En Kfar Aza, un grupo extremista llevó a cabo un acto de violencia que resultó en la pérdida de vidas en toda la comunidad. Los cuerpos de los menores de edad permanecieron en el suelo hasta el día de ayer, cuando el gobierno israelí procedió a su recuperación.
El kibutz de Kfar Aza fue uno de los lugares más afectados por la violencia durante la incursión de Hamás en Israel. En ese sitio, se pueden observar seis bolsas mortuorias junto a tres bicicletas infantiles. En la distancia, se encuentran los cuerpos de los atacantes palestinos. Sin embargo, la imagen más desgarradora es la de los cuerpos de niños y 40 bebés, según datos proporcionados por las fuerzas militares de Israel.
Los agresores provocaron incendios en las viviendas con el propósito de forzar a sus habitantes a abandonarlas y posteriormente los atacaron a tiros, según relata Omer Barak, un oficial israelí de 24 años.
El oficial, que luchó con sus compañeros durante dos días para liberar Kfar Aza, dijo haberse sentido “aterrorizado” con lo que encontró en el kibutz.
En Kfar Aza, una cooperativa con césped fino, el hedor a muerto es omnipresente. El sitio está sembrado de restos de asaltantes, reconocibles por sus chalecos antibalas negros, algunos hinchados por el efecto de la putrefacción.
La granja colectiva fue asaltada el sábado por los milicianos del movimiento palestino, infiltrados desde la Franja de Gaza, a apenas dos kilómetros.
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Los últimos cadáveres de los habitantes fueron retirados ayer.
A pocos kilómetros de la cooperativa, un pesado dispositivo militar avanza hacia la Franja de Gaza,
Hamás “atacó casas de civiles. No estábamos preparados”, constata el general Veruv. “Pagarán por esto”.
En otro kibutz, el de Beeri, las autoridades encontraron al menos cien cuerpos de personas que fueron víctimas del ataque que Hamás perpetró el pasado sábado. Un vecino de la zona compartió que la comunidad quedó “totalmente destruida”.