De acuerdo con los estudios, en América Latina los cambios en la paternidad ocurren en hombres entre 25 y 35 años que cursaron niveles superiores de estudio (licenciatura o maestría) y que viven en zonas urbanizadas. Además, en los últimos 20 años hubo un aumento en la exigencia de políticas públicas que promuevan el ejercicio de la paternidad, y consideren el divorcio y la migración como factores que limitan su ejercicio.
por Martha Karime Vázquez Hernández
Dime qué tipo de papá eres y te diré qué clase de hombre podrías ser, parece ser el mantra con el que los hombres contemporáneos se definen. En la actualidad, la paternidad es el laboratorio en el que se examina a los hombres y sus respuestas ante los cambios cada vez más abruptos y disruptivos en los roles de género.
Así, han surgido términos para referirse a estas nuevas prácticas, como el de paternidades contemporáneas o nuevas paternidades. Denominadas de esta forma ya que su ejercicio es diferente al que las generaciones anteriores impusieron y reprodujeron.
De acuerdo con el texto La nueva paternidad: expresión de la transformación masculina del investigador Rafael Montesinos, el modelo tradicional de paternidad se caracteriza porque el hombre, dentro de la familia, asume el rol de proveedor económico y protector. El padre, en este esquema, es el encargado de la disciplina y quien toma las decisiones en el hogar. También es quien ejerce la violencia y al ser la figura de autoridad, no demuestra sus emociones ni se vincula afectivamente con los miembros de su familia debido a que esto podría considerarse un gesto de debilidad.
Algunas investigaciones realizadas sobre la paternidad en América Latina, como el libro Fathers across Cultures: The Importances, Roles and Diverse Practices of Dads publicado en 2015, señalan que, al crecer bajo este modelo de paternidad, muchos hombres que son padres deciden ser diferentes. Se niegan a ser una figura ausente o violenta. Quieren involucrarse porque en la mayoría de los casos, su padre no lo hizo.
“Mi papá era muy responsable, sí, pero inexpresivo, serio todo el tiempo, con el ceño fruncido. Llegaba y salía de la casa todo el tiempo, porque tenía dos trabajos. Nunca se sentó a platicar conmigo o con mis hermanos, y las pocas veces que nos dirigió la palabra fue para regañarnos. Por eso cuando yo tuve a mi primera hija, lo primero que pensé fue en no ser como mi padre”, menciona Armando Rodríguez, padre de dos niños, con los que habla todos los días a la hora de la comida, ve películas los domingos y por los que renunció a su trabajo en un despacho de abogados para estar más tiempo con ellos.
La experiencia con sus padres no es lo único que impulsa a los varones a ejercer la paternidad de manera distinta. Laura Evelia Torres, psicóloga especialista en paternidades, detalla que, un factor importante para que los hombres decidan o no involucrarse en la crianza depende de la relación que mantengan con su pareja. “Si la pareja, en este caso mujer, es celosa de su proceso como madre y no comparte con el varón la crianza, es difícil que él se involucre. Si involucrarse en los temas relacionados con hijos e hijas implica conflicto, es muy probable que se evite en lugar de establecer acuerdos”, explica Torres.
Dejar la labor de crianza a las mujeres no solo se hace para evitar desacuerdos con la pareja, también está vinculado a una construcción en torno a la maternidad que limita el acceso de los hombres a esta práctica. Como lo mencionan las psicólogas Patricia Ortega Silva, Laura Evelia Torres y Alejandra Salguero en la investigación Vivencia de la paternidad desde la perspectiva de género, la construcción histórica de la crianza privilegia la figura femenina y deja al margen el papel de los hombres. A pesar de que la crianza se vincule a la figura materna, no significa que los hombres no puedan aprender o que no tengan la disposición de hacerlo. Así lo sugieren las entrevistas realizadas para la investigación Vivencia de la paternidad desde la perspectiva de género. Los entrevistados declaran que, involucrarse en la crianza de sus hijos les da no solo satisfacción, sino que también les ayuda a fortalecer la comunicación y sentir que ocupan un lugar importante en la vida de sus hijos.
