Mariano Escobedo y Tomás Mejía dos hombres de honor que no concebían nada peor que la traición, ni siquiera la misma muerte.
La Carta Que Nunca Se Envió
“…Todavía no se disipa la pólvora en el campo de batalla, cuando mi deber moral me obliga a dirigirme a usted, no como jefe del ejército, sino como hombre común con una inusual petición …”
Así comenzaba la carta que Mariano Escobedo escribió en 1867 dirigiéndose a Benito Juárez, cuando se le informó sobre la sentencia de muerte en contra del general Tomás Mejía. Solicitar indulto por su acérrimo enemigo era una conducta ciertamente inusual en Escobedo, pues siempre se condujo con actitud legalista, y rígida disciplina militar.
Cualquier otro enemigo en sus manos no le hubiera generado ningún conflicto interno, el deber había que cumplirlo y fin de la historia. De hecho, unos meses antes había ordenado, el fusilamiento de alrededor de 98 soldados enemigos, como castigo por vandalismo y excesiva crueldad en la ciudad de Zacatecas. Pero la cuestión no era tan simple en este caso, Escobedo no podía actuar tan fría y calculadoramente tratándose del general Tomás Mejía. Sin embargo dicha misiva nunca llegó a manos de Benito Juárez.
Batalla de Rio Verde
Todo comenzó seis años antes. La Guerra de Reforma entre liberales y conservadores concluyó oficialmente en enero de 1861. Sin embargo, algunos jefes conservadores no admitieron la derrota militar y mucho menos la derrota política. Uno de ellos y tal vez el más activo de la postguerra fue el general Tomás Mejía. Se internó en la Sierra Gorda de Querétaro dónde gozaba del apoyo de la población local y continuó la lucha contra las fuerzas liberales.
Mariano Escobedo marchó hacia la zona y ambas fuerzas se encontraron, chocando en feroz combate en un poblado llamado Rio Verde a mediados de 1861. Aún con grado de coronel, Escobedo cometió el error de subestimar a su enemigo basándose en sus ventajas evidentes: más tropa y mejor armamento. Sin embargo, desestimó dos factores menos visibles, el conocimiento del terreno por parte de Mejía al ser nativo del lugar, y su mayor experiencia militar. Como consecuencia de esto, los liberales perdieron la batalla y Escobedo cayó prisionero de Tomás Mejía.
Mejía Libera a Escobedo
Posterior al enfrentamiento, arribó al lugar el general conservador Leonardo Márquez, famoso por su crueldad y la facilidad con que fusilaba a sus prisioneros.
Márquez fue el primero en entrevistar a Escobedo, ofreciéndole indulto a cambio de sus servicios en el bando conservador. La respuesta de Escobedo fue categórica, “prefiero la muerte que soportar las propuestas de un traidor.” Márquez tomó esto como una humillación y decidió fusilar al prisionero.
Pero el mando estaba en manos de Tomás Mejía, quien informó al prisionero que lo dejaría en libertad. Inicialmente Escobedo rechazó la oferta anticipando otra propuesta de traición, pero Mejía le hizo saber que el indulto vendría sin ninguna condición.
Extrañado, Escobedo cuestionó las razones de tal decisión, a lo que Tomás Mejía respondió que había dos de peso. La primera era que él no acostumbraba a asesinar valientes sin importar el bando en el que militaran. La segunda era que, si Márquez se proponía fusilar a Escobedo lo haría aún pasando sobre el mando de Mejía, lo cual a la larga generaría una disputa funesta para la causa conservadora.
Aún Escobedo replicó advirtiendo a Tomás Mejía que si lo dejaba en libertad volvería a combatirle con el mismo ímpetu con el que apenas unas horas antes había mostrado. Mejía respondió que él estaba consciente de aquello y que de no hacerlo, se arrepentiría de haberle otorgado la libertad.
“La Vida Es Una Ruleta”
Seis años y dos guerras después, los papeles de estos dos fascinantes personajes se invirtieron radicalmente. La persistencia de los conservadores por imponer su modelo político, llegó al límite cuando acudieron al extranjero por apoyo militar. Esto desencadenó otra sangrienta guerra, la Segunda Intervención Francesa en México, la cual concluyó con el sitio de Querétaro en 1867.
Para entonces Mariano Escobedo ya ostentaba el grado de general y con una vasta experiencia en campos de batalla fue nombrado general en jefe del ejército. Con Escobedo al mando las fuerzas liberales lograron una cohesión que nadie más había podido otorgarles, y tras una serie de sendas victorias militares a lo largo de todo el territorio nacional, acorralaron al enemigo en la ciudad de Querétaro.
Tras un largo sitio los conservadores se rindieron y entre los prisioneros se encontraban los altos mandos, Maximiliano, Miguel Miramón, Ramón Méndez y por supuesto, el general Tomás Mejía.
El Indulto Rechazado
Comencé describiendo un fragmento de la carta en la que Escobedo solicitaba el indulto de Mejía. Dicha carta nunca fue enviada y existen dos razones de peso para ello. Por un lado, la cuestión no era nada sencilla, lucha había sido desgastante. ¿Se había sufrido y sacrificado tanto, para que ahora el propio jefe del ejercito clamara por la vida de uno de los principales responsables?
Lo menos que podía generar aquella actitud de Escobedo era confusión entre los principales jefes y oficiales del ejército. O bien, en caso extremo una revuelta muy justificada de la tropa.
Sin embargo, la principal razón por la que el presidente Juárez nunca recibió aquella petición, fue que el general Tomás Mejía se negó a aceptar el indulto que Escobedo le ofreció como muestra de gratitud por la acción de Rio Verde.
Mejía había jurado lealtad a la causa conservadora e hizo lo mismo con Maximiliano desde el momento de su llegada a México. Por ello consideraba que su destino estaba ligado al del emperador y al de su eterno compañero de armas, el general Miguel Miramón.
Conocedor de que ningún indulto sería otorgado para sus compañeros, desestimó la oferta de Escobedo. Agradeciendo el gesto lo exoneró de toda culpa, haciéndole notar que dicha decisión no estaba en sus manos y que las circunstancias eran totalmente diferentes a las ocurridas seis años antes en Rio Verde. Asimismo, le expresó que su deuda estaba saldada con la sola intención de pagar con la misma moneda.
Finalmente Tomás Mejía, Miguel Miramón y Maximiliano de Habsburgo fueron pasados por las armas el 19 de junio de 1867 a las 7:10 de la mañana en el Cerro de las Campanas.
Morir por un ideal no es morir, es elevarse a la categoría de inmortal. La conducta de estos dos héroes lo demuestran con creces, pues a 160 años de sus hazañas los seguimos recordando con admiración y respeto.
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