Así me imagino el futuro de México; a tiro de piedra. Lo digo como una crítica a la planeación nacional del desarrollo, vigente desde inicios de la década de los 80’s.
Hay países en la historia reciente que son ejemplo de una planeación a futuro y de largo plazo, cuyos casos son ejemplo de una transformación radical de su contexto socioeconómico; pasando de grados de marginación y atraso superiores a lo que tuvo México en décadas anteriores, a sociedades altamente desarrolladas y más prósperas que nosotros.
Noruega, conocida a mediados de 1900 como la prima pobre de los países escandinavos, fue el segundo país europeo después de Irlanda, con más emigrantes hacia Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. Hoy, su historia es distinta; actualmente es uno de los países con el mejor Índice para una Vida Mejor, entre las naciones que integran la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
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Los noruegos pospusieron el júbilo y la euforia frenética del boom petrolero a inicios de la década de los 70’s, por una planeación estratégica que les permitió entre otras cosas, ahorrar, reinvertir los ingresos a la economía nacional y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. 20 años después de haber descubierto petróleo en sus congelados mares, se consolidó su Fondo Soberano como el más caudaloso del mundo, con inversiones diversificadas en más de 8,000 compañías en 77 países, incluyendo México.
En la actualidad sus ganancias superan los ingresos que recibe Noruega por exportación de hidrocarburos, según la revista The Economist. La historia de México es tristemente la contraria.
¡Vaya! ¿Se acuerdan de la frase de López Portillo un triste agosto de 1981 ante la caída de los precios del petróleo: “Defenderé al peso como un perro”? Allá eso no existió por una razón. Porque planearon para el futuro sin las medidas populistas que comprometen el bienestar.
Podría mencionar casos específicos de países que prospectaron con visión de largo plazo como Corea del Sur, Taiwán, Singapur, o Luxemburgo, que fue uno de los países más pobres en Europa a inicios del siglo XIX, pero no es el caso.
La reflexión va en el sentido de que, dentro de la discusión nacional de todos los temas relevantes o no relevantes, actuales o no tanto, y de cada uno de los poderes o actores políticos del color que sea, no existe una cosa: Prospectiva para el futuro; es decir, por lo menos vislumbrar o responder a un ejercicio de introspección sobre el cuestionamiento ¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo vemos a México al 2050 o un poquito más allá?
Realmente estamos respondiendo a la inmediatez de los 6 años que involucra un periodo de gobierno. Salvo algunas aisladas reflexiones de la academia, no es claro que el futuro se esté discutiendo seriamente o sea un tópico de abordar, por lo menos hasta ahora.
Créame que el tema no es menor; es tan trascendental que el futuro puede alcanzarnos en un abrir y cerrar de ojos. Ya lo decía Benjamín Franklin: “La pereza viaja tan despacio que la pobreza no tarda en alcanzarla”. Y así es, puesto que pensar y prospectar seriamente hacia el futuro no es una acción que dependa de partidas presupuestales o de cualquier condición burocrática. Pensar hacia el futuro solo necesita una cosa, y le llamo voluntad política.
Las consecuencias de no hacerlo aparentemente no tienen un costo actual, pero esa pereza la pagarán nuestros hijos en un futuro próximo, muy próximo. El estado actual de los problemas que enfrentamos hace más que imperante e impostergable su atención con una perspectiva de gran visión y de largo plazo.
Menciono el tema del suministro sostenible del agua para las zonas metropolitanas (la CDMX y el Cutzamala); la generación de energía (ante la caída de producción petrolera y la electromovilidad); el modelo educativo (que no ha cambiado en más de un siglo); la salud (con una demanda creciente y aparición de nuevas enfermedades); la seguridad (el crecimiento del crimen); el modelo político mexicano (con sus riesgos democráticos); el ambiente (con los desafíos del cambio climático); el turismo (con sus efectos en el tejido social), y así muchos más temas. Los que le vengan a la mente.
Con el inicio de la nueva administración federal, existe una oportunidad de oro, como pocas en el contexto histórico del México moderno, para hacer posible que la transformación nacional no termine en el 2030; sino sea el preámbulo para que, en el año 2050, sea un columnista del futuro el que redacte el caso de éxito de los mexicanos.
Porque efectivamente, parece lejos, pero el futuro, ya está a tiro de piedra.
Por: Mario Alberto González S.
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