Gerardo Bravo, de 50 años, reconoce que la paternidad es el espacio en el que aprendió a expresarse de manera abierta. Asumir el rol predominante en la crianza de sus tres hijos a partir del acuerdo que mantuvo con su esposa fue lo mejor que le pasó. Disfruta su papel de papá, y aprendió tanto del cuidado y convivencia con
sus hijos, que después de que estos superaron la adolescencia y regresó a trabajar medio turno en una aerolínea, está convencido de que la crianza fortaleció su seguridad y su capacidad de comunicación, elementos imprescindibles para su trabajo.
El interés que cada vez más hombres demuestran en la crianza ayuda a modificar la perspectiva biológica que se tiene sobre la maternidad, en la que se asume que las mujeres tienen un vínculo natural con los hijos, así lo señala Alejandra Salguero Velázquez, quien ha estudiado durante más de treinta años la paternidad en México y Latinoamérica, en su texto Fathering in México.
Tal como lo explican psicólogos e investigadores en la serie documental de Netflix, Bebés, la paternidad no está determinada por la genética. Los varones no están programados para sentir afecto por el hecho de compartir ADN con sus hijos e hijas. Es en la interacción con los niños en la que se forman los vínculos, medios de expresión y comunicación. Como en cualquier otra relación entre dos seres humanos, no puede existir afecto si este no se trabaja de manera constante y consciente.
Las paternidades contemporáneas se convierten así, en un espacio en el que los varones cuestionan la masculinidad, y al mismo tiempo, replantean lo que significa ser padre.
El costo de romper el esquema
Otro factor que limita las nuevas paternidades son los estereotipos. Los hombres que ejercen su paternidad de manera distinta se enfrentan no solo a las críticas y comentarios que se generan en sus círculos cercanos, también a los comentarios en sus espacios laborales.
Para Juan Benítez, hacerse cargo de sus dos hijos y que su esposa fuera la encargada de proveer le costó recibir ofensas y burlas por parte de sus hermanos y familiares. “Tú cállate, tú no opinas por mandilón” era una de las frases que escuchaba con frecuencia.
De acuerdo con la investigadora Alejandra Salguero Velázquez “los varones que deciden ser diferentes resignifican todas las prácticas de su entorno, incluso cómo se relacionan con otros hombres”.
En el caso de Juan, su familia jamás aceptó que fuera él quien se hiciera responsable de la crianza de sus hijos. Sin embargo, sus amigos le reconocían haberse hecho cargo porque estaba rompiendo el esquema.
Estos cambios que se generan desde la paternidad impulsan otros en la masculinidad. Por ello, las investigaciones publicadas por Salguero, Torres, Montesinos y Silva coinciden en estudiar a la paternidad como uno de los campos fundamentales desde los que aproximarse al género masculino.
“Para explicar los cambios que hay en la masculinidad, primero se debe entender cómo los hombres aprendieron a ser hombres, y, por ende, cómo aprendieron a ser padres. Ambos conceptos, el de masculinidad y paternidad, se estudian en conjunto porque están interrelacionados”, declara Salguero.
Cuando se habla de paternidades, en plural, se reconoce que su práctica está asociada con contextos específicos y permite reconocer la diversidad de modelos que existen. Además de relacionar los ejercicios contemporáneos con los tradicionales. “Cambiar una práctica de paternidad tradicional a una moderna significa transformar la estructura mental que permite a los hombres autodefinirse” destaca el texto de Montesinos.
Este conflicto entre el modelo tradicional y las nuevas formas de paternidad son uno de los motivos que generan dudas en los varones sobre cómo ser padres. Si, por un lado, la pareja y el entorno, exigen que la paternidad sea ejercida de manera distinta, también existe incertidumbre por romper con “el deber ser” aprendido y reproducido en el esquema familiar.
