Desde hace ya varias semanas -un par de meses tal vez- he estado observando algo en los medios de comunicación. Esta semana decidí poner manos a la obra para poder compartirlo con ustedes. Acostumbro ver al menos uno de los varios noticieros nocturnos que se transmiten a nivel nacional, no tanto por gusto o disfrute, sino por la necesidad de ver un “resumen” de todas las noticias que se van generando a través del día y que, aún en las redes sociales, es imposible seguirlas de principio a fin.
Pues bien, hay dos cosas que particularmente han venido llamando mi atención: La primera es la cantidad de notas de carácter negativo, y especialmente violentas, que inundan los noticieros; la segunda es que toda esta información está clasificada como “A”, es decir, como “Contenido apto para todo público”.
Así las cosas, me di a la tarea de hacer una brevísima investigación para tratar de ponderar la verdadera dimensión de lo que creí percibir. Elegí tres días de la semana, al azar, para ver 3 de los noticieros con más audiencia a nivel nacional. Tomé el tiempo para medir la duración real de cada uno (sin pautas comerciales), así como cuántos minutos le dedicaron a estas notas que menciono.
Les comparto lo que descubrí (el resultado es el promedio de los tres días): El primer noticiero tuvo una duración de 30 minutos efectivos, de los cuales 22 minutos fueron dedicados a notas de carácter negativo y/o violento, es decir, el 73% del tiempo efectivo del noticiero. El segundo tiene una duración efectiva de 28 minutos, con 17 de ellos cubriendo el mismo tipo de noticias, esto es el 59% del tiempo. Finalmente, el tercero tuvo una duración de 40 minutos sin comerciales, con 31 minutos de notas negativas, lo que suponen el 77% del tiempo de transmisión.
A mí, estos números, que representan apenas una pequeñísima muestra del contenido de noticias que se transmite a diario, me espantan francamente. ¿Qué significa todo esto? Pues, para empezar, lo que se ve claramente: los noticieros dedican bastante más de la mitad de su contenido a la difusión de información con una connotación negativa; esto incluye (mas no se limita a) violencia en cualquiera de sus formas, en el lenguaje, el maltrato, daño o dolor a humanos o animales, delitos como robos, asaltos, ejecuciones, secuestros; lo relacionado al tráfico y consumo de drogas, así como a las actividades del crimen organizado, las adicciones, el abuso de sustancias; conductas sexuales violentas, abuso, acoso, difusión de material íntimo y privado, o todo aquel que incluya a menores de edad.
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Todo lo anterior y mucho más cae en esta categoría, ya que, por ejemplo, una simple e inocente sesión del congreso ya se puede convertir cualquier día en una trifulca con golpes, amenazas y abuso verbal. Y aquí es importante aclarar que no estamos diciendo que los noticieros (las propias empresas de medios de comunicación, los titulares de los noticieros, los reporteros, etc.) sean quienes les den esta connotación, ya que asumimos que ellos solamente se dedican a la difusión de las noticias, de los hechos que acontecen.
O sea que, aquí lo grave, es que estos hechos sucedan, todos los días, en todos los ámbitos de nuestro país y del mundo entero. Es ya lo habitual. Las notas amenas, positivas, agradables, prácticamente ya no existen. Están relegadas a último término y nunca serán la nota principal o las ocho columnas. Y a esto ya nos acostumbramos. Esta es ya la realidad del país; con eso nos vamos a dormir y con eso nos despertamos.
Y, finalmente, está el punto de la clasificación. ¿Usted cree que esta programación deba ser “apta para todo público”? Yo, honestamente, no. ¿Usted permitiría que sus hijos menores vieran una película con un contenido como el que describimos unas líneas atrás? No lo creo. Es cierto que, quienes somos padres, debemos ser los primeros quienes vigilen el tipo de información y contenido que consumen nuestros hijos, pero, al menos, la autoridad debería hacer su parte.
También es verdad que los noticieros nocturnos se transmiten en un horario en el que uno podría asumir que los menores pudiesen ya no tener acceso a la televisión (por ejemplo) pero el contenido es muy similar en los noticieros matutinos o vespertinos, y esto tampoco exime al gobierno de su responsabilidad de clasificar adecuadamente la programación que se transmite públicamente y cuyo consumo es libre.
Cambiar la realidad de lo que acontece todos los días en este momento, en este mundo, y especialmente en nuestro México, es muy difícil. Pedir a los medios de comunicación que no difundan estas noticias tampoco sería sensato, les estaríamos impidiendo llevar a cabo su tarea informativa. Tampoco la podemos diluir, suavizar o endulzar. Lo que sí sería conveniente es que las leyes y reglamentos en la materia consideren si, lo que contemplan, en términos de la clasificación de contenidos, sigue siendo lo más adecuado.
Abelardo Alvarado Alcántara.