Los economistas Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson fueron galardonados este pasado 14 de octubre con el Premio Nobel de Economía 2025 por su contribución en el estudio de las disparidades del desarrollo entre las naciones.
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¿Por qué unas naciones son ricas y otras pobres? ¿qué determina el éxito socioeconómico de los países? ¿están las sociedades predestinadas por sus condiciones geográficas o históricas?, son cuestionamientos que conllevaron un riguroso análisis científico que estos personajes han abordado en sus años de estudio y que retoman en el libro titulado “Por qué fracasan los países”.
Como es referido por los economistas premiados, la desigualdad mundial se debe en gran medida a las diferencias en el ingreso entre las naciones, cuestión que hoy se cuestiona más que nunca dado que esta brecha continúa y se profundiza en un mundo globalizado; cuya doctrina dictaba que la globalidad comercial permitiría reducir la diferencia entre ricos y pobres. Mencionan además que, si bien esta problemática no es nueva, resulta urgente atenderla.
En este análisis surge una visión sobre cómo las instituciones son determinantes en el progreso de sus sociedades e identifican las raíces históricas que caracterizan a los países con ingresos bajos; asimismo, evidencian cómo ciertas instituciones económicas y las dictaduras, a menudo perduran a pesar de que su desaparición sería más beneficiosa; y algo muy importante, fundamentan cuáles son las condiciones más propicias para que las instituciones se reformen y cambien en pro del desarrollo.
El 20% de los países más ricos del mundo, son 30 veces más ricos que el 20% más pobre; brecha que es persistente pues, aunque los países pobres han ganado en riqueza, no están alcanzando a los más prósperos”, indican en el libro.
Señalan una definición distinta a la concepción clásica de las instituciones económicas y políticas que suelen concebirse como las “reglas del juego” en la sociedad, sino que expanden la comprensión a lo que llaman “instituciones incluyentes” (aquellas que protegen los derechos generalmente aceptados como los derechos humanos y la democracia), e “instituciones extractivas” (que implican mayores riesgos como la expropiación y la autocracia).
En ese contexto, indican que las “instituciones incluyentes” son las que después de analizarlas histórica, económica y socialmente, incentivan el crecimiento y prosperidad a largo plazo; por el contrario, las “instituciones excluyentes” conducen irremediablemente a la pobreza de su población.
En el transcurso de las líneas de “Por qué fracasan los países”, los autores analizan el proceso histórico a partir del siglo XVI, demostrando una significativa diferencia entre las instituciones económicas y políticas derivadas del proceso de colonización. Estas diferencias surgieron en gran parte consecuencia de la cantidad de europeos asentados en los territorios colonizados, por lo que cuantos más europeos había, más fue necesario establecer instituciones que fueran buenas para éstos.
Con datos seleccionados como la mortalidad, mostraron que una de las cosas que impactó en gran medida la cantidad de europeos asentados en los territorios, fue el ambiente sanitario de las colonias; por lo que cuanto menor fue la tasa de mortalidad de los europeos, más habitaban las colonias y más inclusivas fueron las instituciones creadas en su beneficio. Por otro lado, cuanto más alta era la tasa de mortalidad, menos europeos se asentaron y eso significó que los colonizadores tomaron el control o establecieron “instituciones extractivas” en beneficio de una minoría selecta a expensas de la población general, conduciendo a la falta de prosperidad compartida que se repite hasta hoy.
Demostraron además que aquellas sociedades – territorio que eran más ricas antes de la colonización, relativamente hoy son más pobres, en tanto que aquellas sociedades que tendían a ser más pobres antes de la colonia, hoy son relativamente más prósperas. Lo anterior en gran parte al desarrollo de instituciones inclusivas fomentadas por los colonos en los territorios conquistados. Un fenómeno que han llamado “Reversión de la Fortuna”.
Haciendo una simple analogía que sintetiza un modelo teórico más complejo, imaginemos a un rey que gobierna un país pobre. Nos preguntaríamos: ¿Por qué no el rey simplemente adopta las instituciones que sabe que son buenas para el crecimiento? Si el crecimiento es bueno para todos, ¿por qué no introduce estas instituciones inclusivas en lugar de las extractivas?
Esta analogía se centra en el permanente conflicto entre las élites ricas y gobernantes, la masa de gente pobre y un problema de credibilidad entre ambas. Imaginemos a su vez a la élite representada por un rey en su castillo quien, para mantener la lealtad de sus súbditos, podría prometer reformas económicas (por ejemplo, más seguridad a los derechos de propiedad, etc.); pero esta promesa no es creíble mientras el rey permanezca en su castillo (es decir, mientras no cambien las instituciones políticas); porque mientras no lo haga, los pobres saben que el rey podría a conveniencia arrebatarles sus propiedades ahora o en el futuro. Eso significa que los países con “instituciones extractivas” quedan atrapados en una situación de conflicto entre el rey y los pobres. Fenómeno que fue denominado “El Problema del Compromiso”.
“El Problema del Compromiso”, es también la razón por la cual las instituciones cambian. En ese sentido, mencionan que una de las cosas que los pobres tienen, es el poder de movilización; por lo que, en entornos no democráticos, pueden amenazar al rey con una revolución (violenta o no violenta). Bajo esta amenaza, el rey enfrenta un dilema: aferrarse a su poder y prometer reformas en el futuro para hacer la paz con los pobres (con la incredulidad del pueblo), o dimitir al poder y que la democracia sea introducida, haciendo efectivos los valores emanados del pueblo.
Bajo esta simple idea, sus investigaciones nos muestran que, trabajar en la promoción de la democracia con instituciones más inclusivas, es una importante condición para el desarrollo.
A pregunta expresa de un periodista sobre el caso de China (régimen no democrático), Acemoglu indica que los países que se democratizan a partir de un régimen así, crecen en una década más rápido que los regímenes autoritarios. Puntualiza que la democracia tampoco es una panacea, puesto que, en los modelos de elección, aquellas sociedades polarizadas pueden tener un modelo democrático de corta duración, en la medida que un partido único implementa autoritariamente cambios a expensas de las minorías. En su opinión, a pesar de que China ha orientado una gran cantidad de recursos al desarrollo, este régimen tendrá más riesgos y dificultades para lograr un modelo de prosperidad de largo plazo y de manera sostenible.
A modo de conclusión, creo que lo valioso que nos debe quedar de la aportación de estos economistas galardonados por el Premio Nobel, es que las características determinantes del éxito de los países tienen necesariamente que ver con la forma en que nos organizamos socialmente, y el cómo se establece el marco jurídico para que las instituciones representen plenamente los valores del pacto social. De allí la importancia del fortalecimiento del estado de derecho y de las instituciones para asegurar que los beneficios del progreso no sean exclusivos de las élites, sino un modelo de efectiva prosperidad compartida.
Nos leemos a la próxima.
Por: Mario Alberto González S.
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