“Claro que hay tensión en los varones. No podemos hablar de cambios abruptos, sino de transiciones; transitan entre una práctica y otra de la paternidad, y de esa manera se modifican las actividades cotidianas. Todo pasa por un proceso de asimilación que no es sencillo ni se da en todos los hombres”, señala Salguero.
La existencia de prácticas diferentes en la paternidad no determina que todos los hombres sean padres responsables o afectivos, y mucho menos que se cuestionen su masculinidad. Lo que existe en la actualidad son más bien, cambios que van haciéndose visibles en la medida en que ellos logran asimilarlos y ponerlos en práctica.
Además, hay que tener en cuenta factores como la edad, el entorno social y económico, ya que estos también determinan la apertura y facilidad para ejercer otras formas de paternidad. De acuerdo con datos del libro Fathers across Cultures, los hombres que tienen una mayor disposición al cambio pertenecen a un grupo de edad entre los 25 y 35 años, y la mayoría han cursado niveles superiores de estudio (licenciatura y/o maestría).
Un ejemplo importante de estas diferencias en la forma de vivir la paternidad, lo expresa el escritor Alejandro Zamba en su ensayo El tiempo de la amnesia publicado por el New York Times. Zamba reflexiona sobre lo que significa ser papá en medio de la contingencia sanitaria, y cómo ha encontrado en su hijo de dos años una compañía que, a través del juego, lo reconforta, anima y alivia la terrible ansiedad que la incertidumbre genera.
Es un testimonio personal, no solo sobre la paternidad en medio de una crisis de salud mundial, sino también de cómo los modelos de la paternidad, el tradicional y el contemporáneo, se entrelazan y manifiestan en la vida cotidiana. El escritor es consciente de su papel como padre solo en la medida en que descubre y se cuestiona lo que él asocia con la figura paterna.
Este es solo un ejemplo de paternidad, con características específicas de un momento particular. Existen otros ejemplos que exponen el caso de las figuras paternas ausentes, los hijos e hijas que inventan la historia del padre para llenar un vacío, que lo pintan como héroe de guerra, luchador o trotamundos.
Como la historia del periodista Dennis Maxwell en un episodio del podcast Radio Ambulante, Los cassettes del exilio, en el que cuenta como su padre, quien tras huir de la dictadura que se vivía en Chile en los setenta y dejar a su familia, no se volvió una figura ausente, al contrario, encontró la manera de mantenerse involucrado en la vida de sus tres hijos grabando historias en cassettes que mandaba desde Francia, país en el que vivía en condición de refugiado.
Maxwell reconoce que su padre, si bien no estaba presente de manera física, jamás perdió el contacto. A través de los cassettes, él y sus dos hermanos, formaron un vínculo con su padre, mismo que les ayudó a sobrellevar los comentarios que a veces les hacían en la escuela o su barrio sobre la ausencia paterna. Sabían que su padre estaba con ellos, aunque no fuera de manera directa.
Estas historias refuerzan el concepto desarrollado en las investigaciones mencionadas, en las que se afirma que la paternidad no es vínculo espontáneo, sino que se trata de una relación que se establece de múltiples maneras. Ya sea a través del juego o cassettes que cruzan el mundo, la paternidad y su ejercicio son la elección consciente de involucrarse y estar presente, no solo de manera física, sino asumiendo la responsabilidad de estar y ser reconocido como padre.
La lucha por políticas públicas pro-paternidad
A pesar de que cada vez hay más hombres que deciden participar en la crianza, las políticas públicas en la mayoría de los países de Latinoamérica no promueven el ejercicio de la paternidad. Así lo señalan las investigadoras Patricia Anderson, Camile Dalley, Ana Carvalho, Lucia Moreira y Yumi Gosso en los artículos African- Caribean Fathers: The conflict between Masculinity and Fathering y Fathering in Brazil, publicados en el libro Fathers across Cultures.
Parte del problema está relacionado con la idea que se tiene sobre lo que es ser un buen trabajador. En el caso de México, uno de los países con las jornadas laborales más largas en todo el mundo, el pensamiento dominante es que quien trabaja más horas, está más comprometido y lo hace mejor.
