Aproximando la selección de candidatos a participar en los comicios electorales de este año, estamos viendo un escenario contradictorio hasta su esencia. Por un lado, nunca habíamos visto una democratización de los procesos internos de selección como ahora. Es el año de las coaliciones y el año de los ciudadanos. Por primera vez en la historia de México, las dos candidatas con mayor posibilidad de asumir la Presidencia de la República son mujeres. Le han abierto una puerta a la ciudadanía que difícilmente se volverá a cerrar.
Por otro lado, hemos visto una carnicería partidista de lo más horrendo. En la vida interna de los partidos políticos se disputan hasta lo que no, con lo que menos. Basta con ver las listas plurinominales de carácter federal para confirmar que los únicos contemplados son la más alta dirigencia de los mismos partidos políticos y los legisladores más destacados que buscan repetir en su cargo. En cuanto a elecciones locales, sí, todos los partidos ostentan candidatos ciudadanos en las boletas. Sin embargo, se ha creado una situación singular donde las candidaturas más competitivas se ocupan por los militantes con más canicas y los espacios “perdidos” se le dan al activista, al empresario, al joven.
El gran error de este análisis radica del rechazo que enfrentan los funcionarios de carrera en la opinión pública. Más allá de ello, la coordinación de campañas busca matizar la imagen de sus candidatos, promoviendo una imagen del establecimiento cúpular más que de Mexicanos de carne y hueso.
A la oposición se le ha presentado una oportunidad valiosísima con Xóchitl Gálvez. Es una candidata feminista y a la vez aceptada por el empresariado. Ha conseguido éxito en el sector privado y también en la función pública. Se maneja con propiedad y a la vez entiende la jerga popular. A pesar de ello se ha desaprovechado este encanto, basando su promoción en mítines y recorridos, como si fuera cualquier otro candidato.
El énfasis mercadológico debe centrarse en saturar los medios locales con la historia personal de la candidata presidencial. Hemos esperado un siglo para abanderar a una candidata ciudadana y poco se está haciendo para contextualizar este logro en una inspiración para la misma ciudadanía que tanto lo exigió.
En cuanto a las propuestas, más allá de un salario rosa o una renegociación del pacto federal, se necesita un ataque frontal contra la inseguridad. Bien dijo el exsecretario de seguridad pública, Alberto Capella Ibarra, “no podemos preocuparnos ni siquiera por la educación ni por la cultura, o por lo que le debemos asegurar a las futuras generaciones, porque estamos preocupados por lo principal, que es nuestra vida, nuestro patrimonio y nuestra integridad”. Basta con pararse afuera de cualquier hospital público de este país para entender la tragedia en la que estamos metidos.
Si la oposición quiere recuperar el voto popular, tiene que dar de qué hablar. Se tiene que promover una política más humanista, centrada en la cotidianidad y no en abstracciones que difícilmente podamos resolver de un sexenio a otro. Necesitamos campañas centradas en el hoy, el ahora, el “así le vamos a hacer”. Sobre todo, urge que los partidos políticos entiendan las exigencias de la ciudadanía y respalden candidaturas ganadoras, provengan o no de sus filas institucionales. México necesita figuras transparentes, personas que busquen representar para defender, más allá de la frivolidad de ser y estar.