aunque el Plan México suena muy ambicioso, me interesa mucho retomar el asunto de la marca México, particularmente en el concepto de “Hecho en México”, así como la posible transferencia de tecnología para el país y todo lo que ello implica. Sin embargo, siento que, de alguna manera, estamos volviendo a caer en el error de no comunicar lo que verdaderamente significa este proyecto.
Por ejemplo, tras el anuncio de la iniciativa, los medios manejaron la versión de que esta era una forma de que el ámbito empresarial mexicano y el gobierno federal por fin tuvieran un acercamiento, una especie de “borrón y cuenta nueva”. ¿Consideras que este es un momento histórico porque, por primera vez, el gobierno y las empresas van de la mano?
JAR: No, a lo que me refiero es que este es un momento histórico porque, a nivel del Ejecutivo federal, el jefe del Estado mexicano asume como política de Estado la promoción del contenido nacional y el valor agregado. Ese es el verdadero valor histórico.
En mi opinión, eso dista mucho de decir que en este momento el sector privado y el público ya están trabajando al unísono porque no es así. Creo que esto sienta las bases para que haya una mayor participación del sector privado nacional en la inversión y en la generación de industria, algo que México ha ido perdiendo paulatinamente en los últimos 30 años. Las cadenas productivas mexicanas y la poca industria que logramos desarrollar durante el periodo de sustitución de importaciones, hasta su conclusión en la década de 1980, prácticamente desaparecieron con el cambio de política económica, la apertura comercial, la reducción arancelaria y todo lo que conocemos. Esto privilegió la inversión extranjera directa y la importación de insumos intermedios y finales. En el sector del acero, al que pertenezco, esto se notó aún más, con la competencia desleal de China y otros países del sudeste asiático que cuentan con grandes subsidios. Muchas industrias perecieron.

Entonces, hay un cambio ideológico y programático en la nueva administración. Ahora, que eso se traduzca en una mayor industrialización de México dependerá de muchos otros factores: inversión, por supuesto; crédito, porque no hay política industrial sin política de crédito; una banca de desarrollo fuerte, que no se dedique, como en el sexenio anterior, a inyectar recursos solo a Banobras y Pemex. En principio, la tarea de la banca de desarrollo es fomentar el crecimiento, y eso hay que recuperarlo.
También es fundamental recuperar los porcentajes de inversión en ciencia y tecnología, exigir a los inversionistas extranjeros una mayor colaboración en el desarrollo de una planta productiva nacional. Todas estas ideas están plasmadas de alguna forma en el Plan México, pero llevarlas a cabo requerirá un enorme oficio político y, sobre todo, la generación de condiciones económicas que incentiven la inversión: planes fiscales, planes administrativos, regulación y control de aduanas, combate al contrabando, estado de derecho… Es una agenda sumamente amplia.
HAH: Hace un momento hablabas de la competencia desleal de los países asiáticos en la industria del acero; en ese sentido, ¿qué representa esto para tu sector y qué repercusiones crees que haya en el mediano plazo?
JAR: Como te decía hace un momento, para nuestra industria esto es música para los oídos. Escuchar que tenemos a un gobierno comprometido con el fortalecimiento de las cadenas de valor de América del Norte es algo fundamental por una razón muy simple: el acero está en el eje de la industria manufacturera, ya sea en exportaciones de vehículos, bienes duraderos o incluso en infraestructura. El acero es clave.
El gran reto que tenemos hoy es que, del total del consumo de acero en México —el cual ronda los 30 millones de toneladas—, más del 40 por ciento proviene de importaciones. Lo preocupante es que nuestra planta productiva, que tiene capacidad suficiente para suministrar ese 40 por ciento, está siendo desplazada por una competencia absolutamente desleal.
Cuando llega un gobierno como el de Trump y plantea un blindaje de la región con políticas mucho más restrictivas para Asia, para nosotros resulta muy alentador, siempre y cuando Estados Unidos entienda que no puede pedirnos que colaboremos en el combate contra China y, al mismo tiempo, imponernos aranceles. No pueden exigirnos ambas cosas. Tiene que haber congruencia. Creo que el reto de esta administración es hacerles ver eso: podemos colaborar y complementar la producción de la región con lo que se va a dejar de importar, pero no pueden ponernos más barreras comerciales al mismo tiempo. De lo contrario, ¿cómo se supone que funcione?
HAH: Aprovechando que mencionas el caso de Trump —un tema inevitable—, es transcendental mencionar el inicio del cobro de aranceles a sus socios comerciales por “enriquecerse a partir de Estados Unidos”. Suena extravagante, pero es casi un hecho. Partiendo del Plan México hacia el futuro y con la reciente llegada de Trump, ¿cómo ves el panorama regional?
JAR: Yo lo resumiría en algo muy sencillo: habrá que hacerle entender, con datos y cifras, que más del 60 por ciento del superávit comercial de México lo generan empresas norteamericanas ubicadas en nuestro país. Entonces, esa “desventaja” que él menciona es, en realidad, una desventaja imaginaria, porque quienes se han enriquecido en estas tres décadas con el modelo de apertura de México son, precisamente, empresas estadounidenses.
