Ascender no es fácil, rendirse no es una opción y bajar es un deleite,el Nevado de Toluca es todo un espectáculo natural
Los mexicanos sentimos una poderosa fascinación por la nieve, ya sea porque en gran parte del territorio nacional no existen regiones que se pinten de blanco tan a menudo, o porque durante el invierno, especialmente en Navidad, somos bombardeados por los nevados paisajes de nuestros vecinos del norte.
La realidad es que cuando los mexicanos tenemos la oportunidad de conocer y jugar en la nieve, corremos a ella cual muestra gratis en el supermercado.
Con la llegada del invierno y las primeras nevadas, los picos más altos de nuestro país se convierten en un punto turístico muy concurrido para aquellos chilangos deseosos de llenar sus historias de Facebook e Instagram con paisajes poco usuales.
Así que, embriagada por el menguante espíritu navideño que asocia la Navidad con la nieve, me lancé a recorrer el Nevado de Toluca.
El Nevado, también llamado “Xinantécatl” u hombre desnudo en lengua náhuatl, es un volcán inactivo ubicado entre los valles de Toluca y Tenango, en el Estado de México, y es el cuarto pico más elevado en nuestro país con una altura de 4 mil 690 metros sobre el nivel del mar, quedando detrás del Pico de Orizaba, el Popocatépetl y el Iztlacihuatl.
Llegar a él no es tan complicado, basta tomar la carretera México-Marquesa hasta llegar a Paseo Tollocan que te lleva a Calzada del Pacífico, y conectar con la carretera Toluca-Sultepec. De ahí llegarás directo a la desviación hacia el Nevado del lado de Zinacantepec hasta el poblado Raíces.
Aquí es donde viene la primera regla: No la visites en domingo, y es que como mencioné al principio, muchos mexicanos estamos ansiosos de presumir nuestras nulas habilidades como escaladores, y cuando tenemos el día libre aprovechamos para volvernos “turistas experimentados”.
La primera parada, la del Parque de los Venados, es el lugar donde puedes dejar tu automóvil y toparte con la veintena de autobuses y camionetas turísticas que abarrotan el estacionamiento, y en donde además puedes encontrar ropa para el frío -por si olvidaste algo-, y agonizar esperando en la interminable fila para el baño.
Luego de brincar ese primer filtro, en días de mucha demanda, te tocará formarte por hasta 40 minutos para poder abordar una de las camionetas pick up que te llevarán hasta el campamento del Nevado de Toluca, y por sólo 50 pesitos por persona podrás sentirte como indocumentado a punto de cruzar la frontera.
Y es que las camionetas se llegan a cargar con más de 20 personas que entre bromas, chamarras, gorros y guantes viajan en la parte posterior, cubiertas por plásticos improvisados para no ser golpeados por el frío aire que se siente al recorrer un sendero lleno de curvas.
La subida se vuelve emocionante conforme el gélido viento comienza a incrementarse, no así la percepción del entorno el cual se encuentra saturado de personas de todas las edades.
Hombres, mujeres, adultos mayores, niños y hasta bebés son atraídos -en ocasiones irresponsablemente- hacia el volcán cuya leyenda cuenta la historia de dos hermanos y el castigo que recibieron por anhelar poder.
Según la leyenda, el hermano mayor era codicioso de poder y demostraba su superioridad provocando peleas y guerras, mientras que el menor, de carácter pacífico, buscaba convivir con su entorno de manera armónica.
Un día, los dioses hartos de guerras y sacrificios humanos hechos por el hermano mayor, decidieron terminar con su mala raíz, pero el menor se interpuso y fue muerto en su lugar. A manera de homenaje, los dioses enterraron su cuerpo en medio del bosque y se formó el cerro de Jocotitlán o el volcán Xocotépetl.
