Las autoridades han reformado sus duras políticas de natalidad, que durante años impidieron a las familias tener más de un hijo
El Gobierno de China anunció que permitirá a las parejas tener hasta tres hijos, en un cambio de sus duras políticas de natalidad que tiene como objetivo “responder al envejecimiento de la población” en el gigante asiático.
La decisión fue adoptada este lunes por el Comité Político del Partido Comunista de China (PCCh), que resaltó que entre los objetivos figuran “mejorar la estructura poblacional” y “preservar las ventajas en recursos humanos en el país”, según informó la agencia china de noticias Xinhua.
En este contexto, se destacó que “las políticas sobre nacimientos serán mejoradas”, y se incidió en que “se introducirá una política que permita a las parejas tener tres hijos, junto a medidas de apoyo”. El PCCh abogó además por aplazar la fecha de jubilación.
La Oficina Nacional de Estadísticas de China indicó que durante 2020 nacieron doce millones de personas, un descenso respecto a los 14,6 millones de 2019, con un descenso a los 1,3 hijos por mujer, tal y como consigna el diario The South China Morning Post.
Las autoridades chinas han reformado durante los últimos años sus duras políticas de natalidad, que durante años impidieron a las familias tener más de un hijo. Así, en 2015 autorizó que las parejas tuvieran un segundo hijo.
La política familiar en China ha ido adaptándose a lo largo de las últimas décadas a las circunstancias políticas y económicas del país más poblado del mundo.
El temor a un crecimiento poblacional inasumible ha dejado paso a una preocupación por una merma de la natalidad que ha llevado al Gobierno a abrir la mano y permitir hasta tres hijos por familia.
En la década de los setenta, China avanzaba hacia los mil millones de habitantes, al mismo tiempo que trataba de poner en práctica un ambicioso plan de desarrollo económico que permitiese al país conservar la esencia del comunismo en un contexto marcado por experimentos fallidos en otras partes del mundo.
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En 1979, el entonces presidente, Deng Xiaoping, determinó que era necesario controlar la natalidad e introdujo la controvertida política del hijo único.
De esta manera, el Gobierno ofreció incentivos a quienes cumplieran y castigaba con multas a los ciudadanos que desoyesen la medida, especialmente vigilada en núcleos urbanos.
La política derivó en todo tipo de abusos, ya que mientras que las clases pudientes tuvieron la posibilidad de sofocar con dinero sus excesos, en otros contextos hubo abandonos de hijos, abortos clandestinos e incluso asesinatos de recién nacidos, todos ellos con las niñas como víctimas principales.
Si solo se podía tener un hijo, muchas familias preferían apostarlo todo al varón, lo que en la práctica ha derivado en una sociedad con más hombres que mujeres. Según el último censo, la proporción de ciudadanos varones supera el 51,2 por ciento.
En la década de los ochenta, las autoridades autorizaron a las familias de zonas rurales a tener un segundo hijo si el primero era una niña, pero el gran cambio a nivel nacional no llegó hasta 2013, cuando el Gobierno anunció que el permiso se ampliaría a todas aquellas parejas en las que al menos uno de los progenitores fuese hijo único.
Dos años más tarde, en 2015, el gigante asiático dio carpetazo definitivo a su política del hijo único para autorizar sin condiciones un máximo de dos hijos por pareja. Este cambio derivó en 2016 en un aumento del 7,9 por ciento en la cifra de nacimientos, un dato sin precedentes desde principios de siglo, pero no fue suficiente para invertir la tendencia.
Las estadísticas han vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de un cambio de rumbo ya que, aunque la población sigue creciendo –hasta los 1.411 millones de habitantes en 2020-, lo hace a un ritmo lento.
En la última década, la población china apenas aumentó en 72 millones de habitantes, un 5,38 por ciento, un dato que no tiene precedentes desde que se inició el censo en los cincuenta.
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CAB