Aquí el invitado de honor es el clítoris, y la imaginación es el límite. La Covid-19 trajo dramas de salud, pero también aceleró procesos como la desestigmatización de la masturbación femenina. La frase de la pandemia podría ser: “yo me doy sola”.
Por: Denisse Tavera Martínez
Abril Angulo Rodas
En el escaparate virtual están Otto, Lolita, Mila, Elvis y Sona esperando que los descubran. Hay de todos los precios y para el gusto de cada quien: con textura, vibraciones, pulsión o succión. Aquí el invitado de honor es el clítoris, y la imaginación es el límite. La Covid-19 trajo dramas de salud, pero también aceleró procesos como la desestigmatización de la masturbación femenina. Alentadas por el encierro y las medidas de distanciamiento social, muchas mujeres emprendieron la búsqueda de su placer sexual, a la vez que reconectaron con su cuerpo e intimidad. La frase de la pandemia podría ser: “yo me doy sola”.
“Creo que estar más tiempo a solas, en lugares encerrados y sin poder salir, te ´obliga´ de cierta manera a explorar más tu cuerpo, de forma sexual y no sexual”. Daniela Gutiérrez, 21 años.
Desde hace siglos, el sexo autárquico y todo lo relacionado al placer femenino ha sido un tabú, enterrándose así en el terreno de “lo prohibido”. La historia de la autosatisfacción femenina es poco conocida, a pesar de que se registra desde los tiempos de la Grecia Antigua.
Poco a poco, este tipo de ideas han sido refutadas gracias a la ciencia, al feminismo, y a que cada vez surgen más estudios relacionados al tema. Según la sexóloga Arola Poch, “la vivencia de la sexualidad se está normalizando y eso hace que se pierda la vergüenza, que los juguetes sexuales se entiendan como un complemento y no como un sustituto de nada ni de nadie”.
¿Hubiera imaginado George Taylor en 1872 cuando patentó los primeros masajeadores vaginales con fines curativos, que en 2021 su invento, con ciertas modificaciones, se convertiría en uno de los accesorios más vendidos durante una pandemia?
Probablemente no, a lo mejor sería una imagen que pudo haber fantaseado Joseph Mortimer Granville en 1883, cuando creó el primer vibrador portátil, y este se convirtió en un éxito; aunque tal vez no hubiera visualizado el boom que tendría el famoso “conejito”, consolador femenino popularizado por una escena en Sex and the City.
La nueva ITS: COVID-19
El psicólogo Rafael San Román señala que el coronavirus podría percibirse como una nueva ITS (infección por transmisión sexual), “no tanto en el sentido técnico, porque eso aún está por determinarse, pero sí a fin de cuentas, porque se transmite por algunos intercambios que son ineludibles en el sexo convencional”. Es el nuevo invitado incómodo en nuestras camas.
Su homólogo canadiense, Mark Schaller, resalta que hemos desarrollado un conjunto de respuestas psicológicas inconscientes, que denomina como un “sistema inmunológico de conducta”. El miedo al contagio ha ocasionado una migración hacia experiencias que no incluyen el contacto físico, desde el sexting hasta el sexo autónomo.
De acuerdo con una encuesta realizada en mayo de 2020, por la Asociación Mexicana para la Salud Sexual, en la que participaron 1,785 personas de entre 18 y 80 años, hubo un incremento del 38% en la práctica del sexting; asimismo, se vio una tendencia del 30% de aumento en la masturbación entre las personas que vivían solas.
Juguemos con el clítoris
El confinamiento, mezclado con el aburrimiento y la necesidad de no desconectarnos de nuestra sexualidad, propició que la imaginación y la creatividad tuvieran rienda suelta en la búsqueda del placer, ya sea solos, o acompañados.
Esto se ha visto principalmente reflejado en un crecimiento de entre 200% y 300% en la compra de juguetes sexuales, especialmente los enfocados al placer femenino. La directora de marketing de Erotika -las primeras tiendas eróticas en México y con más de 50 años en el mercado- Diana Bernal, comenta que el artículo más solicitado es el succionador de clítoris, al que le siguen los lubricantes y un kit de bondage. El famoso Womanizer, inventado por Michael Lenke en 2014, fue el primer succionador “cliptoriano”. Hasta ese año los juguetes sexuales femeninos habían ignorado la zona más erógena del cuerpo de la mujer. Este órgano, cuya única función es la del placer sexual, cuenta con aproximadamente ocho mil terminaciones nerviosas y, gracias a Masters y Johnson (pioneros en la investigación científica
sobre el sexo, y autores del best-seller, Human Sexual Response) se sabe que es el epicentro del orgasmo; es decir, la penetración no es necesaria para llegar al mismo, sino su estimulación.
