Familiares de los tripulantes fallecidos señalan que las empresas de los cruceros han abandonado la salud mental de sus trabajadores.
Desde mayo pasado, las tripulaciones de los cruceros varados en altamar por la pandemia de covid-19 han vivido una pesadilla pues no pueden trabajar ni han podido ser repatriados, por lo que han optado por el suicidio.
La industria paró desde mediados de marzo, pero no recibió el mismo trato que los vacacionistas que fueron enviados a sus países en vuelos fletados. Sus integrantes permanecieron en alta mar durante meses, al grado de sentirse prisioneros.
Fue el caso del húngaro Jozsef Szaller, de 28 años, trabajador del Carnival Breeza, el que destapó el abandono psicoemocional que viven cientos de tripulantes dentro de las embarcaciones.
Jozsef había empezado a trabajar desde enero de 2020, pero luego de que en marzo fueran suspendidos todas las partidas y no se les permitiera retornar a sus hogares, el empleado cayó en desesperación y tras tres meses de no poder hacer algo más sino esperar dentro del mismo espacio, decidió quitarse la vida.
El pasado 9 de mayo sus compañeros lo fueron a buscar a su camarote, y tras brincar hacia su habitación por una ventana contigua, dado que la puerta estaba trabada, encontraron el cuerpo desplomado del trabajador, con los brazos y el rostro color azul. Se había ahorcado con un cinturón atado al cuello.
Su padre Vilmos fue avisado por la policía y cuando llamó al crucero solo le dijeron que habían encontrado a su hijo muerto en el barco.
“Nos dijeron 15 veces que no se nos dice para nuestra protección”, relató el señor a la agencia Bloomberg. No le dieron respuestas claras, pero sugirieron que se había ahorcado.
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El 21 de diciembre, los Szaller presentaron a Carnival una demanda de arbitraje, argumentando que la empresa obligó a su hijo a permanecer en su cabaña por periodos prolongados, no monitoreó rutinariamente su bienestar a pesar de los días de ausencia y no le brindó capacitación sobre cómo lidiar con los efectos mentales del aislamiento.
“Carnival hizo todo lo posible para que esta situación fuera lo más cómoda posible”, respondió la empresa y añadió que la interacción del occiso con el personal médico no sugirió problemas de salud mental, pues de lo contrario la empresa habría actuado de inmediato.
“Nada traerá de vuelta a mi hijo, pero puede que nos dé algo de paz. Si la compañía de cruceros hizo algo mal, no creo que lo sepamos nunca, porque es una entidad tan grande y hay una red financiera tan amplia detrás de ella. Simplemente nos ignoran”, aseguró Vilmos.
El 29 de abril, un ingeniero eléctrico de Polonia, en el Jewel of the Seas de Royal Carabbean desapareció mientras el barco estaba anclado en el Golfo Sarónico, al sur de Atenas. Las cámaras de seguridad lo captaron saltando al agua esa mañana, según las autoridades griegas.
Dos semanas después, el 10 de mayo, Evgenia Pankrushyna, murió tras saltar por la borda desde el Regal Princess de Carnival cerca de Rotterdam. Un contratista chino fue encontrado muerto en el Mariner of the Seas de Royal Caribbean, unos dijeron que fue suicidio, la empresa argumentó causas naturales.
Luego, el cocinero filipino Kennex Bundaon fue encontrado muerto en su cabaña en el AIDAblu de Carnival. Cuatro días después, otro filipino murió en Scarlet Lady de Virgin Voyages, por aparente suicidio.
Ese mes hubo protestas en el interior del Majesty of the Seas, de Royal Caribbean. Centenares de manifestantes se reunieron en la cubierta y colgaron pancartas de inconformidad. Una de ellas decía: “¿Cuántos suicidios más necesitamos?”.
En junio se reportó que Mariah Jocson, una camarera filipina varada en el Harmony of the Seas de Royal Caribbean fue encontrada colgada sobre la baranda del balcón de su cabaña, mientras estaban varados en Barbados.
Los cruceros han dicho que no dan información sobre los muertos a bordo por respeto a la privacidad de la tripulación. También han asegurado que dieron a la tripulación una línea telefónica confidencial para llamar a un terapeuta y obtener apoyo psicológico, pero la tripulación no la usó por temor a perder sus empleos.
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