¿Cómo decirle a Ford, a General Motors y a todas las demás empresas estadounidenses que tienen su cadena de manufactura instalada en México desde hace años que el beneficio es sólo para nosotros? Ojalá fuera así. Se les va a tener que demostrar con datos. Y si a eso le agregamos que más del 20 por ciento del contenido de la oferta manufacturera de exportación es chino —y que esas importaciones las realizan empresas estadounidenses con bases de manufactura en China— entonces, ¿quién está generando realmente el déficit comercial? Esa es la verdadera pregunta.
HAH: En ese sentido, es imposible no preguntar lo siguiente: desde una perspectiva regional, ¿qué opinas sobre la salida de crudo y la aparente llegada de ciertos sectores radicales en Canadá que están pidiendo la salida de México del T-MEC? ¿Cuál es tu lectura del tema? ¿Nos afecta o no nos afecta?
JAR: Yo creo que eso es puro oportunismo político en Canadá. Los conservadores le están hablando a su electorado, nada más. Aquí hay que aprender a distinguir entre la demagogia electoral y la realidad de los negocios. La verdad es que Canadá tiene una penetración de manufactura china mucho mayor que la nuestra. Su industria prácticamente ha desaparecido y depende en gran medida de importaciones chinas.
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En consecuencia, hay que ser muy inteligentes para diferenciar la narrativa político-electoral de la realidad económica. Lo digo así de simple: Estados Unidos no tiene capacidad para enfrentar el desafío de China y sus aliados por sí solo. No hay manera. Necesita hacerlo en alianza con América del Norte. Trump está hablándole a sus simpatizantes, y hay que saber distinguir eso. En los hechos, veremos ajustes y movimientos, pero sabemos la importancia estratégica que tiene México. Esperamos que nuestro gobierno se lo haga ver con iniciativas como el Plan México y otras acciones que ya se están impulsando.
HAH: Después de estar tú y tu grupo trabajando y formando parte de las conversaciones en el desarrollo del plan, tengo una pregunta para ti, sobre todo desde la perspectiva de tu industria. ¿Cuál es tu punto de vista sobre el desarrollo de nuestro país? Es decir, si México no apuesta por el desarrollo científico y la educación superior, ¿crees que un plan como este pueda realmente resultar exitoso a mediano plazo?
JAR: Lo que dices es muy importante y, sin duda, es algo que se debe hacer, porque sin eso no se puede avanzar, pero te diría que, en el corto plazo, hay algo aún más relevante. Como bien sabes, la inversión en ciencia y tecnología y el desarrollo tecnológico tardan muchos años en consolidarse y volverse rentables económicamente. Hay que hacerlo, sí, pero la solución a corto y mediano plazo no está ahí.
La clave estará en que México sea capaz de hacer lo que, en su momento, hizo China cuando atrajo inversiones de todo el mundo y condicionó las ventajas que ofrecía a la colaboración en el desarrollo tecnológico. El problema que tenemos es que las empresas extranjeras que producen en nuestro país son dueñas de la tecnología, la propiedad intelectual y todo lo relacionado, porque los tratados comerciales se los han permitido. Es decir, los tratados han legitimado las enormes asimetrías económicas entre los países, y eso es algo que debe cambiar.
México debe aprender a negociar la ventaja que representa su cercanía con Estados Unidos y usarla como moneda de cambio para una colaboración en materia científica y tecnológica. Sin una participación de este tipo, por mucho que invirtamos en educación y desarrollo, ¿para cuándo podríamos estar desarrollando nuestra propia tecnología? Debe ser como lo hizo Japón en su momento, luego China y después Corea del Sur: todos los países que se han desarrollado han seguido este modelo. No es creíble que Corea, en apenas 50 años, desarrolló por sí sola la industria de alta tecnología que tiene hoy. Claro que no. Todo eso fue posible gracias a grandes apoyos estatales y a la colaboración internacional con corporativos más avanzados. Entonces, aquí lo importante es negociar.
HAH: Concuerdo bastante con tu punto de vista. Por último, desde tu perspectiva, ¿hacia dónde se dirige el país? ¿Vamos bien en este momento?
Sí, yo creo que definitivamente vamos en la dirección correcta con planes como los que se han anunciado, pero repito lo que mencioné al inicio: el reto no está solo en las ideas, sino en la capacidad de ejecución. El desafío es lograr una agenda de trabajo bien definida y diferenciada en temas clave como migración, seguridad y comercio, que permita generar sinergias con nuestros socios comerciales y aliados políticos en esta nueva era. Además, es fundamental “despolitizar” la agenda comercial. Ese es el gran reto.
Después de todo, creo que vamos en la dirección correcta. Y sin duda, tenemos un gran secretario de Economía, con mucha experiencia, no solo en el ámbito político, sino también en el diplomático y comercial. Creo que estamos bien preparados, aunque el camino será complicado, eso es indudable.
HAH: Por último, en lo que respecta a la violencia y la inseguridad, me gustaría preguntarte tu opinión en ese tema. ¿En qué medida crees que nos pueda afectar para que el Plan México se desarrolle por completo?
JAR: Mucho… muchísimo. Si no logramos crear un ambiente de confianza y colaboración en el plano de seguridad, en el plano diplomático y geopolítico, y en el migratorio, no tengo la menor duda de que el tema de los aranceles se seguirá usando como una herramienta de negociación para presionar a México y que colabore más. Además, todo el comercio se va a politizar; sin embargo, si somos capaces de establecer metas en conjunto y planes de trabajo, respetando la soberanía de cada país y sus leyes, y si finalmente logramos separar las agendas, creo que podremos avanzar mucho más.