Hanna García Arredondo / Redacción
Este fin de semana, Tijuana fue testigo de un trágico aumento en la violencia con un total de 26 homicidios, agravando aún más la problemática de inseguridad que afecta a la ciudad. Este incremento de la violencia no es un secreto, y Tijuana se encuentra entre las ciudades más peligrosas del mundo, junto con Colima, Zamora, Ciudad Obregón, Zacatecas, Celaya, Juárez, Uruapan y Acapulco.
Hasta la fecha, desde el 1 de octubre de 2021, cuando Montserrat Caballero asumió la presidencia municipal, se han registrado más de 4 mil muertes. Y mientras la alcaldesa se encuentra resguardada en su cuartel, el resto de la ciudad observa impotente el auge del crimen organizado. Esta situación se agrava ante la inminente visita del presidente López Obrador a la ciudad en apenas una semana, lo que plantea la necesidad de maquillar una realidad que se ha convertido en una auténtica catástrofe, veamos si estos días previo a la llegada del ejecutivo descienden los homicidios a modo.
La violencia y el crimen organizado son problemas que deben ser reconocidos como fundamentales por cualquier gobernante. Llama la atención que tanto en Tijuana como en el resto del país, los políticos parecen minimizar la magnitud del problema de la violencia. Reciéntemente me hicieron el señalamiento algunos políticos de la región de que hay otros temas de interés en Tijuana y Baja California, pero la violencia y presencia del Crimen Organizado es una realidad que ha afectado a la ciudad y al país en su conjunto. ¿Cuál es la necesidad de negar la realidad?
Pedro Kumamoto, una figura destacada en la política independiente y que ahora se alió con Morena, reconoce que su estado está sumido en la violencia, aunque parece ignorar que este sexenio se ha convertido en el más sangriento y que su nuevo partido aliado es el responsable, demasiada incongruencia de su parte. En el caso de Tijuana, los “Muertos de Montserrat” ya resuenan a nivel nacional, y es difícil comprender cómo la población se mantiene inmóvil ante las circunstancias. Por otra parte, llama la atención cómo los miembros de las cámaras comerciales e industriales de la región fronteriza se quejan en la Ciudad de México pero continúan acallados en Tijuana.
El escenario electoral para el 2024 se presenta complejo, y la pregunta que se plantea de manera generalizada es si la sociedad tijuanense seguirá tolerando una ciudad marcada por la criminalidad o si finalmente optará por un cambio radical y ejercerá su voto de castigo en contra de la llamada “marca morena”. Tijuana, que en su momento fue la cuna de la democracia moderna, pero hoy parece estar sumida en la complacencia de la corrupción porque no actuar en consecuencia de las circunstancias hace a las comunidades partícipes del los declives sociales. Si todos recurren y atienden el llamado “Vota todo Morena”, será catastrófico para la ciudadania en un futuro a corto plazo.
Esta crítica situación es un llamado a la reflexión y una advertencia sobre la urgente necesidad de abordar de manera efectiva el problema de la violencia en Tijuana y en todo el país. La ciudadanía merece un entorno seguro y un futuro mejor o la ciudad continuará deshaciéndose, como diría la presidenta municipal: como un mazapán.