Esta noción sobre el trabajo afecta más a los hombres, ya que, al incorporarse al mercado laboral, a diferencia de las mujeres, no cuentan con licencias por paternidad o permisos que consideren su rol como padres. De nuevo la concepción del varón como proveedor pesa más que el papel que tienen como padres.
“Si un hombre pide permiso en el trabajo para ir al festival de la escuela de sus hijos, la respuesta es que para eso tiene a su mamá. Esto reafirma que aún se piensa en que la función del hombre es la de trabajar y que entre más lo haga, mejor”, señala Torres Velázquez, quien además remarca que se han hecho pocos esfuerzos desde el ámbito jurídico para promover licencias y permisos de paternidad, a pesar de que se ha señalado en numerosas investigaciones, los beneficios que tiene otorgar este tipo de apoyos.
En México, desde noviembre de 2012, el artículo 132 en la fracción XXVII bis de la Ley Federal de Trabajo, establece que “es obligación de los patrones otorgar un permiso de paternidad de cinco días laborables con goce de sueldo, a los hombres
trabajadores, por el nacimiento de sus hijos y de igual manera en el caso de la adopción de un infante”.
A pesar de existir dicha normativa, se ha señalado que cinco días son insuficientes para que los varones puedan involucrarse de manera significativa en el nacimiento de sus hijos. Además, el parto es el único momento que es considerado por la licencia, limitando la participación de los hombres en otros momentos de igual importancia como las citas médicas durante la gestación.
De acuerdo con Adriana Guadalupe Reyes Luna, investigadora y psicóloga especialista en paternidad, los hombres que se involucran desde el embarazo llegan a tener un vínculo mayor con sus hijos recién nacidos. Asistir a las ecografías, escuchar el corazón del bebé latir o hablarle al vientre de la madre, son prácticas que refuerzan no solo la idea de la paternidad, también generan un lazo con la pareja que puede ayudar a generar acuerdos para la crianza.
Pese a los beneficios que existen en el involucramiento de los hombres previo al nacimiento de sus hijos, son pocos los países en Latinoamérica que promueven normativas que permitan a los hombres estar presentes en momentos importantes del embarazo.
Divorcio y paternidad
Otro obstáculo importante que enfrentan los hombres para ejercer la paternidad es cuando se divorcian, ya que el sistema jurídico tiende a conceder, casi de manera arbitraria, la patria potestad y custodia de los hijos a las madres. “Incluso si el peritaje psicológico que se hace a los menores arroja datos sobre que la madre no es apta para la crianza, los jueces mantienen la idea sobre que los niños necesitan a su mamá mucho más que a su papá”, apunta Torres.
Como lo plantea el texto Paternidad y ruptura familiar, la disolución del matrimonio muchas veces ocasiona, que los conflictos entre los padres se usen como chantaje con los hijos, haciéndoles creer que un mal marido es un mal padre. Así, las madres, quienes deciden sobre el tiempo y espacios que los hijos comparten con sus padres, se convierten en una figura que limita la relación y en la mayoría de los casos, la anula.
Por ello, no es raro que existan organizaciones como la Asociación Mexicana de Padres de Familia Separados, A.C. (AMPFS), que tiene como misión defender los derechos de los padres de familia separados para lograr la convivencia con los hijos, y que, además, ofrece apoyo jurídico y psicológico.
De acuerdo con Gerardo Palomar, director de los programas de Derecho del Tecnológico de Monterrey, en 2012, solo entre cinco y diez hombres en México obtenían la custodia de sus hijos cuando la solicitaban. Esto se debe en parte a que los requisitos que se les piden a los varones son más estrictos que los que les son solicitados a las mujeres.
Uno de los avances en materia jurídica en México, que han propiciado el ejercicio de la paternidad de hombres separados es la creación de la forma jurídica de la custodia compartida. Esta figura legal obliga a que los hijos menores de edad pasen la misma cantidad de tiempo tanto con la madre como con el padre.