Uno de los principales problemas en torno al placer femenino, es el falocentrismo que se ha instaurado en la incultura erótica, ya que provoca la creencia de que lo más importante para producir un orgasmo es la penetración, dejando a un lado al clítoris. Esto se puede observar con Sigmund Freud, apenas en el siglo pasado, quien asoció el placer obtenido por medio del clítoris con una sexualidad no desarrollada, lo que creó la idea de que una sexualidad madura únicamente obtiene placer a través de la penetración vaginal.
Para Andrea Segura, de 33 años, su experiencia erótica cambió luego de haber incluido sex toys, “me di cuenta de que no hay necesidad de tener un galán, si tienes ganas solo lo usas; o si tienes pareja, implementar juguetes es divertido, sales de la rutina, experimentan juntos y aprenden cosas nuevas”.
El informe Hite, publicado en los setenta por la sexóloga feminista estadounidense, Shere Hite, muestra que solo el 1,6% de las 3,000 mujeres que participaron, llegaban al clímax exclusivamente a través de la penetración.
Según indica la encuesta “Diferencias en la frecuencia de orgasmos entre la gente gay, lesbiana, bisexual y heterosexual”, realizada a 52,000 estadounidenses, publicada en 2018, los hombres heterosexuales son los más propensos a tener orgasmos durante el coito con 95 %, los homosexuales con 89%, las lesbianas con 86%, mientras que las mujeres heterosexuales solo con 65%. Se encontró que las mujeres que suelen tener más orgasmos reciben sexo oral con mayor frecuencia. La maravilla del succionador es, precisamente, que asemeja la sensación de una estimulación de este tipo.
El otro impacto: desgana sexual
Pero también hay otra cara del confinamiento: la disminución del apetito sexual. La psicóloga Rosario Castaño en su artículo El erotismo y el sexo en tiempos de la Covid-19, habla sobre las repercusiones de la pandemia en las consultas de sus pacientes y encontró dos problemas centrales, que muchas personas no soportan la idea de tener sexo por miedo al contagio, y que el sexo perdió sentido para ellos.
Las pacientes de Castaño, en relaciones heterosexuales, homosexuales, o bisexuales, acudieron a consultas principalmente por falta de deseo sexual, problemas con la excitación, o anorgasmia (nula manifestación del orgasmo a pesar de lograr tener una excitación normal), lo cual les impide relacionarse sexualmente.
“Fui a una fiesta hace dos semanas, por primera vez después del confinamiento, ahí dos vatos intentaron acercarse a mí y tener relaciones. A pesar de que quería, no me excité, solo sentí manos en mi cuerpo”.
Así es como Mara Torres de 20 años, cuenta lo que ella consideró el momento en el que se dio cuenta de que, “tenía algo mal dentro”. Sin embargo, este “mal”, en realidad son dos enfermedades: inapetencia sexual y ansiedad sexual.
La primera sucede cuando una persona experimenta un bajo nivel de interés sexual, que se manifiesta con la dificultad para iniciar o responder al deseo de una actividad erótica con la pareja. Mientras que la segunda es una enfermedad que afecta la confianza y la autoestima de quien la padece, lo cual provoca que -lejos de ser algo placentero- las relaciones sexuales se conciban como una preocupación, y que por lo tanto, se termine por evitarlas o se pierda el interés.
Mara, tal como las pacientes de Castaño, tiene una sensación de desgana, fatiga y agotamiento -el cual pensaba que era normal por el confinamiento-, aunado al estado de ánimo apagado, similar al de una depresión. Pero ahora que tuvo la oportunidad de salir más y relacionarse, siguió con esos síntomas de rechazo y, en consecuencia, se siente desconcertada.
“Cuando estaba en mi casa, a inicios de la pandemia, pensaba en la posibilidad de masturbarme, no tengo una pareja a la cual llamar, así que creí que podía pasarla bien sola. El problema es que no era la única en casa, estaban mis papás y mi hermano menor, que no dejaba de entrar a mi cuarto; no podía hacer nada, y con el tiempo se me fueron las ganas”, comenta
A pesar de ello, todavía tiene esperanza en recuperar su apetito sexual, o por lo menos, que ya no sea un tema incómodo. “Cuando estaba en la preparatoria, antes de empezar a tener relaciones sexuales, decía que era asexual porque [el sexo] no me llamaba la atención para nada, y pude vivir bien. Si este estado continúa, espero que no me afecte y que sea igual que en ese entonces”, agrega Mara.
