La fascinación de Tyler Dyvig por la cirugía plástica se inició con inyecciones de bótox a los 15 años; posteriormente, se sometió a aumento de pectorales, implantes de bíceps y un trasplante capilar.
Cada vez más personas corrientes optan por la cirugía estética, ya que estos procedimientos están al alcance de casi todos. No obstante, es crucial reconocer cuándo se ha llegado a un exceso.
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Y es que un grupo de cirujanos plásticos ha externado su preocupación en torno a un joven que ha gastado miles de dólares para ser perfecto, pero ha llegado a obsesionarse tanto que ha puesto en peligro su vida.
El joven a quien ya llaman el “muñeco humano” ha invertido más de 125 mil dólares en operaciones durante 10 años en los que ha transformado su apariencia por completo convirtiéndose en un verdadero maniquí.
La obsesión de Tyler Dyvig, su verdadero nombre, por la cirugía comenzó cuando se sometió a inyecciones de bótox a los 15 años y durante la siguiente década se sometió a operaciones que incluyeron un aumento de pectorales, implantes de bíceps y un trasplante de cabello.
Sin embargo, recientemente este joven de 25 años vivió una experiencia cercana a la muerte causada por una inyección brasileña de levantamiento de glúteos del “mercado negro”.
Tyler decidió a pasar por el quirófano nuevamente, por lo que visitó a su cirujano habitual en Nueva York, quien se negó a realizar más procedimientos.
“Me iban a hacer un implante de mandíbula y un estiramiento facial, pero el médico me rechazó de inmediato. Sentí que no me veía tan masculino como me gustaría y antes me habían puesto mucho relleno en la mandíbula, pero nunca nada permanente. El médico dijo que, si seguía adelante, parecería que tenía paperas y que mi mandíbula ya estaba pronunciada”, explicó el maniquí.
Tyler ahora comprende que el rechazo fue una “llamada de atención” y ha comenzado a percibirse de otra forma luego de que el médico le hizo ver que se estaba obsesionando con las cirugías y la perfección.
“En realidad me hizo sentir aliviado y me di cuenta de que no necesitaba ninguna cirugía para estar feliz conmigo mismo, porque ya me veo genial. No quiero que se repita mi experiencia cercana a la muerte y, aunque esto no sería tan malo, la cicatriz sería horrenda”.
“Nunca volveré a cometer el error de recibir inyecciones en el mercado negro, ya que fácilmente podrían haberme matado y agradezco a Dios todos los días que no fue así”.