El aumento de la actividad del reclutamiento en línea les permite a los reclutadores “relajarse en una habitación con aire acondicionado, disfrutar de una taza de café y utilizar su teléfono celular para formar un grupo de criminales”.
Risa Yamada, quien creció huérfana y luchó por encontrar un trabajo estable, se topó con una de las numerosas ofertas laborales publicadas en redes sociales por bandas criminales en Japón. Fue contratada para hacerse pasar por agente de policía y prosperó engañando a ancianos solitarios, ricos e ingenuos mediante llamadas telefónicas, logrando extraerles cientos de miles de dólares.
Esta joven no es la única que ha sido atraída por los “yami baito”, un mercado negro de empleos parciales ofrecidos en la red social X y otras plataformas. En el submundo criminal de Japón, las redes sociales proporcionan un medio para contactar a cualquier persona, desde adolescentes hasta pensionistas, dispuestos a cometer delitos para ganar dinero.
En 2022, los perjuicios causados por bandas del “yami baito” y otras organizaciones de defraudadores aumentaron un 30% en comparación con el año anterior, alcanzando los 37 mil millones de yenes (aproximadamente 250 millones de dólares), marcando el primer aumento en ocho años. Los anuncios laborales del mercado negro solían aparecer en revistas o en pegatinas en baños públicos.
La proliferación en línea de estas ofertas laborales permite a los reclutadores “relajarse en una habitación con aire acondicionado, disfrutar del café y utilizar el teléfono celular para reunir a un grupo de criminales”, según Noboru Hirosue, sociólogo de crímenes. Además, las plataformas en línea, especialmente las aplicaciones de mensajería encriptada como Telegram o Signal, ayudan a las bandas a mantenerse anónimas e inrastreables.
Un exmiembro contratado por estos grupos explicó que su supervisor lo dirigía a través de Telegram para dejar paquetes de dinero ilícito en taquillas de estaciones de tren. Al final de cada jornada, recibía varios mensajes anónimos de Telegram con emoticonos agradeciéndole el trabajo y proporcionándole información sobre dónde estaba escondida la paga de ese día.
En enero, una mujer de 90 años en Tokio fue asesinada después de ser amordazada y golpeada por varios hombres que buscaban objetos de valor en su casa. Los perpetradores de este asalto, que conmocionó a la sociedad y atrajo la atención de la policía hacia estos crímenes, fueron contratados en línea, según informes de prensa.
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Los cerebros detrás del asalto eran una banda de hombres japoneses en Filipinas que habrían utilizado Telegram para dirigir a un grupo de subalternos y llevar a cabo asaltos y fraudes en Japón. Los motivos para aceptar estos empleos son variados. Un exmiembro de una organización dedicada al fraude mencionó que para él era “ganar dinero extra para poder darse algunos lujos”.
Vestido con traje, se hacía pasar por un empleado bancario y visitaba casas de ancianos a quienes convencía para entregar sus tarjetas. En pocos meses, ganó casi 10 millones de yenes (aproximadamente 66 mil dólares o 1.17 millones de pesos mexicanos), según el hombre de 31 años.
La policía está trabajando para eliminar los anuncios de grupos criminales y ofrece recompensas de hasta un millón de yenes (aproximadamente 6,600 dólares o 117,760 pesos mexicanos) por información sobre las bandas que los publican. Los reclutas son descritos como “explotados y utilizados como peones” por los líderes de la banda, según un comunicado de la Agencia Nacional de Policía dirigido a AFP.
De las casi 13,100 personas arrestadas por cargos de fraude organizado entre 2018 y 2022, solo el 2% ocupaba altos cargos en la jerarquía de estas bandas, según los datos policiales. También existen numerosos informes de personas obligadas a revelar información privada, incluyendo direcciones postales de ellos y sus familias, en caso de abandonar la organización.
La agencia AFP no pudo contactar con X para obtener un comentario. Telegram indicó que monitorea “proactivamente” las partes públicas de la plataforma y que los usuarios pueden denunciar contenidos ilícitos en grupos privados.
Risa Yamada, aunque inicialmente estaba contenta, descubrió más tarde lo peligrosa que podía ser la situación. En 2019, la banda que la había contratado la envió a Filipinas, donde la entrenaron junto a otros para realizar cientos de llamadas a ancianos en Japón y la mantuvieron encerrada en un hotel bajo estricta vigilancia, llegando a temer por su vida. Yamada cree que uno de sus compañeros fue asesinado. El arresto finalmente fue un alivio para ella, pensando que finalmente la habían liberado.