Rompiendo patrones
Ideas como las desarrolladas por Freud, han tenido gran impacto en la evolución de la sexualidad femenina. En el proceso, se instauró un sentimiento de culpa por la masturbación, y por consiguiente, un rezago en la exploración de la anatomía del placer; ejemplo de ello es que el clítoris no se estudió, sino hasta hace 462 años con Mateo Colombo, cirujano italiano. Y solo hasta un siglo después, se le asoció al placer, gracias a estudios de Regnier de Graaf, anatomista holandés.
Marie Bonaparte, escritora, psicoanalista -aprendiz de Freud- y científica, realizó estudios para encontrar respuesta a su inquietud por no poder tener orgasmos durante el coito, pero sí cuando se masturbaba. Tras descubrir que existía una relación entre la distancia del clítoris a la vagina y la posibilidad de tener más orgasmos durante la penetración, se sometió a tres operaciones para acortar esa separación, pero ninguna fue efectiva.
Bonaparte insistía en lograr tener orgasmos al mantener relaciones sexuales porque creció con estereotipos. Vio su autoestimulación frustrada, después de un encuentro con una de sus cuidadoras, “¡Es un pecado! ¡Es un vicio! ¡Si haces eso morirás!”, le dijo, de acuerdo con lo que Marie anotó en su diario en 1952.
Esta científica ilustra el pensamiento patriarcal que abraza al autoerotismo, y que resulta en una desconexión con el placer individual, y con el propio cuerpo. La consecuencia de la censura y la connotación negativa-casi siempre con aires de pecado- que se le da al sexo en solitario, es que se no se practique, o que se haga con vergüenza, y que no se hable de él con libertad.
“En casa nunca estuvo bien visto tener relaciones antes del matrimonio; el sexo era una cuestión que no se tocaba. Cuando pregunté por primera vez lo que era un orgasmo, mi mamá cambió de tema abruptamente. Este tipo de situaciones hizo que creciera pensando que experimentar con mi cuerpo estaba mal”, confiesa Andrea Segura.
La psicóloga Celia Betrian, explica que “las creencias y los estigmas han afectado hasta el punto en el que las mujeres no puedan disfrutar de este acto de amor propio porque creen que no se lo merecen, que están siendo ‘malas’ o ‘sucias’. En el momento en el que se condena la masturbación femenina, se está condenando que esas mujeres presas de las creencias y estigmas sociales puedan disfrutar plenamente de su vida sexual”.
Daniela Gutiérrez, recuerda que su primera experiencia utilizando juguetes fue decepcionante, “en ambos casos (tengo dos juguetes), creo que no se dio como hubiese querido porque no conocía mi cuerpo lo suficiente y no sabía qué áreas específicas estimular para poder sentir placer adecuadamente”.
Mientras que para Segura, el desencanto se dio por herencia familiar, “fue raro, porque nunca lo había intentado y hasta cierto punto sentía que estaba haciendo algo prohibido, justo por todo lo que me habían inculcado, pero ahora he logrado que fluya de manera natural”.
“La autoexploración afecta de manera muy positiva, porque te conoces y creas un momento de disfrute contigo. Masturbarme es tener un momento para mí; no es solo acostarte en la cama y ver un video porno, sino crear toda una atmósfera para disfrutar de ti misma, de lo que te gusta, y también consentirte. Así generas una percepción tuya mucho más sensual, sexy, abierta y empoderada”, explica Fernanda Medina, psicóloga.
La persona que decide tener sexo autónomo realiza un acto de amor propio que, además, impacta en la percepción sobre uno mismo. Se aprende el dónde sí y dónde no de la sexualidad; se adquiere consciencia sobre el cuerpo y se genera una reconexión con el erotismo. Así se rompe el ciclo patriarcal alrededor de la autoestimulación.
Si bien la contingencia sanitaria trajo desgracias, el tiempo que proporcionó el confinamiento sirvió para que muchas mujeres reflexionaran, experimentaran, y -por fin- escucharan los deseos de su vulva, sobre todo el ¡estimúlame! del clítoris. Esa reconciliación con la sensualidad y el placer, provoca una sensación de bienestar, de gozo, y sobre todo, una comprensión de la geografía corporal e íntima de lo femenino. Te sientes contenta porque comprendes tu sexo.
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