Delia Quiroa, integrante de la Unión de Colectivas de Madres Buscadoras en Tamaulipas, fue quien solicitó al grupo criminal el Cartel Del Golfo que los dejen ingresar a la zona
La mañana de este jueves, una docena de mujeres que buscan a sus desaparecidos salieron de Matamoros al predio denominado La Bartolina, lugar reconocido por las autoridades como un campo de exterminio.
La Bartolina se ubica en el ejido del Huisachal en Tamaulipas a tan sólo unos kilómetros de la frontera con Brownsville, Estados Unidos.
Ahí las autoridades y colectivos de desaparecidos como “Madres unidas por nuestros desaparecidos” han logrado recuperar 500 kilos de restos humanos en un lapso de cinco años.
La mañana de este jueves, las mujeres se arriesgaron a ir al predio, custodiadas por la Guardia Nacional y elementos de policía estatal para verificar las condiciones en las que está la zona, pues desconfían de los trabajos que hace la Fiscalía General de la República.
Delia Quiroa, quien forma parte de los colectivos “10 de marzo” y “Nosotras”, asegura que han solicitado información a la Fiscalía General de la República sobre los avances en la identificación de las más de 500 kilos de restos que se han encontrado, pero no han obtenido respuesta.
Delia Quiroa fue al campo de exterminio de La Bartolina a pesar de la tercera ola de covid-19 y del riesgo de internarse entre veredas solitarias en Tamaulipas para buscar a su hermano Roberto, quien desapareció después de tres secuestros.
En un lapso de cuatro horas a una temperatura que rondaba los cuarenta grados, el grupo de rastreadoras logró ubicar un hueso que quedó asegurado por la policía estatal y varios zapatos de mujer.
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Abriéndose paso entre las espinosas malezas, las madres llegaron a la zona acordonada por la Fiscalía, ahí constataron que no hay personal que garantice que la evidencia no sea manipulada o destruida.
La zona se encuentra al lado de un lago que le da al sitio un toque de quietud que dista mucho de parecer un lugar en donde cientos de personas han sido asesinadas, calcinadas o enterradas.
A diferencia de otros cementerios clandestinos del crimen organizado, no se percibe olor a muerte y no se ve a nadie en la zona, aunque días antes, colegas periodistas quisieron ingresar a La Bartolina por iniciativa propia y los mafiosos les ordenaron retirarse.
La señora Rosa, del colectivo “Madres unidas por nuestros desaparecidos”, fue una de las madres que abrió camino para que las autoridades trabajaran en la identificación de los restos humanos abandonados en La Bartolina.
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CAB