Seguimos en modo receso, en breve descanso de temas electorales, mientras se escribe un capítulo más de la novela de plagios y descubrimos culpados y culpables.
La sensatez que no tenemos. Pausa, en tanto que Marcelo recorre el país para agradecer a sus seguidores y hacer tiempo para decidir qué hará ahora con su capital político (que ya no es mucho, así que no se debería tardar tanto).
Personalmente siento que estos días -por alguna razón que aún no descubro- se prestan para hacer un poco de reflexión. Un tiempo para detenernos y pensar qué es lo que verdaderamente queremos para nuestro país en los próximos años. Y no son solamente 6 años, las decisiones que tomemos ahora repercutirán en la vida de México para los próximos 20 o 30 años. Hay, grosso modo, 2 opciones: o elegimos la continuidad de la 4T o viramos a la derecha en cualquiera de sus presentaciones.
Veamos un poco de qué van. Si decidiéramos que el país requiere un cambio, y se diera el nada sencillo escenario de un triunfo del Frente Amplio por México o Movimiento Ciudadano, juntos o separados, ¿qué pasaría?
¿Qué tendría que hacer el nuevo presidente o presidenta al asumir el poder? Pues para comenzar, creo yo, un muy serio análisis de la situación en la que habrá de encontrar al país. Muchos retos sin duda. Muchos y nada sencillos. Podemos asumir que desearía dar un giro a muchas de las políticas públicas que hoy están vigentes. Nos podemos imaginar, por ejemplo, que tendría que resolver un buen número de problemas derivados de la extinción de fideicomisos, de recortes presupuestales, reasignación de recursos, etc.
Me viene a la mente todo lo que habría que “reconstruir” en el sector salud, en la educación básica, en la cultura, en la ciencia. Los apoyos al campo, la ganadería, los insumos; las políticas energéticas y las relaciones con la industria. El sector empresarial y el deporte. Las relaciones diplomáticas. Mención aparte merece el tema migratorio, el cual se debe definir no solo internamente, sino con el diálogo serio con los Estados Unidos y nuestros vecinos del sur; un diálogo del continente entero pues.
Y ya para rematar, el problema más serio con el que habrá de enfrentarse: la seguridad (la falta de ella). Los desafíos que encontrará, quien sea que llegue, serán unos sin precedentes. Desde la simple -pero no menos peligrosa- inseguridad en las calles, hasta la cima misma del narcotráfico y la delincuencia organizada. Pasará por los desaparecidos, los secuestros, la extorsión, y el derecho de piso. La creciente violencia entre los jóvenes, en las escuelas, en los centros de entretenimiento, la trata y el tráfico de personas.
No nos podemos imaginar lo que habrá de encontrar el pobre hombre o mujer en quien recaiga la grandísima responsabilidad de reescribir la ruta que necesita recorrer nuestro país para regresar al camino del desarrollo, el crecimiento y la paz.
¿Y si se trata de continuar con la 4T? Pues ahí sí no habrá mucho que hacer. Esperar hasta que el país aguante. Aguantar a que se acaben el presupuesto, las reservas, lo que rindan las remesas. Que generaciones completas padezcan el rezago educativo, la falta de empleos bien remunerados, el colapso del sistema de salud. Contemplar cómo la delincuencia se hace de todo el poder político y económico, como ya lo viene haciendo, día a día. Aquí no hay más, solo una bomba de tiempo.
Haciendo pues este brevísimo recuento, nos podemos percatar entonces de la importantísima decisión que debemos tomar en los próximos meses. Cada uno de nosotros es libre y podrá elegir lo que a su parecer más convenga. Debemos ser muy conscientes de las consecuencias de una u otra opción, de lo que conlleva, y el tiempo que esta tendrá secuelas serias, directas y hasta irreversibles en nuestras vidas y la de nuestro país.
Es indispensable hacer un alto y reflexionar, ponderar; dejar los apasionamientos y la crítica burda e irracional. Pensemos en qué podemos hacer, cada uno desde su trinchera, para rescatar a nuestro gran país. Lo único que no podemos hacer, es dejar la sensatez a un lado, la sensatez de nuestra razón, que a veces ya nos abandona; que, junto con la fe y la paciencia, a veces ya se nos agota.
Abelardo Alvarado Alcántara.