Las creencias prehispánicas se entremezclaron con las de los jesuitas para dar origen a la celebración inigualable que realizan los mexicanos en estas fechas
El Día de Muertos es una celebración que forma parte de la cultura mexicana. En 2003 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) la declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, título que está vigente desde 2008.
Aunque en la creencia popular se cree que Día de Muertos como lo conocemos hoy es una fiesta que se vivía de la misma forma desde los aztecas, purépechas, mayas o mixtecos, investigadores y expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) precisaron que la celebración de hoy día es producto del mestizaje.
Este día en México es una celebración católica-mestiza, iniciada en el siglo XVI y que cobró fuerza en el siglo XIX, y no una fiesta prehispánica, como cree la inmensa mayoría de los mexicanos, de acuerdo con la historiadora Elsa Malvido, quien dedicó 44 años de su vida a investigar esta tradición.
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En sus investigaciones en el INAH dio cuenta de los orígenes de esta festividad, la cual coincide con el catolicismo en los altares de Día de Muertos y la espera en vela en los panteones, previo al 1 y 2 de noviembre, la cual inició con el México mestizo y no antes.
En el mismo sentido, para la Iglesia católica, la práctica común de celebrar el Día de Muertos en México como lo conocemos hoy fue un proceso en el que influyeron decisivamente los jesuitas desde el siglo XVI.
El INAH y la Iglesia católica reconocen que se retomaron símbolos prehispánicos como los cráneos o la flor de cempasúchil, elementos que han hecho pensar en el carácter precolombino del Día de Muertos que se vive en la actualidad, relacionándolo con la creencia azteca del Mictlán.
En el libro La Festividad Indígena Dedicada a los Muertos en México (Conaculta, 2006), Malvido apunta que el altar de muertos, las calaveras azucaradas y los panes con forma de hueso forman parte del sincretismo de la cultura europea y prehispánica, y que la celebración del 1 y 2 de noviembre data desde la Edad Media en Europa.
EL SINCRETISMO
Trazar un camino de flores de cempasúchil, colocar tamales, pulque y camote en las ofrendas, adornar con papel picado con calaveras, flores y otros motivos tradicionales, para esperar el regreso de nuestros muertos, fue una costumbre que tomó fuerza poco a poco y hoy, más que nunca, sigue vigente en México.
Todos estos elementos que forman parte de la cultura mexicana y que mantienen a nuestros Días de Muertos como patrimonio inmaterial y cultural de la humanidad es resultado del sincretismo de la tradición indígena y española.
Incluso, las ofrendas que se colocan en la madrugada del 1 de noviembre tienen su origen en la Europa medieval y son costumbres católicas y profundamente jesuitas, incluso de raigambre romana, afirmó en sus múltiples escritos la historiadora Elsa Malvido, ya fallecida.
Las fiestas de Todos los Santos y de Fieles Difuntos, puntualizó, son rituales que se inventaron en la Francia del siglo X por el abad de Cluny, quien decidió rescatar la celebración en honor de los macabeos, familia de patriotas judíos reconocidos como mártires en el santoral católico, el día 2 de noviembre, y dispuso el día anterior para celebrar a los santos y mártires anónimos, aquellos que no poseen nombre ni apellido, ni celebración en el calendario ritual católico.
El Día de Todos los Santos se disponía en el templo de un inmenso altar en el que se exhibía el ara, es decir las reliquias de personajes santos que cada iglesia poseía en sus altares, bien fuera huesos, cráneos u otros restos, la tierra donde fueron enterrados o una parte de la ropa que portaban.
“Dichas ceremonias son netamente españolas, coloniales, cristianas y en algunos casos romanas paganas, enseñadas por frailes, curas y otros europeos a los indios y mestizos.
“Esas celebraciones (en México) han sufrido otros cambios. Uno muy importante se da durante la separación de la Iglesia y el Estado en 1860 con las Leyes de Reforma, cuando la muerte fue controlada por el estado civil y enterrada en los panteones civiles o privados; y la otra, más tardía, creada por los ideólogos del gobierno de Lázaro Cárdenas”, destaca en el libro.
VELAR EN PANTEONES
Permanecer en vela en los panteones para aguardar el día 1 y 2 de noviembre tampoco es una celebración prehispánica, insiste Malvido. Los fieles solían pernoctar el día que Cristo es crucificado y velar su cuerpo, y lo mismo hacían con sus familiares fallecidos, el día que los enterraban así como al cumplirse un año del fallecimiento.
Así que cuando las Leyes de Reforma retiraron los panteones de las iglesias, se trasladó a los cementerios.
Por 25 años, Elsa Malvido, estuvo a cargo en el INAH del Taller de estudios sobre la Muerte, en el cual también se dejó en claro que durante el cardenismo se respaldó la tesis de que la tradición del Día de Muertos era netamente indígena, idea que hasta la actualidad se mantiene en el imaginario colectivo.
Oaxaca
Enfrentan la gentrificación
Durante la noche del 31 y la madrugada del 1 de noviembre, cientos de habitantes del municipio de Santa María Atzompa, cerca de la ciudad de Oaxaca, dan la bienvenida a los fieles difuntos, quienes, de acuerdo con su creencia, regresan del inframundo para visitar a sus familiares.
Desde hace varias generaciones, las personas acuden al cementerio, donde adornan las tumbas de sus seres queridos con flor de cempasúchil, velas y veladoras, esto con la intención de iluminar su camino de regreso. Sin embargo, lo que era una velada tranquila se ha visto afectada también por la gentrificación.