Mientras no existan políticas públicas que privilegien e impulsen el ejercicio de nuevas paternidades, los hombres que deciden ser distintos, involucrarse y participar de la vida de sus hijos, seguirán siendo una minoría que se rebela ante una estructura que niega que ser padre no solo es participar de la concepción, sino estar, acompañar y demostrar que se trata de una decisión.
Los papás que migran, pero no abandonan
Otra vertiente que modifica la paternidad se relaciona con el interés que existe en las infancias. De acuerdo con un estudio realizado por la Comisión Económica para América y el Caribe (CEPAL) sobre La Paternidad responsable en el Istmo Centroamericano, señala que las investigaciones no deben incluir solo a los varones como sujetos que pueden ejercer la paternidad, también implica reconocer los derechos de niños y niñas de tener una figura paterna responsable.
De acuerdo con datos de la misma publicación, la paternidad en América Latina es en su mayoría, ausente. En promedio, una cuarta parte de los nacimientos que se registraron en la región durante los noventa no fueron reconocidos por los hombres. “En el Istmo Centroamericano un sector considerable de la población infantil y adolescente no cohabita con sus padres. En las zonas urbanas, el número de niños
y niñas que viven sin padre alcanza el 41 %, y muchos de esos hombres se han desatendido de sus hijos e hijas”, destaca el estudio.
De acuerdo con la CEPAL, estos porcentajes se interpretan a partir del contexto que los países centroamericanos han tenido por casi 30 años. En medio de la violencia, la pobreza y la falta de educación sexual y reproductiva, muchos hombres prefieren no asumir su paternidad con la finalidad de no tener que responder ante las obligaciones que la ley establece, como la pensión alimenticia.
En otros casos, la decisión de migrar aleja y limita el ejercicio de la paternidad, la mayoría de las veces, los hijos se dejan al cuidado de la madre, mientras que los padres son quienes emigran en busca de oportunidades laborales. En México el 75% de las personas que migran a otros países son hombres.
“Es en los estudios sobre migración y paternidad donde se visibilizan los derechos de niños y niñas a tener una figura paterna presente, pero también los motivos que limitan la paternidad en Latinoamérica. No es que los padres abandonen a los hijos, a veces es un abandono forzado por las condiciones”, destaca Torres Velázquez. Omar migró de Oaxaca a California en 1992, entonces tenía 18 años y su pareja, Laura, tenía siete meses de embarazo. El plan era irse primero él, conseguir un trabajo y un lugar para vivir, después vendrían Laura y su hijo. Pero no ocurrió así. Omar regresó a México a finales del 2017, tras ser deportado. El joven de 25 años que vio no se parecía en nada al niño de las fotos que Laura le mandaba de vez en cuando.
“Lo veía y me preguntaba ¿y ahora qué le digo? No sabía nada de él, ni su color favorito. Pero había algo que me decía que tenía que hacer un esfuerzo por conocerlo, a final de cuentas era mi hijo, la razón por la que me fui, para darle una vida mejor. Y así, poquito a poquito, nos fuimos conociendo. Nos ha costado, todavía no me dice papá, pero por lo menos, ahora estoy aquí, hablamos, nos vemos, tenemos un vínculo”, cuenta Omar.
Las paternidades contemporáneas, sus limitantes y cambios, son un universo no solo de posibilidades, sino también de estudio, del que poco se ha hablado en espacios abiertos al debate, que consideren la paternidad como la trinchera desde la que los hombres responden a las embestidas que los cambios sociales les han obligado llevar a cabo de manera exorbitante, acelerada.
“Si se pretende entender qué pasa con los hombres hoy en día es fundamental estudiar la paternidad porque es ahí donde se visibiliza qué tanto están dispuestos a ceder, cambiar y cuestionarse. ¿Quieres conocer a un hombre? Pregúntale sobre su idea de paternidad”, concluye Alejandra Salguero.
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