La violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo la crisis de derechos humanos más generalizada en el mundo, arraigada y tolerada, con altos índices de impunidad y urgente de atender. Repercute gravemente en la salud, integridad y en la vida de las mujeres y las niñas, de las familias, de las comunidades y de las sociedades en general.
Se expresa de múltiples formas, tanto en el ámbito público como privado, y afecta gravemente a
mujeres y niñas en su amplia diversidad y durante todo su ciclo de vida, teniendo un impacto
diferenciado e interseccional en mujeres y niñas indígenas y afrodescendientes, con discapacidad,
migrantes, refugiadas, desplazadas, defensoras, con orientacionessexuales e identidades de género
diversas, entre otras condiciones más.
En el mundo, 1 de cada 3 mujeres ha experimentado alguna forma de violencia a lo largo de su vida;
en promedio, una mujer o niña muere asesinada por alguien de su propia familia cada 11 minutos. Desde que comenzó la pandemia, 45% de las mujeres ha declarado que ellas o una mujer que conocen ha sufrido alguna forma de violencia. La violencia contra las mujeres y niñas es cada vez más una causa de la migración femenina en la región de América Latina. En todo el mundo, las mujeres representan ya el 48% de las personas migrantes.
La discriminación, violencia y agresión dirigida a las mujeres y niñas, la mitad de la humanidad, limita
su participación en todos los ámbitos de la vida, les niega derechos y libertades fundamentales y
obstaculiza la recuperación económica igualitaria, su participación en el ámbito laboral y el
crecimiento sostenible que necesita el mundo.
Asimismo, las crisis por la COVID-19, el cambio climático y los conflictos han aumentado el número
de las mujeres que viven en la pobreza extrema e incrementado su carga de trabajo doméstico y de
cuidados no remunerado, así como riesgos en su salud y la de sus familias en los entornos urbanos
y rurales, al tiempo que esta violencia ha forzado a mujeres y niñas a desplazarse de sus hogares,
comunidades y de sus países.
Todo esto aumenta la violencia de género a la que están expuestas las mujeres y las niñas, dentro y
fuera de la vida pública y en el espacio digital. Al ritmo al que hoy avanza la humanidad, se estima
que aún nos tomará casi 300 años eliminar las leyes que siguen limitando el pleno goce de los
derechos de las mujeres y las niñas, incluyendo el derecho a una vida libre de violencia.
Ante este panorama, la presencia del activismo se torna fundamental. Un movimiento feminista
fuerte, diverso y autónomo es un factor esencial que ha promovido transformaciones sociales y
leyes específicas para el acceso de las mujeres y las niñas a una vida libre de violencia, tales como:
la tipificación del feminicidio, del acoso sexual en espacios públicos, de la violencia digital y contra
la intimidad sexual, la violencia contra las mujeres en la política, entre otras tantas.
A pesar de las amenazas y ataques y en su contra, las activistas de base, colectivas, defensoras de
los derechos humanos de las mujeres e impulsoras de diversos movimientos en todo el mundo,
como el #MeToo, #NiUnaMenos, #TimesUp y otros, han catalizado un cambio sin precedentes; han
generado una movilización mundial que ha dejado de manifiesto la urgencia de la prevención y la
respuesta a la violencia contra las mujeres y las niñas.
Por esta razón, bajo el lema de la Campaña del Secretario General de la ONU, António Guterres,
¡ÚNETE! ACTIVISMO PARA PONER FIN A LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES Y LAS NIÑAS, y en el
marco del 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres
y los 16 de activismo contra la violencia de género, las Naciones Unidas hacen un llamado a
promover el activismo.
Seamos activistas y sumemos acciones para la prevención de la violencia contra las mujeres; solidaricémonos con las activistas de los derechos de las mujeres y apoyemos a los movimientos feministas para resistir el retroceso de los derechos de las mujeres y las niñas.
En el caso de México, un país en el que 10 mujeres en promedio son asesinadas al día, y más de 25
mil mujeres se encuentran desaparecidas, las mujeres activistas han realizado una labor
fundamental y extraordinaria para visibilizar y eliminar la violencia contra las mujeres como un
problema público, prioritario, que requiere atención urgente, y en la que todas y todos tenemos un
importante papel que jugar.
En la defensa de los derechos humanos, las activistas y defensoras han brindado acompañamiento a las víctimas y/o sobrevivientes de violencia en la exigencia de justicia, verdad, búsqueda efectiva, memoria y reparación del daño. De igual forma, han luchado y liderado esfuerzos para contar con un marco normativo e institucional que responda a la magnitud del problema.
Debemos asegurarnos de que existan mecanismos de protección efectivos para prevenir y eliminar
la violencia, el acoso, las amenazas, la intimidación y la discriminación contra las defensoras de los
derechos humanos y las activistas de los derechos de las mujeres. Debemos promover y garantizar
el liderazgo de las mujeres y las niñas en su diversidad y su participación significativa en los espacios
económicos, sociales, culturales, ambientales y otros para la toma de decisiones.
Las agencias de las Naciones Unidas reiteramos el llamado urgente a todos los sectores de la sociedad y a todas las personas a emprender acciones para apoyar e invertir en organizaciones de derechos de las mujeres y movimientos feministas fuertes y autónomos. Poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas es posible, ¡Únete!
Conoce más en: https://mexico.unwomen.org/es/stories/comunicado-de-prensa/2022/11/uneteseamos-activistas-para-poner-fin-a-la-violencia-contra-las-mujeres-y-las-ninas
Con información de: ONU