El mayor, creyéndose invencible se volvió un gobernante tirano por lo que los dioses, le hicieron ir al centro del valle y lo desnudaron, ahí le abrieron el pecho y lo dejaron desangrarse. El hombre se tocó el pecho y sintió su corazón, pero este empezaba a quemarse convirtiéndose en volcán.
Arrepentido, pidió perdón a los dioses y les dijo que prefería morir y compartir el reino con su hermano muerto. Aceptadas sus súplicas, los dioses le taparon el corazón y el volcán murió.
Aunque esta no es la única leyenda que gira entorno a este coloso, la imprudencia y soberbia del hermano mayor me hizo citarla pues durante el ascenso al sitio me topé con un enorme desorden turístico.
En el afán de tomar la mejor foto para su perfil en redes sociales, y llenos de la euforia por el chocolate que “clandestinamente” le compraron a los vendedores que lo ofrecen en la cima del Nevado, los visitantes se vuelven intrépidos y sucios, y sin importarles la flora, fauna o su propia seguridad, acceden a áreas notoriamente delimitadas.
Niños menores de un año envueltos en cobijas improvisadas, personas sentadas en las veredas con la nariz sangrando mientras sufren el llamado mal de montaña por la altura, el gracioso del grupo orinando tras las piedras; la cima del volcán se vuelve un área en donde todos se amontonan para tomarse su selfie-sesión otoño-invierno, estorbando el paso seguro a las demás personas.
Nadie puede dejar pasar la maravillosa vista de las Lagunas del Sol y la Luna sin querer dejar plasmada su huella en esas tierras llenas de polvorín de las montañas.
Llegar a las lagunas no es sencillo, el suelo de montaña, el zacatón y la Liendrilla del pinar, aunado con la altura y la temperatura del sitio, la cual puede oscilar entre los 12°C y los -4°C, provocan que los -en promedio- 20 minutos para ascender, te parezcan imposibles cuando el corazón comienza a latirte en el cuello por el esfuerzo.
Para combatir los malestares que provoca el mal de montaña, la gente recurre a comer un trozo de chocolate o tomar agua, algo que los alpinistas experimentados recomiendan, pero que los turistas piraña lo utilizan como pretexto solo para dejar su estela de destrucción y generar más basura en la zona.
Caminar al filo de las lagunas, las cuales poseen un suelo rico en calcio, fósforo, hierro, silicio, zinc, potasio, carbono y sulfato, y que provocan ese color verde-azulado de los dos cuerpos de agua, es una experiencia pacificadora en medio de las voces de los bromistas que aprovechan el eco para gritar “Milhouse… Queeeeé”.
El escarpado borde del cráter, con su manto blanquesino y las nubes que bajan hasta cubrirlo todo te llenan el corazón de orgullo al pensar: Esta riqueza sólo puede ser de México, al mismo tiempo que batallas por ignorar a los cientos de visitantes que con su música reggaeton saliendo de sus celulares, cojen algunos puños de nieve para lanzarla a sus compañeros.
Visitar el Nevado de Toluca sin duda es una experiencia maravillosa, respirar verdadero aire puro y contemplar desde la cima apenas un esbozo de los paisajes más bellos de México no tiene comparación, y por unos minutos te sientes parte de un mundo lleno de paz, de vida y de equilibrio.
Nada me hubiera gustado más que quedarme ahí mucho tiempo, pero la bajada de una nube cubrió rápidamente la zona limitando la visión a dos metros de distancia y el agua nieve cayó provocando gritos de euforia entre los presentes.
Las autoridades comenzaron a cerrar los accesos al sitio para preservar la seguridad de los visitantes que, extasiados, iniciamos la bajada con las cámaras llenas de fotos para disfrutar quesadillas, atole, elotes, queso y hasta mole que se vende en la región.
Si tienes deseos de visitar el lugar te dejo dos recomendaciones: Llena tus ojos y tu alma del paisaje más que la memoria de tu celular, y por favor, RESPETA Y CUIDA ESTE ESPACIO.
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