Por Hugo Alfredo Hinojosa, filósofo y ensayista, especialista en comunicación política.
A decir verdad, los tiempos [por demás adelantados] de las elecciones federales me han generado un hastío total. Las figuras que desean llegar a la palestra nacional, esto es, a la presidencia de la república, se han desgastado a tal grado que han perdido relevancia. Puedo entender las diatribas contra esto sobre todo hoy que al parecer Xóchitl Gálvez implica una promesa de “cambio”… falta aún convertirla en movimiento.
No temo equivocarme cuando escribo que algún despistado pensará que estas son las elecciones reales para la presidencia de la república. Tampoco puedo entender quién querrá ver y escuchar al aspirante a gobernar nuestro país a lo largo de un año de chantajes emocionales y mercadotecnias por demás triviales que, no obstante, generan bolsas millonarias de ganancias. Otra forma de derrama económica necesaria.
Olvidemos por un momento a los precandidatos de #Morena [Ebrard y Sheinbaum, me reservo el derecho de no mencionar a los otros aspirantes] y a la recién ungida candidata Xóchitl Gálvez. Concentrémonos en un par de ideas interesantes por conceptuales: “México” y “la gente”.
Con el paso de los años, he escuchado a políticos de varios países lanzar frases como: “Si la gente me lo pide, regresaré”. Entre ellos José María Aznar, el expresidente de España, a otro par más de nacionales, el presidente Andrés Manuel López Obrador incluido, además de Donald Trump y ni qué decir del anticlimático Justin Trudeau que se mantiene en el poder, pero atiende a la necesidad de “la gente”. “Si la gente me lo pide regresaré” es una máxima oscura en su sentido verdadero.
Como paréntesis, recuerdo unas extraordinarias frases que recoge el autor Giles Foden en su novela The Last King of Scotland del personaje Idi Amin Dada: “Soy un hombre sencillo como ustedes, sé quiénes son ustedes y todo lo que son ustedes, “yo, soy ustedes”, por tanto, “yo soy la gente“; ese es el trasfondo real del idealismo que se torna solipsista, pero que se juega en la pluralidad. Cierro paréntesis.
“La gente” es una aporía-ególatra. En principio, “la gente” es el propio gobernante y/o exgobernante el que desea regresar a las huestes del poder; en segundo término, “la gente” es la camarilla de allegados que tiene el político desesperado por la falta de poder. Dicho esto, “la gente” no es la gente de a pie que vive de promesas. No obstante, es interesante hablar de ella porque en el imaginario nunca falta el despistado que diga: es que la gente [sin comillas] apoya a tal o cual personaje. El trabalenguas no es tan confuso como parece.
México como un concepto fuera del simbólico nacionalismo es también una palabra mágica para no decir nada y justificarlo todo. Me explico: todo actor-político, al momento de tomar una decisión a la que está ligada su permanencia o no dentro del juego de la administración del poder, toma sus decisiones por el bien de “México”. Acabamos de escuchar ese discurso con Beatriz Paredes, quien abandonó la carrera por la nominación como posible candidata por el bien de “México” [por su bien].
Sé que es bastante obvio lo que escribo [no para todos], sin embargo, mi objetivo es hacer notar la falta de una construcción discursiva que englobe la conceptualización política respecto al Estado. Con el paso de los años, he tenido la oportunidad de preguntar a diversos aspirantes a presidentes municipales y gobernadores una cuestión básica: “Sé que deseas gobernar pero ¿para qué?”.
Las respuestas a la pregunta suelen ser argumentos llanos que dialogan más con lo simbólico e idílico, sin sustentos conceptuales de verdaderos estadistas, pareciera que no hay diferencia entre “sentir” y “pensar”. El político mexicano siente y no piensa, por tanto no construye. No los culpo. Pensar, reflexionar, proponer, criticar, exponer y desmitificar son todos conceptos alejados de la educación del sentir, de la virgen de Guadalupe, del mito Azteca y los niños héroes.
Esas ataduras de mitos cuasi griegos moldean la mentalidad del político habitual que se aleja del pensamiento abstracto que no gana votos, pero entonces: ¿para qué queremos políticos anodinos? Lamento decir que somos [sin excluirme y generalizando] una cultura mediocre, con poca tolerancia crítica y visión de Estado.
Así pues, ninguno de los precandidatos de #Morena ni la ahora candidata Xóchitl Gálvez han mostrado indicios de un cambio en la forma de hacer política, lo cual es desesperanzador. Ante esta realidad, defiendo la idea de no votar como estrategia para modificar las formas de la selección política. Insisto: meter al país en crisis democrática es importante.
Tanto Marcelo Ebrard, como Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez intentarán llegar a la presidencia del país porque así se los pide “México” y “la gente”. Una aspiración válida; no obstante, me encantaría escucharlos hablar desde otro estadio conceptual donde le dieran respuesta cabal a la pregunta “¿para qué querer gobernar?”. Dejemos la demagogia y comencemos a hablar con la verdad.
Recién vi en X [antes Twitter] un mensaje de Xóchitl Gálvez donde daba respuesta al informe de gobierno del presidente: “@XochitlGalvez: Les resumo el informe: Bla, bla, bla, bla, bla, mentira, bla, bla, bla, bla, mentira”. Este tipo de desplantes discursivos son los mismos que se le han criticado al presidente López Obrador, así que la tónica de la estrategia de la aspirante al gobierno será igual de demagógica y popular que la del presidente; es decepcionante, pero justificable para generar un movimiento nacional que aún no es y debería ser el objetivo de Gálvez si es que desea la presidencia. Debo reconocer y aplaudir un par de muestras de mercadotecnia política muy creativas, eso es todo, no hay fondo sino forma.
Esta próxima semana #Morena tendrá candidato para la presidencia y será el momento de analizar qué quiere “la gente” y “México”. Mientras eso ocurre, no nos queda sino soñar con un encontronazo intelectual entre precandidatos que, al parecer, no se dará. Solo nos queda esperar que la verdad guíe el discurso.
Dicen los que según saben de política que todos los “pensantes” desean que Marcelo Ebrard llegue a la presidencia. El único estadista de los tres aspirantes hasta el momento es Ebrard… pero tiene a demasiados enemigos porque, una vez en el poder, jamás vuelve a contestar el teléfono. Respecto a Claudia Sheinbaum siempre diré que el equipo progresista que la rodea es su talón de Aquiles, no hay problema si no sonríe el problema es que no construye. El factor “X” deberá cuidar muy bien con quien se sienta a la mesa a partir de ahora y sobre todo cuidar quién la toma del brazo.
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